La ludopatía es un problema social que afecta a muchas familias en el ámbito económico. La ambición excesiva por el juego de azar, ha provocado que se generen bastantes deudas personales, y existen grandes grupos sociales que quieren detener esta tendencia ascendente que parece no conocer límites.
Sin embargo, la ludopatía no es un problema dentro de la historia moderna. En la Antigüedad ya existía esta tendencia, sobretodo en el Imperio Romano, y por el desconocimiento de la época llegó a ser mucho más grave que en la propia actualidad.
Alea Jacta Est
Posiblemente es la frase más famosa en la historia de la Antigua Roma, pues la pronunció Julio César tras cruzar el Rubicon, un riachuelo que entonces separaba a la Roma Republicana de la Galia, empezando su famosa conquista. La frase traducida del latín sería: "La suerte está echada", la traducción más famosa que se conoce. Sin embargo, esta expresión está malinterpretada, puesto que Cesar la dijo expresándose en griego, cuya traducción sería: "Los dados se han tirado."
Entre los juegos más populares de los romanos, estaban los dados (alea), los cuales se lanzaban de forma aleatoria para pasar el tiempo y eran el principal juego de azar.
Durante la conquista de la Galia orquestada por Julio César, los legionarios romanos pasaban el tiempo con este simple juego mientras descansaban de su servicio. Según las crónicas históricas, llegó un momento en el que estos empezaron a apostar con comida o incluso con dinero, empezando a surgir la ludopatía y se extendería en todas las legiones (en todos los rangos), y alcanzaría a la ciudadanía.
Las deudas imposibles
Los juegos de apuestas al azar fue una novedad dentro de la sociedad romana. No había un control sobre las apuestas, o siquiera una normativa. Desde las clases más bajas hasta los miembros del senado, participaban en estos juegos. Se reunían en grupos pequeños en los que casi siempre jugaban con dinero o con otros objetos como comida, especias, muebles, joyas, e incluso se apostaban propiedades privadas (en el caso de élites).
El principal problema aparece cuando un jugador pierde o debe una apuesta. En el caso de no poder pagar la deuda, el castigo era principalmente la esclavitud (el moroso debía ser esclavo del deudor hasta que pagara la deuda). Y es que la mayoría de los casos acabaron así, y provocó que muchos ciudadanos fueran arruinados por las excesivas deudas. Entonces el senado decidió poner una serie de leyes para regular las apuestas: Leyes Aleariae.
Leyes Aleariae: Lex Cornelia, Lex Publicia y Lex Titia
Estas nuevas leyes se impulsaron de forma urgente para detener la tendencia ascendente de la ludopatía. Este reglamento prohibía las apuestas de juegos de azar, pero sí permitía las apuestas en juegos o competiciones donde el resultado dependía exclusivamente de la habilidad, fortaleza o valor de los participantes (principalmente en las carreras en los circos o en la lucha dentro de los coliseos).
Principalmente se perseguía a aquellos grupos que practicasen la ludopatía mediante el azar, aunque se encomendasen a los dioses. La multa por juegos de azar sería un múltiplo de la cantidad apostada y dependía de las circunstancias y de la situación económica de la familia del infractor.
Emperadores ludópatas
En el caso de los emperadores, fueron varios durante la República quienes practicaban los juegos de azar, como fueron Augusto y Nerón, quienes llegaron a tener una adicción preocupante al juego. Pero no se pueden comparar con el vicio de Cómodo.
Este emperador, hijo de Marco Aurelio, estuvo en el cargo desde el 177 hasta el 192 d.C., empezando su reinado con apenas dieciseis años. Llegó a dejar las arcas del Imperio en un estado alarmante, pero no se detuvo ahí, y montó un casino dentro de su propio palacio para seguir apostando. Su modo de reinar fue degenerando a una paranoia incontrolable, lo cual llevó a una de las mayores crisis del Imperio, desde Calígula, Nerón o Domiciano.
La Saturnalia
Sin embargo, los juegos de azar no siempre eran perseguidos. Durante la Saturnalia (fiestas en honor al dios Saturno, o Cronos según la mitología griega), se permitía prácticamente cualquier actividad entre los días 17 y 23 de diciembre. Durante estos días se cerraban escuelas, los amos y los esclavos cambiaban sus roles, y no había normas para el ocio, por lo que entonces se aprovechaba para apostar. La festividad se consagraba con el solsticio de invierno a Jano, dios de los principios, fecha considerada en la antigüedad como la puerta de los dioses.
Bibliografía
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Becoña Elisardo, Enrique (1996). La ludopatía. Aguilar.
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