El papel de las
distintas religiones durante el nazismo
Adolf Hitler acompañado de representantes religiosos. Fotografía de: www.paulopes.com.br

La evolución de las religiones dentro de Europa durante la dictadura nazi se vio muy influenciada por las creencias de Adolf Hitler, el líder del partido nacionalsocialista. Durante su juventud, Hitler se interesó mucho por la mitología y por la historia hindú de la raza aria, que llevó a la elección de la esvástica como símbolo del Partido Nacionalsocialista.

Los nazis creían que los primeros arios de la India fueron invasores de raza blanca, lo que ellos entendieron como un símbolo del poder de la raza blanca. Al ser la esvástica el símbolo de la raza aria se convirtió en su emblema. El término “esvástica” en la religión hindú quiere decir “bienestar”. Los nazis utilizaban la esvástica como unión de ascendencia entre los alemanes y la raza aria.

Por otro lado, se ha indicado que antes de convertirse en führer, el partido de Hitler exigía en el artículo 24 de la Plataforma del Partido Nazi de 1920 una “completa libertad de religión”.

Hitler dirigió su autobiografía, también conocida para algunos como “la biblia nazi”, a sus seguidores con intención persuasiva. En el escrito, en conjunto con diferentes discursos públicos al inicio de su carrera pública, Hitler comenzó a promover la idea de que solamente la raza aria estaba hecha a la imagen y semejanza de Dios.

Al mismo tiempo, el libro afirma que la unión con las razas "inferiores" y "débiles" impedía el proceso evolutivo y suponían un insulto a la divinidad. En esta categoría entran la gente con discapacidades, los judíos, y más tarde, toda persona que se opusiera a sus medidas, siendo asesinadas o retenidas en campos de concentración.

Durante su régimen político, Hitler mantuvo una posición pública de reconocimiento oficial a la Iglesia católica. Sin embargo, Allan Bullock, el biógrafo de Hitler, afirmó que personalmente se había empezado a rechazar sus enseñanzas. Una vez que obtuvo su cargo político, de führer, accedió a un Concordato con la Iglesia Católica el 20 de julio de 1933, por el cual Hitler prometió que la Iglesia católica tendría una especial posición de privilegio en el Nuevo Reich si el Vaticano usaba su influencia para asegurarle el voto del Partido del Centro, el partido católico. El Vaticano aceptó los términos, y así, el 23 de marzo de 1933, el partido católico votó en el Parlamento por Hitler.

En abril, mayo y junio de ese año se llevaban a cabo las negociaciones del Concordato. Sin embargo, casi inmediatamente después de firmar su concordato, disolvió la Liga de la Juventud Católica y decretó una ley de esterilización que afectó a la comunidad religiosa.

Los judíos, por otro lado, eran los principales afectados de estas discriminaciones. Además, los ejemplos de discriminación por religión, pese a todas las declaraciones de Hitler por la libertad de elección de religión, eran múltiples:

"Hablando históricamente, la religión cristiana no es más que una secta judía... Después de la destrucción del judaísmo, la extinción de la moral de esclavos cristianos debería seguir lógicamente”, escribía Hermann Rauschning en su obra “Gespräche mit Hitler”.

Asimismo, según declaraciones de Hitler en julio de 1941, “el nacionalsocialismo y la religión no pueden coexistir... El golpe más duro que jamás haya golpeado la humanidad fue la llegada del cristianismo. El bolchevismo es el hijo ilegítimo del cristianismo. Ambos son invenciones del judío”.

En iglesias alemanas había miembros, incluidos clérigos y teólogos que apoyaban al régimen nazi. Con el tiempo se desarrollaron sentimientos antinazis tanto en los círculos protestantes como en los católicos a medida que el régimen nazi ejercía cada vez más presión sobre ellos.

La estrategia general de los líderes protestantes y católicos de Alemania fue la precaución con respecto a la protesta con el estado nazi. En estas iglesias hubo críticas internas acerca de la ideología discriminatoria nazi, y surgieron movimientos en ambas iglesias para defender a sus miembros considerados "no arios" por las leyes raciales nazis; por ejemplo, los judíos conversos.

Sin embargo, durante todo este período, casi no hubo oposición pública al antisemitismo ni voluntad por parte de los líderes eclesiásticos de oponerse públicamente al régimen contra los asuntos de violencia contra los judíos. Aun así, sí hubo católicos y protestantes que individualmente alzaron la voz a favor de los judíos, y pequeños grupos dentro de ambas iglesias que se involucraron en actividades de rescate y resistencia.

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