La primera lanza de España 
Grabado de Don Diego de León. Fuente: ABC Historia

Un soleado 30 de marzo de 1807 nacía en Córdoba el que sería apodado como “el último general romántico". Diego de León y Navarrete, González de Canales y de Valdivia era hijo de Diego Antonio de León y González de Canales y María Teresa Navarrete y Valdivia. Su familia era de noble linaje, emparentada directamente con los antiguos monarcas de León. Tuvo cuatro hermanos y dos de ellos, al igual que Diego, fueron militares condecorados con los más altos honores. La familia gozaba de una buena posición económica y política pues el padre era gentilhombre del rey Fernando VII. Diego se casaría con María del Pilar Juez-Sarmiento y Mollinedo, madre de todos sus hijos.

Su educación, que se dio entre Madrid y Córdoba, fue dirigida al ámbito militar. Tras terminar sus estudios básicos, comenzó su carrera militar en el Regimiento de Granaderos Realistas de Montoro.  Su padre, al ser coronel, logró que con 17 años Diego recibiera su primer mando. Por el precio de 160.000 reales, Diego pudo adquirir su montura y galopar al frente de un escuadrón de caballería. Su arma favorita era la lanza, arma en desuso desde el reinado de Carlos III. Los regimientos de caballería solían componerse de armamento de pólvora y de sables de caballería. Sin embargo, Diego era un hombre fascinado con la vida del caballero medieval, por lo que su elección estuvo clara desde el principio.

Cuadro de Ferrer Dalmau donde representa a Diego de León. Fuente: Wikicomons
Cuadro de Ferrer Dalmau donde representa a Diego de León. Fuente: Wikicomons

El 20 de diciembre de 1826 recibe el honor de ser ayudante de campo de su tío el marqués de Zambra, comandante general de la Guardia real. En 1834, vistas sus grandes dotes militares y debido a su antigüedad en el cuerpo, es ascendido al empleo de comandante de escuadrón de caballería, portando todo su grupo la lanza y el sable. En 1833 había estallado la Primera Guerra Carlista debido al levantamiento en armas del infante Carlos María Isidro. Diego de León guardaba buena relación con la regente María Cristina, la madre de Isabel II, por ello se ofreció a combatir. Su regimiento sería destinado al norte, donde el mítico general carlista Zumalacárregui estaba haciendo estragos entre los liberales.

Diego paseando delante de la artileria. Fuente: ABC
Diego paseando delante de la artileria. Fuente: ABC

Diego marcha al norte y comienza a realizar una serie de gestas que relacionan su nombre con el heroísmo. Son diversas batallas, la toma de Arcos y el Puente de Lárraga, en las acciones de Arróniz, Fuerte de Treviño, el Carrascal, Salvatierra, etc. En todas ellas destaca por lanzarse a la carga al frente de su escuadrón. De todos estos lances, cabe destacar la batalla de Arcos, donde el mismísimo general Espartero manda a Diego a defender el flanco derecho. Provisto únicamente de 72 jinetes, logró superar y poner en retirada a una columna carlista de 14 batallones y 500 caballos. Esta acción le granjeo la condecoración de la Laureada de San Fernando, el más alto honor del ejército español.

Lanceros a caballo cruzando un río. Fuente: ABC
Lanceros a caballo cruzando un río. Fuente: ABC
 

A partir de este momento, comienza un punto de inflexión en la guerra. Los liberales o isabelinos toman la iniciativa y los carlistas con la pérdida de su mejor general no pueden más que replegarse. Diego destaca de nuevo en las batallas de Mendigorría (donde dío una de las cargas más numerosa de caballería en toda la campaña) y Arlabán por lo que se le recompensa con el mando del Regimiento de Húsares de la princesa. Este cuerpo se dedicaba a desplazarse por toda la Península, buscando sorprender y emboscar a las tropas carlistas, acciones que acababan en éxito gracias a su resistencia y pericia.

Casaca de husar de Diego de León. Fuente: ABC
Casaca de husar de Diego de León. Fuente: ABC

Su mayor rival fue Miguel Gómez Damas, general de caballería carlista que usaba tácticas parecidas a las suyas. Sin embargo, Diego logró derrotarle en repetidas ocasiones, lo que le hizo merecedor de la Segunda Laureada. Tras la victoria de Alcaudete (Jaén) solo quedaba por liberar Cataluña y Navarra. Durante esta campaña del norte, ganaría nuevas distinciones como la Gran Cruz de Isabel la católica, la Gran Cruz de Carlos III o su tercera Laureada de San Fernando. Incluso tras la toma del puente de Belascoaín, batalla larga y encarnizada donde de nuevo Diego destaca en primera línea, recibe el título de Conde de Belascoaín y en 1837 es promovido a Mariscal de Campo.

Lanceros carlistas cargando. Fuente: ABC
Lanceros carlistas cargando. Fuente: ABC

Diego aspiraba a llegar a ser regente de la futura Isabel II, siendo apoyado por la propia María Cristina que le nombró Capitán General de Castilla la Nueva y de Navarra. Sin embargo, mayor era el prestigio de Espartero que ocupó el cargo mediante un golpe de estado, enemistándose con Diego. Este decide exiliarse un tiempo en Francia mientras maquinaba como podía hacerse con el poder. Hay que destacar que la enemistad con Espartero había nacido ya en la orden de la quema de las tierras de cultivo carlistas que recibió Diego. Este era un firme defensor del código de caballería y una acción tan ruin como esa no le caería en gracia.

Retrato de un Diego de León adulto. Fuente: Wikicomnons
Retrato de un Diego de León adulto. Fuente: Wikicomnons

Vio su oportunidad en el pronunciamiento del general O´Donnell contra Espartero. Diego y el general Manuel Gutiérrez de la Concha debían asaltar el palacio real y secuestrar a Isabel y a su hermana Luisa Fernanda, mientras, O’Donnell movilizaba a las tropas en Navarra y País Vasco, a donde serían conducidas las niñas. Sin embargo, ninguno de los objetivos fue cumplido al ser capaz de resistir la guardia del palacio al asalto de los generales moderados. Diego rechaza huir a Portugal y es apresado y sentenciado a  muerte a pesar de las voces en contra que se alzan y piden su salvación.  

Grabado del fusilamiento de Diego. Fuente: Wikicomons
Grabado del fusilamiento de Diego. Fuente: Wikicomons

Un 15 de octubre nublado, con tan solo 34 años de edad, Diego es conducido a las afueras de Madrid. El general bajó del coche donde se trasladaba, revisó a las tropas que le iban a fusilar y les exigió coraje y valor, animándoles a dispararle al corazón. Tras esto y envuelto en sus mejores galas, dio la orden de fuego contra su misma persona, coronando la que fue una vida breve pero intensa y heroica.

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