Al-Mutamid nació en el año 1039 en Beja (Portugal), una ciudad que por aquel entonces formaba parte del Reino Taifa de Sevilla, uno de tantos microfeudos que habían surgido tras la descomposición del Califato.
Fue el segundo hijo del rey Al-Mutádid, pero tras la oscura y prematura muerte del primogénito Ismail, se convirtió en el heredero al trono. Su educación corrió a cargo de Abu Bakr Ibn Ammar, poeta con el que entablaría una intensa amistad, la cual se tradujo en el nombramiento de este como su visir en cuanto alcanzó el trono.
Su Corte estuvo constituida por un gran número de sabios y poetas como Ibn Hazm, autor de El collar de la paloma, el astrónomo Al–Zarkali, creador de la azafea (precursor del astrolabio) o Ibn Zaydum entre otros.
Según los anales de la historia, Al-Mutamid vivió en una corte rodeado de numerosas mujeres, sintiendo especial predilección por Itimad al rumaikyya, una esclava lavandera que se gano el amor del rey cuando supo finalizar un poema iniciado por el monarca en uno de sus paseos por las orillas del Guadalquivir, acompañado por su visir.
Era tan grande su amor por Itimad que le concedía cualquier capricho o deseo, uno de ellos fue ver la nieve, de modo que Al-Mutamid mandó plantar almendros en la sierra de Córdoba, para que cuando florecieran, el paisaje se convirtiera a ojos de su amada en un autentico paraíso nevado.
Durante su reinado aspiró, al igual que sus antecesores, a la ampliación de territorios a expensas de conquistar las taifas más próximas y vulnerables como la de Córdoba, a cuyo mando puso a uno de sus hijos. Esta anexión, que tenía mucho de simbólica por ser la antigua capital de Al-Andalus, duró poco, pues el rey de la taifa de Toledo, Al-Mamun, apoyó a un gobernador llamado Ibn Ukasha, el cual poseía una fortaleza en tierras cercanas para que la conquistara. En 1075 Ukasha se apoderó de Córdoba, ejecutando al hijo de Al-Mutamid, lo que facilitó la entrada de Al- Mamún, ciudad en la que perecería medio año después.
Mientras tanto el rey sevillano continúo su lucha particular por la reconquista de la plaza cordobesa hasta que al fin puedo hacerse con la misma en 1078. Igualmente, se hizo con las posesiones que la taifa toledana tenía entre los ríos Guadalquivir y Guadiana.
Ese mismo año su visir Ibn Al–Ammar intenta anexionarse el reino de Murcia para lo que solicita ayuda a Ramón Berenguer, conde de Barcelona, un apoyo valorado en diez mil linares y cuya garantía del pago sería un hijo de Al-Mutamid, quedando este bajo custodia del conde barcelonés mientras se efectuaba el desembolso del dinero. Dicha negociación se haría a espaldas del rey sevillano, lo que motivó que al ser conocedor de tal acuerdo entrara en cólera, exigiendo la devolución de su hijo. Ramón Berenguer accedió a ello aunque requiriendo el triple del dinero acordado. Esta cuestión empezó a socavar la amistad entre el rey y el visir.
Finalizada la conquista del reino de Murcia, Ibn Al-Ammar es nombrado gobernador de esta plaza, aunque no tardarían en surgir nuevos problemas derivados por las conspiraciones del visir para alcanzar la independencia de Sevilla. El rey, al tener conocimiento de sus intenciones, solicita rápidamente su captura, pero este consigue huir hasta Zaragoza, siendo finalmente apresado y devuelto a Sevilla. Encarcelado, siguió con las conspiraciones y desprecios hacía el rey, lo que terminó con la paciencia del este y su esposa, motivo por el cual Al-Mutamid acabó matándolo con sus propias manos.
Las relaciones de Al-Mutamid con los reinos cristianos, a pesar de la expansión de la taifa de Sevilla, fueron siempre de vasallaje, pagando las preceptivas parias. La caída de Toledo, conquistada por Alfonso VI con la ayuda del Cid, acelera los acontecimientos, pues las taifas empiezan a percibir la debilidad frente a los reinos cristianos y solicitan auxilio a los almorávides. Yusuf Ibn Tasufin acude a la llamada y derrota a los cristianos en la batalla de Zalaca o Sagrajas (1086) y marcha de nuevo a África.
No pasarán ni dos años para que se produzca una segunda llamada de auxilio derivada de las luchas entre las taifas, Yusuf Ibn Tasufín vuelve y derrota a los cristianos en una consecución de batallas, Aledo, Consuegra, Uclés, etc. Reconquista Coria y Valencia a la vez que acecha Toledo, pero esta vez no se marcha, aprovecha la división entre los reyezuelos andalusíes para destituirlos y unificar de nuevo todo Al-Andalus.
En el año 1090 la edad dorada de los tiempos gloriosos llegaba a su fin para el rey sevillano, que depuesto y desterrado a Agmat junto con a su esposa vivieron rodeados de miseria, añorando los encantos de aquella ciudad bañada por el Guadalquivir. Los versos que escribió durante este exilio han sido calificados como los más bellos poemas de dolor de la literatura universal.
Itimad murió en 1095 y Al-Mutamid no consiguió recomponerse a tal perdida, lo que provocó su fallecimento semanas más tarde. En 1970 se reconstruyó el mausoleo situado en la ciudad de Agmat donde su tumba es conocida como qabr al garib (la tumba del forastero) debido al epitafio que él mismo escribió: "Tumba de forastero, que la llovizna vespertina y la matinal te rieguen, porque has conquistado los restos de Ibn Abbad. (Al Mutamid)".
Fuentes:
- DÍAZ PEREDA, Patricia: «Al-Mutamid, rey de Sevilla y poeta universal». Historia y Vida, 324 (1995). Págs. 49-60.
- LIROLA DELGADO, Pilar: Al-Mutamid y los abadíes: el esplendor del Reino de Sevilla (s. XI). Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes. Almería. 2011.
- VV.AA: El siglo de al-Mutamid. Universidad de Huelva. Universidad de Sevilla. Huelva-Sevilla. 2013.