Carmona se constituye como uno de los municipios más importantes de la provincia de Sevilla. Tierra de grandes contrastes culturales, remonta sus orígenes al periodo neolítico, conservándose en la ciudad ricos yacimientos arqueológicos que nos ofrecen una visión de la importancia que alcanzó este territorio de los alcores.
De entre las múltiples historias y leyendas que encierra la ciudad cabe destacar la que tuvo lugar en la carretera A-392 que une los municipios de Carmona y el Viso del Alcor. Allí, en la parte más alta de un promontorio, encontramos las ruinas de un antiguo convento que encierra uno de los relatos más macabros de los que se conocen en la zona.
Corría el año de 1620 cuando en las inmediaciones de la “Huerta de los Frailes” o “Huerta de San José” se construyó un edificio de amplias dimensiones. Su finalidad era albergar la vida religiosa de un grupo de Franciscanos, los cuales fueron sucedidos por Dominicos y Carmelitas para la preparación íntegra del noviciado.
La vida tranquila y apacible de la comunidad se desarrollaba entre importantes tareas de cultivo de verduras y hortalizas en las zonas aledañas, así como la cría de animales, siendo este el principal sustento de los moradores del convento. De igual forma, y dada la precariedad en la que vivían los frailes, estos se veían obligados a pedir limosnas por las calles de la localidad para sobrevivir. Un dato curioso es la falta de agua en la zona que hacía que las cosechas no fructificaran lo esperado, a pesar de la existencia de una importante canalización de agua subterránea de origen romano en las inmediaciones de la misma.
La inexistencia de documentos bibliográficos sobre la presencia del convento en la ciudad de Carmona es algo realmente llamativo, al tiempo que crea demasiada incertidumbre. Es como si los anales de la historia se hubieran encargado de borrar cualquier rastro de la leyenda que atesora el lugar. Sólo existen un par de escritos que, según los investigadores, son de dudosa veracidad.
En uno de ellos, se registra la donación en forma de alimentos que hizo el ayuntamiento del municipio al convento para que los frailes no murieran de hambre. El segundo de los escritos, quizás el que se presenta más “misterioso” y cercano a la leyenda del lugar, fue escrito por José Díaz de Alarcón, escribano y Juan Rodrigo Perea, fraile dominico, en unión con alguaciles y demás fuerzas públicas y religiosas, los cuales relataban los hechos de la siguiente manera:
En la mañana del 20 de noviembre de 1680 acude al monasterio un joven aspirante a noviciado el cual se hacía llamar Don Jaime Maldivas, siendo aceptado por el prior del lugar. La descripción que hacen del mismo es de un hombre alto, de cejas pobladas y nariz aguileña. Este nunca participaba en la vida en común del monasterio, pues presentaba una actitud distante y solitaria.
Los frailes dormían con las puertas de sus celdas cerradas bajo llave. En una fría mañana de noviembre, uno de ellos despertó, y al ver que su puerta aún no estaba abierta, se puso a meditar pensando que era temprano. Después de esperar un largo tiempo, escuchó unos pasos que provenían del pasillo, y al poco tiempo, notó como su puerta quedaba abierta.
En ese mismo instante, salió y comprobó como el resto de celdas estaban vacías, lo que provocó un intenso estado de nerviosismo interior en el mismo. Rápidamente, acudió a la capilla, donde pudo comprobar que no había nadie. Empezó a escuchar lamentos a media voz que provenían de la cocina, los cuales se hacían cada vez más fuertes en cuanto se acercaba al sótano de la misma.
Entre la oscuridad, dicho fraile pudo observar como en los diversos ganchos que pendían del techo, los cuales estaban destinados al cuelgue de jamones, carnes y embutidos, yacían muertos el resto de moradores del monasterio. Entre los cadáveres, al fondo de la sala, según el relato del mismo, pudo observar la figura del mismísimo diablo, el cual le espetó: “Ve y di que Satán está aquí”.
Otra de las peculiaridades que se plasman en dicho documento es la relativa al enterramiento de los frailes. Según el alguacil Alonso Sanz, en el momento de dar sepultura a los miembros de la comunidad en las inmediaciones del convento, fueron muchos los testigos del lugar que presenciaron un extraño oscurecimiento del cielo, del cual aparecían dos columnas de fuego, y entremedias, la visión de un rostro horrible en forma de alimaña. Acto seguido, cayó de manera fulminante un rayo de luz blanca del cielo con forma más humana. Los allí presentes huyeron despavoridos.
La leyenda cobra más fuerza cuando en la actualidad se desciende al sótano donde supuestamente fueron colgados los frailes y se pueden observar unos ganchos como los que se describen en la historia.
Para terminar, es necesario aclarar que, los restos del convento que actualmente se mantienen a duras penas en la zona, corresponden a una edificación de los años 40 del pasado siglo XX, ubicada en la misma zona que el desaparecido convento que databa del siglo XVII, y al que se le atribuye erróneamente la narración descrita.
Desde entonces, este paraje se ha convertido en el lugar perfecto para los amantes de lo paranormal, donde numerosas investigaciones llevadas a cabo en los últimos años dan cuenta de fenómenos que se escapan a la explicación lógica. Psicofonías, apariciones fantasmagóricas y cambios de temperaturas atestiguan lo escalofriante de la zona. Sin duda alguna, no apto para cardíacos.
¿Dónde acaba la realidad y comienza la leyenda? Se ha de reconocer que este sitio encierra un misticismo que no deja indiferente a nadie.
Fuentes:
-Elcorreodeandalucia (2015). El misterio del monasterio del diablo.
-Mundoparapsicologico (2017). Investigación en el monasterio abandonado de Carmona.
-Sevillasecreta.co (2017). Los fantasmas del monasterio abandonado de Carmona.