Desde que nació el cristianismo, la historia de esta religión nunca ha influido decisivamente en el desarrollo de numerosos hechos durante todo nuestro pasado. El poder de curas, obispos y papas o las luchas de religión deben tenerse en cuenta a la hora de elaborar un buen resumen de nuestro pasado. Por eso, un cambio radical en ella o en una parte de ella no deja indiferente a ningún país. Este cambio radical fue lo que sucedió con los curas obreros y la Teología de la Liberación.
Los curas obreros son un movimiento que apareció en Francia en 1944, a finales de la Segunda Guerra Mundial. Estos sacerdotes rechazaban su sueldo como curas y defendían que trabajasen como empleados de modo que recibieran un salario obrero. En apenas una década, el movimiento comenzó a crecer y surgieron algunas organizaciones como la de los traperos de Emaús, cuyo líder, el llamado Abate Pierre, tenía como lema “dar de comer antes que evangelizar”. Asimismo, ya entonces comenzaron a tener problemas con las autoridades políticas al denunciar en muchos casos la miseria y la injusticia y estar considerados cercanos al marxismo.
En torno a los años 60, muchos de estos curas obreros fueron destituidos por considerar que no desarrollaban sus obligaciones eclesiásticas. Algunos prefirieron ir a países europeos donde se había extendido este pensamiento, pero una parte importante viajaron hasta Sudamérica. Es en estos años cuando entran en contacto con otros párrocos y Teólogos del continente que abogaban por una nueva construcción de la Iglesia basada en la crítica de la injusticia y la ayuda a los pobres. El germen de lo que será la Teología de la Liberación.
En España estas ideas llegan en los años 60 y se desarrollan sobre todo en la zona del País Vasco (muy ligado a los sacerdotes franceses) y en el centro peninsular. Dentro de la dictadura franquista, en un régimen donde la Iglesia disfrutaba de una situación privilegiada, comienzan a aparecer los primeros curas obreros que trabajaban de labradores, albañiles o mineros. Estos no solo desarrollan sus ideales en su forma de vivir, sino que a menudo dejan entrever su forma de pensar en los colegios o directamente lo enuncian en los templos desde los altares.
Uno de estos sacerdotes, Mariano Gamo, en una entrevista concedida para RTVE dijo que él trabajaba como obrero por “ser como uno de mis feligreses”. Este hombre mientras era párroco de Moratalaz, en Madrid, fue detenido por sus homilías contra la dictadura, aunque como él mismo cuenta en la entrevista anteriormente citada, las homilías tan solo fueron una excusa, cuando le detuvieron le dijeron “nos tiene hasta los huevos, lleva tres años haciendo lo que le da la gana”.
Al caso de Mariano Gamo le siguieron muchos más y una gran parte de estos curas obreros quedaron encerrados en la cárcel concordataria de Zamora, en gran parte adecuada para este fin. Algunos eran retenidos por delitos políticos aparentemente tan “inocentes” o “leves” como defender el uso del euskera y otras lenguas peninsulares. Otros como Francisco García Salve (Paco el Cura) fue detenido en 1972 en un proceso en el convento de oblatos de Pozuelo de Alarcón cuando se reunía con otros líderes sindicales de Comisiones Obreras, como Marcelino Camacho.
El mismo año en que sucedió esto en el monasterio de Pozuelo de Alarcón, en un aparente clima que fluctuaba constantemente entre la clandestinidad de un pensamiento contrario a lo establecido y la permisividad privilegiada de la que gozaba la Iglesia y sus miembros, se celebró en Madrid un encuentro entre teólogos latinoamericanos y españoles que tenían puntos en común. El llamado Encuentro del Escorial para muchos es considerado uno de los puntos de inicio de la Teología de la Liberación, inspirando la crítica a los sistemas que consideraban injustos y bebían en gran parte de las directrices emprendidas por el propio Papa que tras las resoluciones del Concilio Vaticano II animaba a crear una Iglesia más cercana a los tiempos en los que estaban.
Una vez legó la democracia a España muchos de estos curas siguieron criticando la situación de personas marginadas como los drogadictos o los mendigos. Muchos de ellos se integraron en sindicatos y partidos políticos, mientras que otros dejaron de lado esta faceta para denunciar otras aptitudes como su percepción sobre el celibato y la posibilidad de dejar que los curas se casasen y algunos incluso abandonaron el sacerdocio. Sin embargo, el movimiento político en España que había nacido en la dictadura se trasladó a América Latina donde renació con mucha más fuerza.
En 1971 había nacido en Chile Cristianos por el Socialismo, que abogaba por defender las tesis políticas de Salvador Allende. Algunos seguidores de estas tesis ocupaban altos cargos de la Iglesia, como era el caso del arzobispo Óscar Romero. Sin embargo, su idea de edificar una Iglesia más centrada en las bases inspiró importantes movimientos políticos. Para sus detractores, estos teólogos cuestionaban la propiedad y eran contrarios a la doctrina católica. En su defensa, el sacerdote Rutilio el Grande dijo que si Cristo fuese a El Salvador (donde él residía) sería “acusado de agitador que confunde al pueblo con ideas foráneas” y que “Lo volverían a crucificar” los que “lo han proclamado”, entendiendo que los mismos cristianos que le criticaban por lo que decía él hubieran criticado al mismo Jesús si fuese su contemporáneo.
En América muchos de estos sacerdotes fueron detenidos, encerrados, se vieron obligados a huir e incluso fueron asesinados. Este es el caso del ya mencionado arzobispo Óscar Romero, al cual mataron mientras decía misa, del padre Rutilio el Grande que defendió una posición cercana a la revolución Sandinista en El Salvador o los llamados mártires de la Universidad Centroamericana, ocho personas (cinco sacerdotes jesuitas y dos empleadas domésticas) que fueron asesinadas en el jardín de la propia Universidad.
Desde entonces la Teología de la Liberación y sus defensores han ido perdiendo importancia dentro de la Iglesia. Muchos de estos curas se han retirado o han sido retirados del sacerdocio. De cualquier modo, no deja de ser un capítulo interesante de nuestra historia reciente. Deja entrever que, más allá de una idea de concebir la Iglesia como una institución que siempre ha estado del lado del poder, en este caso hubo una parte que se situó del lado de los más débiles, ideales que en algunos casos se llegaron a defender con la vida.