El conflicto interminable
Bandera de guerra del ejército imperial japonés. Fuente: Wikicommons

El nuevo régimen militarista nipón comenzó a desarrollarse en el periodo de entreguerras, cuando los militares fueron adquiriendo mayor poder. Querían recuperar la grandeza de Japón con violencia. En 1938, se promulgó la ley de Movilización Nacional, por la que el país entero estaba al servicio de la guerra.

Todo el mundo pareció unirse a la causa y podría decirse que al Ejército no le faltaron apoyos. Incluso se creó la denominada “Asociación de Ayuda al Gobierno Imperial” (AAGI), que aglutinó a los distintos partidos políticos existentes. El país se convirtió en una verdadera máquina de guerra, como afirma Lucien Bianco.

Todo comenzó en julio de 1937, cuando parte de la zona oriental de China fue destruida. Pekín capituló en 48 horas y tuvo lugar el desembarco en la ciudad de Shanghái.

En septiembre de 1940 se produjo la invasión de Camboya y Laos, antiguas colonias francesas. Además, tropas japonesas se establecieron en la Conchinchina (Vietnam). Bajo este pretexto, tuvo lugar la intervención de Estados Unidos, pertenecientes al bando aliado. Los estadounidenses van a congelar las operaciones financieras e impusieron el embargo del petróleo. Esta medida perjudicó enormemente al imperio japonés, ya que el 80% de su petróleo provenía del país americano.

En 1941, un nuevo dirigente japonés toma el poder, Hideki Tōjō, ambicioso líder militar y fanático nacionalista. Va a fijar su objetivo en la creación de un gigantesco imperio japonés que abarque todo el continente asiático. Se negaba a negociar con Estados Unidos, debido a que planeaba destruir su flota.

A principios de diciembre de 1941, el departamento de guerra americano interceptó avisos de un inminente ataque japonés en la base naval de Pearl Harbour, pero fueron incapaces de detenerlo o eso ha tendido a pesarse. Sin embargo, el día del ataque los portaviones principales no fueron destruidos, ya que no se encontraban en su lugar habitual. Este fallo le iba a salir caro a las tropas japonesas.

A continuación, los nipones atacaron la base estadounidense principal del sudeste asiático situada en las recién conquistadas Islas Filipinas. Parte del poder aéreo estadounidense fue destruido. De nuevo se trató de una ofensiva que pilló desprevenido a los Estados Unidos de América. La sociedad estadounidense comenzó a sentir un profundo malestar. El presidente Roosevelt se vio obligado a declarar la guerra al Imperio del Sol Naciente. Por lo tanto, estos dos ataques habían bastado para proclamar el Estado de Guerra. Japón y Estados Unidos iban a enfrentarse en un conflicto que acabaría volviéndose insufrible y frustrante para ambos.

Fue entonces cuando se produjo una nueva ofensiva nipona. Después del ataque aéreo a las Islas Filipinas, los japoneses llegaron a la costa de esta misma isla. Se dispersaron por todo el país y tomaron Manila, la capital. Sin hombres ni armas poco pudo hacer el General MacArthur, célebre dirigente militar estadounidense, frente a los incesantes ataques. Estados Unidos quedaba así entre las cuerdas. Las Islas Filipinas acabaron rindiéndose en 1942.

A continuación, las tropas japonesas ocuparon la colonia británica de Malasia. Las bases de Guam, Wake, así como la colonia inglesa de Hong Kong, la inconquistable Singapur, Birmania e Indonesia caían frente a la imparable máquina de guerra nipona. En apenas cuatro meses, Japón había logrado controlar el continente asiático.

Expansión japonesa en 1942. Fuente: Maps Japan
Expansión japonesa en 1942. Fuente: Maps Japan

Sin embargo, en Europa, la guerra comenzaba a cambiar de rumbo, se debilitaban las potencias del eje y los aliados van a pasar al ataque. El plan definitivo, ideado tras intensos análisis de las ofensivas que podían llevarse a cabo, va a tener como objetivo el bombardeo de Tokio, la capital japonesa. Un grupo de bombarderos iba a ser trasladado a 650 km de Japón para bombardear desde allí. Esta misión resultaba potencialmente suicida, debido a la complejidad que conllevaba.

Cuatro meses después del ataque a Pearl Harbour, en marzo de 1942, Estados Unidos iba a comenzar su ataque siguiendo el elaborado plan. La capital nipona fue asediada y la invulnerabilidad japonesa va a quedar desmentida. La apuesta japonesa en Pearl Harbour había fracasado. Tokio respondió rápidamente y tomaron las Islas Salomón (mayo 1942). Nueva Guinea va a ser el próximo objetivo, si bien no descartaron la idea de atacar Midway con el propósito de conquistar Hawái. El control del océano Pacífico estaba en manos de fanáticos ultranacionalistas que, como Hitler, pretendían constituir un temible imperio.

Por un lado, la guerra naval va a basarse en una lucha que requería de una gran estrategia y habilidad. Volver inutilizables o destruir los portaviones era el objetivo. Los aviones de guerra americanos localizaron uno de los portaviones japoneses ubicado en el océano Pacífico. La batalla en el Mar del Coral había comenzado y significó el primer fracaso de la ofensiva nipona.

La operación alfombra mágica aliada va a ser la definitiva, pues informa de un ataque sorpresa japonés en el Pacífico, si bien se desconocía la exactitud del lugar. Los estadounidenses tendieron una trampa a los nipones para averiguar dónde iban a atacar. Como consecuencia, gracias al juego de codificación y descodificación de mensajes averiguaron que el ataque japonés estaba previsto para realizarse sobre la base estadounidense de Midway.

Como resultado, los japoneses se vieron obligados a modificar sus planes. Pero, ya era demasiado tarde. Los aliados vencieron y el país asiático quedó hundido, como sus portaviones. Pero, todavía quedaba derrotar a las tropas por tierra y por aire.

Por otro lado, tuvo lugar la guerra anfibia. Los estadounidenses van a contraatacar con el propósito de acabar con los suministros japoneses. Fueron tomadas las bases estratégicas japonesas ubicadas en las islas desperdigadas por el océano Pacífico. Guadalcanal, isla perteneciente al archipiélago de las islas Salomón, va a ser asaltada y Estados Unidos va a imponerse.

Estas dos derrotas, en Midway y Guadalcanal, obligaron a Japón a emplear tácticas defensivas, si bien la victoria era una utopía que no iban a alcanzar; algo imposible de lograr. Los aliados habían tomado ventaja y fueron arrasando territorios, a pesar de las técnicas suicidas que los nipones llevaron a cabo. Ejemplo de ello son los conocidos Kamikazes. La rendición no se contempló en ningún momento, hasta que un arma letal los condenó a tal destino: las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.

Hoy en día, más de 70 años después, las conciencias de los ciudadanos se revuelven al recordar su pasado. Se preguntan cuál fue realmente el papel del mayor de sus representantes en el conflicto. De aquel que nunca se dejaba ver, alguien invisible situado en la cúspide del país nipón: el emperador. Figura divinizada por la población japonesa, un ente sagrado e inamovible, cuya actuación durante este terrible conflicto bélico se encuentra en entredicho.

Fuentes:

- R. Ramírez, Ruiz & S. Núñez de Prado Clavell & F. Debasa Navalpotro, Historia de Asia contemporánea y actual, Madrid, 2017.

- La Segunda Guerra Mundial en el Pacífico 1: La bestia se despierta [vídeo]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=AuFUFTslQqc 

La Segunda Guerra Mundial en el Pacífico 2: Contienda en las islas [vídeo]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=E7Rw9-77WvU&list=PLRynXnt3OAwrlLDCNZuqr7t5oqCrjhe9-&index=2 

- La Segunda Guerra Mundial en el Pacífico 3: Sin rendición [vídeo]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=9YTBgCNMT5w&index=3&list=PLRynXnt3OAwrlLDCNZuqr7t5oqCrjhe9- 

 

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