Cuando la Confederación ganó la guerra
Un soldado estadounidense coloca la bandera americana en el castillo Shuri. / Foto: Wiki Commons

No hay duda de que las imágenes son poderosas. Sea cual sea su contenido. Lo son por su belleza o su significado, por aquello que muestran o por lo que sugieren. Permiten recuperar un momento que la historia ya ha devorado, encontrar detalles a los que solo el tiempo les otorga su justa relevancia. Muestran el pasado al tiempo que sirven de lienzo sobre el que se dibuja el futuro.

En torno a la Guerra del Pacífico, incluso ampliando el abanico a toda la Segunda Guerra Mundial, es difícil encontrar una imagen más icónica que Raising the Flag on Iwo Jima. La instantánea, tomada por Joe Rosenthal el 23 de febrero de 1945, fue inmediatamente difundida y promocionada, haciendo de ella un testimonio de la victoria americana en el Pacífico y, por extensión, de la de los aliados en la Segunda Guerra Mundial. Así ha llegado hasta nuestros días.

Ni el paso de los años ni las (muchas) controversias generadas en torno a la imagen han desmejorado su estatus. La fotografía se separa totalmente del momento en el que fue tomada, ese en el que una primera bandera había sido plantada minutos antes, pero un destacamento japonés obligó a aplazar la fiesta. Los supervivientes de aquella hazaña, como Charles W. Lindberg, los primeros en llegar a la cima del monte Suribachi, murieron reclamando su lugar en una historia que no entiende de contextos. La gloria fue para sus compañeros, los de la segunda foto, los que alzaron la bandera sobre un terreno allanado por los verdaderos héroes.

Raising the Flag on Iwo Jima (1945) / Joe Rosenthal
Raising the Flag on Iwo Jima (1945) / Joe Rosenthal

De hecho, la fotografía se ha separado tanto del contexto que puede dar lugar a error en lo que respecta a su trascendencia histórica. Iwo Jima cayó en manos americanas en febrero, pero la guerra no lo hizo hasta el mes de agosto de 1945. Y entre la icónica foto y las bombas atómicas que destrozaron Hiroshima y Nagasaki, la campaña de Okinawa, que duró casi tres meses y se llevó por delante algo más de un cuarto de millón de vidas.

Tratándose de una campaña tan sufrida, de la última gran batalla entre Estados Unidos y Japón, podría resultar curioso que la fotografía de Iwo Jima prevalezca sobre todas las tomadas en Okinawa. Muchas de ellas son difíciles de encontrar y ninguna se ha acercado a su relevancia. Pero esto no significa que los americanos no inmortalizaran el momento de su victoria.

En Mayo de 1945 los americanos ya habían hecho suyo el norte de Okinawa, y se disponían a hacer lo propio con el sur de la isla. En su avance, uno de los momentos clave fue la toma del castillo Shuri. El castillo, que durante la guerra había servido a los japoneses como cuartel general, cayó en manos americanas el 29 de Mayo. Pero aquí no importa tanto el qué sino el cómo.

El capitán Julius Dusenberg, nativo de Carolina del Sur, fue el encargado de despejar la escasa resistencia y tomar el castillo. Seguramente había soñado con un momento así cuando se alistó y estaba preparado. Sacó de su casco una bandera, su bandera, que había mantenido escondida para una ocasión especial. Dusenberg subió a lo más alto del castillo, donde firmó su pequeña página en los libros de historia. En el recién conquistado del castillo Shuri ondeaba la bandera de la Confederación.

Julius Dusenberg coloca la bandera de la Confederación en el castillo Shuri / Foto: Confederate Digest

Sobra decir que enarbolar la bandera confederada no significaba lo mismo en 1945 que hoy en día o que 70 años antes. Tampoco hizo mucha gracia en ciertos sectores del Ejército, aunque no hubo represalias. Ayudó a esto que el teniente general Buckner, uno de los dirigentes de la campaña de Okinawa, fuera hijo de un militar de la Confederación. De hecho, la bandera acabó en sus manos.

La bandera confederada fue retirada dos días después y sustituida por las más ortodoxas barras y estrellas. De la foto de Dusenberg poco más se supo y hoy en día no es fácil de encontrar. Más que nadie, los estadounidenses sabían del poder de las imágenes, por lo que la difusión de la instantánea no les hubiera ayudado a cerrar las heridas de un país donde, durante muchos años, el racismo continuó siendo un grave problema.

Mirando únicamente la fotografía, podría parecer que la Confederación participó en la conquista clave para decantar la Segunda Guerra Mundial. Un logro nada desdeñable para una agrupación rebelde de estados sureños, que no alcanzó los cinco años de vida y que nunca fue reconocida internacionalmente.

No deja de ser una anécdota, un pie de página algo cómico y (convenientemente) poco recordado de lo que realmente fue la Segunda Guerra Mundial. Lo que sí muestra es el camino  entre la intrascendencia y el reconocimiento, que se vuelve mucho más corto de lo que parece para quien tiene una cámara de fotos a mano.

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