¡Hoy es el día! ¡O debería serlo! Y tan solo cuatro finas hojas de papel se quedan pequeñas para desarrollar en ellas esta enorme leyenda, esta victoria de luz. Es sumamente complejo en tan solo unas líneas compilar la ilusión que se genera en estas fechas, con toda probabilidad degeneradas por un consumismo feroz que desvirtúa en gran medida el espíritu de la misma.
Fiesta de luz, Sol Invictus/Natividad
Pero estas fiestas son por encima de todo las fiestas de la luz, por tanto son las fechas de unos pequeños seres llamados niños –hoy ya adultos- que jamás la volverán a vivir como en su momento la vivieron, pues aun en la escasez más dolorosa, estos pequeños ángeles y/o demonios, siempre tuvieron la capacidad para extraer las más puras esencias de las fechas navideñas. Es sin duda tiempo de Natividad y pesebre que la Iglesia Católica –a partir del siglo IV- aprovechó para sustituir las fiestas paganas por celebraciones religiosas ubicando en él, el nacimiento de Jesús, uno los mayores iconos religiosos de todos los tiempos. Navidad proviene de la palabra latina "Nativitas" (Natividad), cuyo significado hace referencia a nacimiento y se refiere particularmente al nacimiento de Jesús el Cristo. El cual por su condición de ser icónico religioso universal, de luz, del triunfo de esta misma sobre las tinieblas se hizo coincidir con el Sol Invictus.
Cristianización de fiestas paganas
En concreto en este proceso fue crucial la figura de Constantino I y el Edicto de Milán del año 313, cuando dio luz verde a la libertad de culto en todo el Imperio Romano. Durante este proceso de cristianización aquellas monedas acuñadas con el Sol fueron sustituidas -hacia el año 315- por otras con motivos religiosos. Muy especialmente cuando en el año 337, -tres meses antes su muerte- coincidiendo con el nombramiento de Julio I como Papa se fue iniciando el citado proceso de la sustitución de las fiestas paganas por las fiestas religiosas. La cultura occidental y muy en concreto el catolicismo aprovechó el acontecimiento del ciclo solar del que prácticamente todas las civilizaciones se percataron para convertirlo en tiempo de anunciación, estrella y Belén. No en vano la fecha de la fiesta de la Natividad hasta entonces los cristianos la celebraban el 6 de enero –Epifanía-, la cual fue transformada en el Día de Reyes.
Todo indica a que el primer día de Navidad fue instituido oficialmente en el año 345, cuando la Iglesia Católica, por influencia de San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianzeno, proclamó el 25 de diciembre como fecha para la celebración de la Natividad.
Las saturnales romanas
Pero en realidad este festejo navideño encuentra su base en la fiesta del Sol Invictus -Deus Sol Invictus- y las saturnales romanas -estas últimas transformadas en el Carnaval-. En concreto las saturnales eran fiestas que celebraban en el imperio romano en honor al dios Saturno, vinculado a las cosechas y el trabajo con la tierra. Celebradas en torno al 17 de diciembre, originalmente sólo duraban un día, fue el emperador Augusto el que la alargó hasta tres días.
Unas fiestas que se fueron alargando para dar descanso a los granjeros con la particularidad de que el citado festejo poseía un marcado carácter social y abierto al todo el mundo. De hecho durante las celebraciones se suspendía el poder de los amos sobre sus esclavos, por lo que llegaron a ser también conocidas como las "fiestas de los esclavos". En el fin de los días oscuros los romanos se reunían para en un jolgorio licencioso hacer sacrificios animales en festejos en los que abundaba la comida, la bebida y en casi estaba permitido todo. Todo comenzaba con un sacrificio en el templo de Saturno, al pie de la colina del Capitolio, un banquete público festivo -lectisternium- al que todos estaban invitados y que culminaban con cánticos y gritos de "Io, Saturnalia". Era un tiempo por tanto de paz, todo se detenía para celebrar, cerraban tribunales, escuelas, no se permitían las ejecuciones, y al arte mayor en aquellos tiempos era el de la cocina y las suntuosas comidas.
La sigillaria, el día de los regalos
Se da la circunstancia de que curiosamente además las saturnales eran como un carnaval con regalos que se alargaban con una celebración especial el día 23, cuando llegaba la sigillaria, el día de los regalos. Un día en el que se regalaban figuras de cera y todo tipo de presentes entre familiares y amigos que adornaban sus casas con plantas y velas. Las saturnales culminaban con el día del Sol Invictus, o en el nacimiento del Sol Invicto, como representación del renacimiento del Sol del triunfo de la luz sobre las tinieblas. Al parecer la popularización del mismo se produjo por primera vez bajo el emperador romano Heliogábalo que impuso el culto de El Gabal, dios Sol de su ciudad nativa de Emesa -ubicada en Siria-. Aquel día del Sol Invictus personificado en el dios Mitra se celebraba el día 25 de diciembre en el antiguo calendario juliano. Una celebración que por otra parte no es de origen romano, pues esta fue igualmente fruto de la romanización de la festividad de otras civilizaciones más antiguas. Casi con toda seguridad y, por los paralelismos que presentan unas y otras, son todas y cada una de ellas adaptaciones de un tronco festivo común con el sol y los solsticios como grandes protagonistas. Ahí está la Kronia, de origen griego, y tantas otras de culturas como la celta, sumeria, acadia...
San Nicolás de Bari
Precisamente en ese marcado día de transformación del paganismo en una fiesta religiosa y la posterior conversión de una fiesta religiosa en una fiesta fundamentalmente capitalista y consumista. En esta Nochebuena, de Navidad de cada año, existe otro personaje legendario/real, que se encontrará tremendamente atareado intentando alimentar las pequeñas ilusiones de esos locos bajitos que en algún momento de nuestras vidas fuimos. Pues cuenta la historia que en el siglo IV en Patara -hoy Dembre-, una ciudad del distrito de Licia, en lo que actualmente es Turquía nació en el seno de una familia rica un pequeño al que pusieron por nombre Nicolás. Conocido también como Nicolás de Mira -en oriente- y San Nicolás de Bari –en occidente- desde edad muy temprana destacó por su carácter altruista, piadoso y generoso. Criado en una familia profundamente católica fue educado en la fe y al fallecimiento de sus padres -tras una epidemia de peste- heredó una gran fortuna. A diferencia de la imagen con la que se le suele representar, Nicolás era delgado, enjuto y de tez olivácea. Tras donar prácticamente toda su fortuna se trasladó a Myra –Anatolia, actual Turquía- siguiendo los pasos de su tío, donde se hizo tremendamente popular por su generosidad y se ordenó sacerdote.
Como Santa Claus y Papa Noel, era un consumado e inquieto viajante, llegando a ir en peregrinación hasta Tierra Santa. Y su vida ubicada entre anécdotas que bordean lo real con lo legendario está repleta de situaciones tremendamente curiosas. De hecho, respecto a su ordenación como obispo, circula otra que no tiene desperdicio. Al parecer varios mandatarios de la Iglesia tras el fallecimiento del anterior obispo estaban discutiendo sobre la persona ideal para sustituirlo y al no llegar a una entente, decidieron que el primer sacerdote que entrara en la Iglesia en aquel momento sería ordenado obispo. Y el primero en hacerlo fue Nicolás..
Existe constancia de que fue un prelado tremendamente creyente, luchador por la erradicación de los cultos paganos fue encarcelado por un decreto del emperador Licino, siendo su barba quemada en prisión y posteriormente liberado por Constantino. Posteriormente participó activamente en el Concilio de Nicea mostrándose especialmente en contra de la doctrina de Arrio que se negaba a aceptar el dogma de la divinidad de Cristo. Pero si por algo se destacó por encima de todas las cosas fue por su dulzura y su activismo en la lucha y la protección de los débiles ante los más poderosos. Atenuaba el dolor del prójimo con su asistencia espiritual, su verbo consolador y su generosidad. No haciendo en ningún momento distinción alguna, prestando atención a leprosos, moribundos, indigentes, huérfanos y mostrando especial predilección por ayudar a los niños. Personalidad que le conllevó más de algún problema, pues la mantuvo firme hasta las últimas consecuencias, incluso durante su ancianidad y hasta el lecho de muerte acontecida el 6 de diciembre del año 345 en Mira. Sus restos mortales descansan en la ciudad portuaria italiana de Bari desde que en el año 1087 fueron trasladados de Turquía tras la invasión musulmana por setenta y siete marineros que se dedicaban al contrabando.
Las leyendas de San Nicolás
Entre las curiosas leyendas que se cuentan sobre su figura existen otras tres que cobraron especial relevancia. La primera de ellas relata que salvó a unos marineros que en mitad de una tempestad imploraron ayuda al Supremo por intercesión del Obispo Nicolás, que según la leyenda se apareció sobre el barco que prácticamente zozobraba ante la mar embravecida, la bendijo, la calmó y luego desapareció.
Existe también otra muy curiosa que sin duda dio origen a una tradición tremendamente vinculada al personaje que llegó a nuestros días. Pues al parecer, en la Diócesis de Mira había un vecino extremadamente pobre que ante tal situación tuvo que tomar la dolorosa decisión de exponer a sus tres hijas vírgenes a la prostitución. San Nicolás en un intento de evitar la citada situación primero lanzó una bolsa de oro por la ventana con la que dotó a la primera y a la segunda de las hermanas. Pero al intentarlo con la tercera se encontró con que aquella ventana estaba cerrada. Nicolás no dudó en un solo momento, se encaramó a la chimenea y arrojó otra bolsa de monedas de oro por la misma, pero estas fueron a caer junto a unas medias que estaban puestas a secar. Circunstancia por lo que desde entonces existe la tradición tanto en su pueblo, como en el resto del orbe cristiano, la costumbre de dejar medias junto al fuego con la esperanza de que 'caiga' algo.
No menos interesante es otra que narra el asesinato de tres niños que fueron arrojados a un barril de sal y que gracias a la oración de San Nicolás fueron devueltos a la vida, razón por la cual se le suele representar en todas sus imágenes con tres niños al lado y por la que fue nombrado patrono de los niños. Además de ser patrono de Rusia, Grecia, Turquía, Sicilia y Ámsterdam.
Sinterklaas / Santa Claus / Papá Noel
Y de patrono de los niños este San Nicolás que usaba “Mitra” de Obispo en vez del famoso gorro rojo, el que por su condición de prelado vestía de rojo, el que vivió en la actual Turquía y no en el Polo Norte, pasó a convertirse primero en Sinterklaas, luego en Santa Claus y por último en Papa Noel. Al parecer todo tiene su origen en que en los países europeos el personaje legendario era conocido como Father Christmas, Pére Noël y Babbo Natale, llegando a España Noel -la castellanización de la palabra francesa Noël-.
Precisamente en Ámsterdam, Holanda, existía la tradición de un personaje llamado Sinterklaas, al que tenía como patrono, y en 1624 cuando los inmigrantes holandeses fundaron la ciudad de Nueva Ámsterdam -posteriormente Nueva York- se llevaron con ellos sus mitos y costumbres. La literatura de se encargó de moldear el resto de la leyenda, en 1809 el escritor Washington Irving escribió Historia de Nueva York. Sinterklaas por efecto de la pronunciación acabó derivando en Santa Claus. Posteriormente el poeta Clement Clarke Moore, en 1823, publicó el poema 'Una visita de San Nicolás', basándose en el personaje de Irving y describiendo a un personaje que surcaba los cielos en un trineo llevado por nueve renos -Rudolph, Donner, Blitcher, Cometa, Cupido, Brillante, Danzante, Centella y Zorro– para entregar regalos a los niños.
Una de las primeras representaciones del Santa Claus norteamericano, barbudo y bonachón, corresponde al caricaturista Thomas Nast, que en 1863 diseñó este personaje para sus tiras navideñas en Harper´s Weekly.
Navidad, ‘Ilusión’ Invicta
Una imagen que acabó convirtiéndose en un reclamo publicitario cuando en 1931, una conocida marca de refrescos encargó al pintor de origen sueco Habdon Sundblom, dotar al personaje de los colores blanco y rojos -más afines a los de la marca corporativa- con el que se acabó perfilando al Santa Claus y Papa Noel que llegó hasta nuestros días. Aquel que al parecer acabo fundiéndose en un mismo personaje, pues a principios del siglo XIX, el Santa Claus estadounidense saltó a Inglaterra y de ahí a Francia, donde su figura se unifica a la de Bonhomme Noël, -origen de Papá Noel-, quien con un gran parecido físico a Santa Claus, vestía de blanco con vivos dorados. Pero que en esencia y a diferencia de todo lo que ha degenerado y desvirtuado su figura desde el primer día en el que se convirtió en un elemento más del capitalismo, el consumismo y el puro marketing, lo que hacía era colmar las ilusiones de los niños. Aquellos seres puros para los que el Sol Invicto, el triunfo de la luz sobre las tinieblas, la Navidad, Papa Noel, los Reyes Magos y tantas otros sueños que vamos perdiendo a medida que crecemos sigan teniendo sentido…