Nuestro hombre nació en Tobolsk (Siberia) en 1834. Su familia era muy extensa ya que contaba, al menos, con diecisiete hermanos. Cierto es que su vida fue complicada desde el principio, ya que en el mismo año de su nacimiento, su padre – director del colegio local – quedó ciego. Asimismo, más adelante ardió la fábrica de cristal de su acaudalado abuelo, que dirigía la madre de Dimitri, sumiendo a toda la familia en dificultades económicas importantes.
Su amor por la ciencia nació siendo un niño, gracias a un químico amigo de la familia y a uno de sus cuñados, exiliado político. Nuestro amigo destacó en la rama de Ciencias desde temprano, pero no en ortografía. Esta circunstancia es muy usual entre los grandes genios. Véase si no el caso de Albert Einstein, a quien en la escuela daban por un niño más bien “estrecho de mollera”. A pesar de la difícil situación de la familia, aliviada en parte por la independización de varios de los hijos mayores, la madre de Dimitri apuesta por su educación, y ambos se trasladan a Moscú junto a la única hermana que aun vivía con ellos en su primer hogar. El objetivo consistía en que el genio en ciernes entrara en la Universidad. Lástima que no se le admitiera por provenir de la helada Siberia. Hoy lo llamamos discriminación y luchamos contra ella, en aquel entonces poco se podía hacer. Ante tal panorama, Dimitri continuó su formación en el Instituto Pedagógico de Moscú.
Si infeliz fue en los estudios, tampoco fue afortunado en el amor. Se casó obligado por una de sus hermanas con Feozva Nikitichna Leschiova en 1862. A pesar de la llegada de tres hijos – uno de los cuales falleció – la unión se rompe nueve años después. Las disputas entre ambos duraron muchos años, ya que Feozva se negaba a concederle el divorcio para que pudiera contraer segundas nupcias con Anna Ivánovna Popova, casi tres décadas más joven que él. Finalmente Dimitri encontró la estabilidad. Pero podemos decir que su tortuosa biografía le sirvió para desarrollar una carrera académica muy notable, consiguiendo que Rusia avanzara enormemente como país.
Su labor consistió en estudiar la expansión térmica de los elementos, las desviaciones de los gases reales dentro del marco de la por aquel entonces ya enunciada ley de Boyle-Mariotte. Entre sus contribuciones a la Ciencia también debemos contar el descubrimiento del punto crítico y la formulación más exacta de la ecuación de estado. Aunque, como no podía ser de otra manera, su gran obra fue la clasificación de los elementos, la Tabla Periódica que recibió su nombre. Su intento de organizar los elementos, a la postre definitivo, se adelantó al de Meyer en una carrera por concebir un orden definitivo dentro de los elementos de la naturaleza. El sistema periódico, a grandes rasgos, clasifica los elementos químicos naturales y creados en base a su masa atómica de forma creciente.
El hito de Dimitri solo fue el paso más importante dentro de una cadena que llevaba sumando eslabones desde hacía mucho tiempo. Por ejemplo, Antoine Lavoisier ya había publicado en 1789 treinta y tres de esos elementos ordenándolos según fueran gases, metales, no metales o tierras. La novedad que aportó Mendeléiev respecto a todos los demás es que mostraba dónde había que buscar los elementos aun ocultos. Aun sorprende a algunos que fuera capaz de predecir la ubicación de ciertos elementos, tal como se desprende de unas declaraciones suyas, posteriores a la publicación de su tabla en 1869:
"Falta un elemento en este sitio y, cuando sea encontrado, su peso atómico lo colocará antes del titanio"
Sí, Mendeléiev dejó varios huecos en blanco, sabedor de que habría nuevos elementos que añadir a su lista en el futuro. Alteró el orden de las masas para ordenarlos según sus propiedades, pero era consciente de que el mundo podía contener más elementos ocultos para sus contemporáneos. Ese es otro de los grandes méritos de algunos científicos: saber que sus leyes quizá no sean inmutables, teniendo cabida nuevas formulaciones en ellas.
Aunque aun no hemos desvelado el motivo fundamental de la creación de la Tabla Periódica. Éste es, amigos y amigas, un sueño. Al igual que ocurrió con Zenódoto en mi anterior artículo, Dimitri fue presa de un trance onírico que cambiaría el curso de la Historia tal como la conocemos. Se cuenta que nuestro amigo investigaba incansablemente dentro de su laboratorio, tanto como para pasar semanas enteras sin apenas salir de él. En el momento que nos interesa retratar, Mendeléiev se encontraba trabajando en la que sería su gran obra, Química Orgánica. El cansancio no es algo que podamos esquivar, y éste alcanzaba al ruso en pleno laboratorio, donde acostumbraba dormir.
Llevarse preguntas a la almohada dio un espectacular resultado en aquella ocasión, ya que aquella noche, dentro del trance onírico, visualizó una estructura de tabla con columnas e hileras, viéndose luego a si mismo eufórico, quizá más que nunca. Imaginamos que debió despertarse sobresaltado, con aquellas imágenes aun brotando sin control de su cabeza. Siempre es bueno tener a mano papel y lápiz, porque nunca sabemos cuándo llegará la inspiración. Fue una suerte para todos nosotros que Dimitri tuviera esos elementos a mano, ya que lo anotó todo antes de que se borrara de su memoria.
¿Cuánto hubiera tardado en aparecer una Tabla Periódica tan importante como la de Mendeléiev de no haber sido por ese sueño? ¿Hubiera resuelto Meyer el problema? Eso es algo, amigos y amigas, que nunca sabremos. Porque los genios parecen destinados a conseguir grandes avances en los momentos más insospechados. Suerte que, en ocasiones, los sueños logren mostrar con nitidez lo que hace falta para alcanzar nuestros objetivos.
Fuentes:
-https://es.wikipedia.org/wiki/Dmitri_Mendel%C3%A9yev
-http://www.astromia.com/biografias/mendeleyev.htm
-http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=mendeleiev-dimitri-ivanovich