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Introducción
Tras la conclusión de la Primera Guerra Mundial en noviembre de 1918, el gobierno japonés comenzó a sopesar la posibilidad de autorizar una serie de programas de desarrollo y creación de armamento biológico con el fin de ser empleado en futuras confrontaciones bélicas en las que pudiese verse envuelto. Para ello se basaron en proyectos y estudios realizados previamente en Europa, cuyos efectos se dejaron sentir en el desarrollo del primer gran conflicto mundial.
Las máximas autoridades del gobierno nipón acabarán dando luz verde al desarrollo de tales programas, fundando un grupo de investigación conformado por cuarenta destacados científicos que dirigidos por el Dr. Ito y supervisados a su vez por el comandante Terunobu Hasebe, contando para ello con un centro de investigación y desarrollo localizado al sur de la ciudad de Harbin, en la Manchuria ocupada por el Ejército Imperial japonés desde febrero de 1932.
A fines de ese mencionado año, el centro comenzará sus primeras investigaciones bajo el estricto control de la unidad Kamo-Togo, una división del Ejército Imperial dedicada al desarrollo de distintas armas biológicas. Aunque de acuerdo con las directrices oficiales el objetivo de las investigaciones llevadas a cabo en Harbin estaban dirigidas a la prevención de epidemias y a garantizar el suministro regular de agua potable al denominado Ejército de Kwantung, sus proyectos eran mucho más ocultos y siniestros de lo que cabría imaginar en un primer momento. El oficial designado para coordinar las operaciones en Manchuria fue Shiro Ishii, teniente-general del cuerpo médico del Ejército Imperial.
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I. Shiro Ishii : el "médico del diablo"
Nacido el 25 de junio de 1892 en la localidad japonesa de Shibayama, en la Prefectura de Chiba, Shiro Ishii cursó la carrera de Medicina en la Universidad Imperial de Kioto. En 1921 será reclutado por el Ejercito Imperial con la graduación de teniente médico, y al año siguiente fue trasladado al hospital militar del Primer Ejército y a la Escuela de Medicina de Tokio, en donde se ganará el favor de sus superiores gracias a los excelentes resultados obtenidos como fruto de sus investigaciones médicas. En 1924 regresará a la Universidad Imperial de Kioto para cursar sus estudios de postgrado, siendo ascendido a capitán médico un año más tarde, y en 1927 entrará a formar parte de una división del ejército japonés encargada del estudio y desarrollo de armamento biológico.
A comienzos de 1928 fue nombrado agregado militar en Europa y Estados Unidos durante un periodo de dos años con órdenes de recopilar toda información relevante sobre los efectos provocados por la utilización de armamento bioquímico desde la Primera Guerra Mundial. La misión encomendada a Ishii resultó ser un rotundo éxito para los intereses nipones, lo cual le hizo ganarse la admiración y respeto de Sadao Araki, ministro de la Guerra, que le propuso para un ascenso al grado de mayor médico en 1931. En 1932 se le confió el mando del Laboratorio de Investigación y Prevención Epidémica del Ejército Imperial en la fortaleza de Zhongma, un campo de prisioneros situado en las proximidades de Beiyinhe, una pequeña localidad situada a 100 kilómetros al sur de Harbin. La carrera militar de Ishii fue en ascenso, y en 1935 será nombrado teniente-general médico. En 1936 recibirá instrucciones del alto mando militar para dar forma a lo que se conocerá como la Unidad 731.
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II. Antecedentes de la Unidad 731
Además de contar con el apoyo incondicional del ministro Araki, Ishii supo ganarse la confianza del rector del Colegio Militar de Medicina de Tokio, Chikakiko Koizumi, que aprobó sin reservas un programa de experimentación biológica que sería desarrollado por Departamento de Inmunología, creado por el propio Ishii en los últimos años de la década de 1930.
Entre los cometidos del mencionado departamento se encontraban, entre otros, la prevención de enfermedades entre las tropas japonesas, aunque el más importante no era otro que el estudio y creación de sistemas de propagación epidémica. Los primeros experimentos, llevados a cabo en animales, fueron prometedores, pero Ishii estaba ansioso por verificar su efectividad en seres humanos, para lo cual pidió autorización a sus superiores. Debido a conflictos éticos y a la prohibición expresa de realizar cualquier investigación médica con seres humanos en territorio japonés, la petición fue denegada.
La invasión japonesa de Manchuria, que había tenido lugar a fines de 1931, será aprovechada más tarde por Ishii para satisfacer sus deseos, debido en gran medida a un ambiente más proclive a la realización de experimentos médicos en seres humanos, que en este caso, tendrían lugar en territorio chino y sobre prisioneros de guerra de esa nacionalidad, aunque no serán los únicos.
Los primeros experimentos en seres humanos se realizaron en un edificio de grandes dimensiones situado en lo que había sido Beiyinhe, que había sido destruida por el Ejército Imperial y sus habitantes deportados a distintos campos de concentración en Manchuria. Ese edificio, conocido como la fortaleza de Zhongma, contaba con un campo de prisioneros rodeado por grandes muros de tierra de tres metros de altura coronados con alambre de espino electrificado, así como con trincheras y puentes levadizos alrededor de cada uno de los edificios que componían el complejo, que en su interior albergaban un número indeterminado de pequeños laboratorios, oficinas, barracones, comedores, almacenes, polvorines, crematorios y celdas.
Para la construcción de la fortaleza de Zhongma, el Ejército Imperial empleó como mano de obra a los prisioneros de guerra chinos, que eran obligados a acceder al lugar con los ojos vendados con el fin último de mantener el proyecto en secreto. Aquellos destinados a zonas del complejo consideradas ultra secretas, como por ejemplo los laboratorios médicos situados en las proximidades de los barracones de prisioneros, acabarían siendo ejecutados. Entre los recluidos en Zhongma había criminales comunes, miembros de la resistencia anti japonesa, disidentes políticos y cualquier persona que fuese considerada como "elemento subversivo" por el Kempeitai. En conjunto, las instalaciones en Zhongma podían albergar al mismo tiempo un millar de prisioneros.
Durante su funcionamiento, Zhongma acogió varios experimentos médicos en humanos. Antes de tomar parte en ellos, los prisioneros eran bien alimentados con arroz, trigo, carne, pescado y bebidas alcohólicas, todo ello con el objetivo de realizar los distintos experimentos en sujetos lo más sanos posible. Muchos de esos prisioneros fueron desangrados durante días para comprobar su deterioro físico y mental mientras se les privaba de agua y alimento; a otros se les inocularon microbios y bacterias para estudiar el desarrollo de las infecciones y posteriormente realizar vivisecciones. La esperanza media de vida de un prisionero no sobrepasa el mes, y los pocos que lograron superar ese tiempo, fueron utilizados en los experimentos médicos y ejecutados tras su realización.
En agosto de 1934, coincidiendo con la celebración de un tradicional festival veraniego durante el cual se obsequiaba a los presos con raciones extra de comida, se había producido un intento de fuga protagonizado por varios prisioneros. Uno de ellos, llamado simplemente Li, pese a su mal estado de salud, logró neutralizar a uno de los guardias y robarle las llaves, que utilizó para liberar a cuarenta de sus compañeros. Diez de ellos acabaron siendo abatidos por los soldados japoneses, mientras que muchos otros fueron nuevamente apresados y castigados severamente sin recibir alimento. Los pocos que lograron escapar dedicaron todos sus esfuerzos en denunciar los abusos que tenían lugar en Zhongma. Para acallar los cada vez más insistentes rumores sobre sus actividades, en 1936, las fuerzas de ocupación japonesas en Manchuria tomarán la decisión de trasladar las instalaciones en Zhognma a Pingfan, a 24 kilómetros al sur de Harbin. A partir de ese momento, el proyecto pasará a ser conocido como Unidad 731, y contará con más recursos para sus investigaciones biomédicas, incluyendo seres humanos.
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III. Aparece la Unidad 731
Fruto de la promulgación de un mandato imperial, en 1936 se crearon dos unidades de investigación, siendo una de ellas la Unidad de Prevención Epidémica y de Purificación de Agua del Ejército de Kwantung, bajo la dirección de Ishii. Esta sección especial del Ejército Imperial se estableció en las nuevas instalaciones erigidas en Pingfan. En junio de 1938, las instalaciones ocupaban una extensión de 32 km2 , trabajando en ellas 3000 científicos y técnicos japoneses. A partir de 1941 será conocida como Unidad 731. La otra fue denominada Sección de Prevención de Enfermedades Veterinarias del Ejército de Kwantung, bajo el mando de Yujiro Wakamatsu. Esta unidad llevó a cabo sus actividades en la localidad de Mengchiatun, y posteriormente sería conocida como Unidad 100, desarrollando una serie de experimentos muy similares a la Unidad 731.
El 13 de agosto de 1937, y ante la indiferencia de las potencias occidentales, el Ejército Imperial japonés utilizó por vez primera armamento bioquímico contra el ejército chino, y continuaría haciéndolo posteriormente en al menos otras cinco ocasiones.
El 4 de octubre de 1940, la fuerza aérea japonesa lanzó varias bombas bacteriológicas sobre la población de Chuhsien, provocando 21 muertes. El 29 de octubre de ese mismo año, un nuevo ataque aéreo similar al anterior se produjo en Ningpo, cavando con la vida de 99 personas. El 28 de noviembre de 1940, los Aliados tuvieron conocimiento de estas acciones emprendidas por el Ejército Imperial, que ese mismo día atacaban por aire Chinchua sin provocar bajas.
En enero de 1941, la fuerza aérea japonesa atacará con armas bioquímicas las poblaciones de Suiyan y de Shasi, provocando a los habitantes de ambos lugares fuertes y dolorosas erupciones cutáneas a consecuencia del ataque.
Aunque el gobierno estadounidense sabía de las acciones japonesas, no mostró el menor interés por ellas, ya que consideraron que el empleo de ese armamento biológico no supondría ninguna amenaza digna de consideración contra la población de los Estados Unidos. Irónicamente, varios informes de la inteligencia militar norteamericana minimizaban los más que evidentes logros japoneses en el campo de la guerra bioquímica, ya que de acuerdo con varias teorías en boga en aquellos momentos, los asiáticos eran incapaces de desarrollar tecnología punta sin asesoramiento y ayuda occidental. Un artículo periodístico publicado en agosto de 1942 en la revista médica Rocky Mountain, titulado Pruebas de guerra bacteriológica japonesa contra ciudadanos chinos, probará lo profundamente equivocadas que estaban las autoridades norteamericanas respecto al desarrollo tecnológico nipón.
Gracias a los interrogatorios realizados por los norteamericanos a diversos prisioneros de guerra japoneses capturados en el Pacífico Sur, entre los cuales se hallaban varios miembros del cuerpo médico del Ejército Imperial especializados en guerra bioquímica, se llegaron a conocer varios de sus experimentos y el desarrollo de los mismos, mucho más avanzados de lo que habían pensado. El nombre de Ishii y menciones a la Unidad 731, aparecieron durante el transcurso de varios interrogatorios.
Aunque las autoridades norteamericanas no estaban preocupadas por la posibilidad de ataques bioquímicos en su territorio, los japoneses habían logrado desarrollar un ingenioso medio para sembrar el terror en los Estados Unidos mediante el lanzamiento de globos aerostáticos desde submarinos próximos a las costas norteamericanas. El gobierno estadounidense lo consideró ridículo, y no tomaron medida alguna para evitar un posible ataque bioquímico sobre la población norteamericana.
IV. Fin de la Unidad 731
Poco después de la capitulación japonesa en la Segunda Guerra Mundial el 2 de septiembre de 1945, Murray Sanders, teniente coronel del Ejército de los Estados Unidos, viajó desde Fort Detrick, actual centro de experimentación biológica del ejército estadounidense, hasta Tokio para localizar a Ishii y recopilar información sobre las actividades de la Unidad 731. Sanders logró interrogar a algunos miembros del Ejército Imperial relacionados de algún u otro modo con la Unidad 731, entre los cuales cabe mencionar a los siguientes:
Yoshijiro Umezu, jefe de personal del Ejército de Kwangtung.
Coronel Tomosa Sakuda, comandante del Ejército de Kwangtung y diputado del parlamento nipón.
Junichi Kaneko, investigador médico.
Desafortunadamente, fue imposible encontrar rastro alguno sobre Ishii y su paradero tras la guerra.
En octubre de 1945 Sanders logró recuperar suficiente información para evaluar satisfactoriamente las operaciones efectuadas por la Unidad 731, dando a conocer sus conclusiones al general Douglas MacArthur. Los científicos japoneses no solo habían experimentado con prisioneros chinos, sino también con presos de guerra estadounidenses. Tras conocer los hechos, el general MacArthur se limitó a aconsejar a Sanders que se mantuviese callado y siguiese investigando.
Sanders estuvo en Japón durante diez semanas, volviendo a los Estados Unidos tras haberle sido diagnosticada tuberculosis, de la cual no se recuperará hasta 1947. La investigación sobre la Unidad 731 pasó a manos de otro teniente coronel, Arvo T. Thompson, del cuerpo veterinario del ejército norteamericano. Para cuando Thompson llegó a Japón, el Tribunal Militar Internacional para el lejano Oriente había comenzado a juzgar a varios criminales de guerra japoneses. Finalmente, y tras arduas investigaciones, los norteamericanos lograron capturar a Ishii, cuyo arresto fue ocultado a los soviéticos, a los cuales se informó de la supuesta muerte del médico japonés durante su captura, que fue publicada en todos los periódicos de Japón. Incluso se llegó a simular su funeral en Shibayama, localidad natal de Ishii. Ishii fue interrogado por los servicios de inteligencia estadounidenses entre el 17 de enero y el 25 de febrero de 1946.
Sabedor del interés norteamericano en sus investigaciones médicas, Ishii logró negociar un acuerdo satisfactorio tanto para él como para sus más estrechos colaboradores en la Unidad 731. Logró que su historial criminal fuese borrado por completo, viviendo como cualquier otro ciudadano japonés hasta su muerte el 9 de octubre de 1959 a consecuencia de un cáncer de garganta. Tras permanecer algún tiempo en Estados Unidos, Ishii volvió a Japón, en donde fue recibido con grandes honores, postulándose a alcalde de Tokio además de ocupar los puestos de presidente de la Asociación Médica de Japón y del Comité Olímpico japonés. En sus últimos años de vida se convirtió al cristianismo.
Varios de los militares estadounidenses que tomaron parte en los interrogatorios a Ishii y a otros miembros de la Unidad 731 mostraron su más profundo y enérgico rechazo a los pactos firmados con esos criminales de guerra. El propio MacArthur protestó ante el presidente de los Estados Unidos, Harry S. Truman, presentándole su dimisión. El teniente coronel Thompson, apesadumbrado por la culpa, acabaría suicidándose.
De acuerdo con las estimaciones realizadas, el número de muertos en los experimentos de la Unidad 731 podría alcanzar los 20.000.
Una novela del escritor japonés Shusaku Endo, autor de Silencio (1966) recientemente llevada a la gran pantalla bajo el mismo título por Martin Scorsese, titulada El mar y veneno (1958), trata sobre los experimentos médicos realizados por los científicos y médicos japoneses durante la Segunda Guerra Mundial.
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Bibliografía
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Harris, S.H. (2002) Factories of death: Japanese biological warfare (1932-1945) and the American cover-up, New York: Routledge.
Rees, L. (2002) Horror in the East: Japan and the atrocities of World War II, Boston: Da Capo Press.
Rocky Mountain Medical Journal (1942) : https://archive.org/details/rockymountainmed3919colo
Tanaka, Y. (1997) Hidden Horrors: Japanese war crimes in World War II, Boulder: Westview Press.