La Santa Inquisición fue una institución fundada a final del siglo XII en el sur de Francia, durante algo más de seis siglos se extendió por toda Europa llegando incluso a América. Este tribunal eclesiástico se caracterizaba por perseguir en nombre de la Iglesia católica y en defensa del cristianismo a herejes y brujas, para más adelante pasar a perseguir también a homosexuales y protestantes.
Una vez eran capturadas, las víctimas de la Santa Inquisición eran ajusticiadas de formas muy violentas y sumidas en largas y dolorosas torturas. Innumerables fueron los cadáveres que dejó durante su existencia, de hecho, es por lo que hoy día es recordada, pero ¿hasta qué punto llegaba su violencia? ¿Cómo de violentas y dolorosas eran sus torturas? Y lo que es peor, ¿qué cabeza retorcida fue capaz de imaginarlas? Muchas de estas preguntas siguen siendo un enigma en la actualidad, sin embargo de lo que no cabe duda es que las películas más descabelladas y sanguinarias pueden estar perfectamente inspiradas en las que llevó acabo la Santa Inquisición.
Aquí solo una muestra teórica de los resquicios que podemos rescatar del pasado para conocer, para casi experimentar el dolor que muchos de los ajusticiados padecieron. Si eres de estómago sensible, no continúes leyendo.
Personajes como Galileo Galilei, Johannes Kepler o Juana de Arco, fueron envueltos en juicios ilegales donde no permitían su defensa, quemados vivos en la hoguera, llevados a garrote vil, a la guillotina o a la horca ante la atenta e implacable mirada de la sociedad del momento. Sin embargo, aunque eran de las consideradas más habituales, ni la horca, ni la hoguera son comparables a las siguientes torturas, de las cuales la Santa Inquisición también hizo uso.
Una práctica a su vez muy habitual y conocida de la época era la Doncella de Hierro, un sarcófago cuyo interior estaba provisto de estacas metálicas que tenían la opción de intercambiarse de lugar y conforme éste iba cerrándose, las estacas se clavaban lentamente en la víctima provocándole una lenta agonía.
Ser homosexual en la época inquisitoria sí que debió provocar cuanto menos pavor, pues las prácticas utilizadas con acusados de homosexualidad sobrepasaban los límites de la crueldad y la violencia. Un par de ejemplos son la Sierra y la Cuna de Judas. En la Sierra se colocaba al acusado boca abajo (para evitar el desangramiento y que permaneciera consciente por más tiempo) y se procedía a cortarlo por la mitad. Respecto a la Cuna de Judas, usada sobretodo para confesiones, el acusado era levantado con ayuda de unas cuerdas y lo dejaban caer brutalmente sobre una pirámide con punta de metal, lo que provocaba daños en testículos, cavidad rectal o vaginal.
La injusticia de sus torturas además de la violencia y la crueldad empleadas, residía en que muchas de sus víctimas fueron brutalmente ajusticiadas por ser científicos, médicos o profesores, especialistas, en definitiva, cuya labor se basaba en aprender y exponer sus aprendizajes. Ésta fue la forma que encontró la iglesia católica para mantener la fe cristiana, ser dueña y dominar el orden que ellos mismos establecieron.
Con tan trabajada publicidad, ¿cómo no sucumbir al cristianismo de la época?