Thomas Alva Edison solía decir que cuando algo no funciona siempre hay otra solución, que el secreto estaba en la persistencia, la paciencia y la perseverancia. A la edad de 31 años Edison era ya el inventor más famoso del planeta, en su haber ya tenía el invento del fonógrafo siendo conocido mundialmente como el Mago de Menlo Park. Era la quinta esencia del ingeniero norteamericano, brillante, perspicaz, pero también sobresalía por otra capacidad, era extraordinariamente terco y pragmático en el mundo de los negocios.
El invento de la bombilla
En aquella época su capacidad como inventor no tenía parangón, pero estaba enfrascado en la invención de un objeto que cambiaría el curso de la historia. Estaba obstinadamente decidido a crear una fuente de luz barata capaz de reemplazar las lámparas de gas y que funcionara con electricidad. Fueron cientos los intentos fallidos pero en octubre de 1879, encontró el elemento que permitió a su bombilla dar luz de forma estable, segura y repetida: el carbón. El uso del filamento carbonizado resolvió la ecuación de la bombilla eléctrica, pero la citada invención era tan solo la mitad de la solución del problema, puesto que a partir de la misma había que reemplazar la luz de gas y llevar su invento a las ciudades y casas, o sea, transportar a grandes distancias la electricidad, algo que con el uso de la corriente continua supuso un serio y costoso problema. Debía de desarrollar una industria absolutamente nueva, hacer todo un sistema de generación y transportación cableada de la electricidad.
Nikola Tesla, una mente superior
Ajeno a todo ello, Edison desconocía la existencia de otro genio que incluso le llegaría a superar. De origen humilde, nacido en el modesto Smiljan, hoy Croacia, pero por entonces perteneciente al imperio austro-húngaro, Nikola Tesla no fue un niño más, sino un hombre que vino al mundo para cambiar el curso de la historia de la humanidad. Cursó sus estudios en Austria y en la República Checa, su padre fue sacerdote de la Iglesia Ortodoxa Serbia, pero Nikola heredó su cociente intelectual de su madre, que sin haber cursado estudios demostró poseer una memoria prodigiosa.
Para Tesla su materia favorita eran las matemáticas, de hecho era capaz de hacer cálculos integrales mentalmente, pero si por algo se destacó fue por su capacidad para resolver problemas y visualizar soluciones con imágenes, que con posterioridad plasmaba tanto física como mecánicamente. La ingeniería se convirtió en su gran obsesión, llegando a concluir la carrera en solo tres años y sorprendiendo a profesores que se veían superados por las deducciones de un genio que dedicó su vida a la experimentación eléctrica. Estudió ingeniería eléctrica en Graz, en esta etapa se dedicó de tal manera a la investigación que puso en peligro su salud. Trabajó denodadamente en demostrar las limitaciones de los motores de corriente continua, debido a la necesidad del uso de colectores. Por ello desoyendo a sus profesores, que enseñaban como dogma que era imposible desarrollar motores y generadores de corriente alterna, se entregó por completo a revolucionar el mundo de la electricidad.
El visionario del motor y la corriente alterna
En esencia Tesla era un visionario, un soñador capaz de visualizar en su mente prodigiosa los avances tecnológicos consiguiendo convertirlos en algo real. Un generador crea una corriente eléctrica que revierte su flujo periódicamente y en aquella época la corriente eléctrica se generaba al canalizar la corriente en una sola dirección: corriente continua. En febrero de 1882 todos sus estudios dieron su fruto, Tesla consiguió emplear la corriente alternante de un generador, la corriente alterna, con mayor potencia y eficacia para la producción, pero con la particularidad y el problema de que era algo absolutamente revolucionario, que antes se había hecho jamás. Su radicalidad y su condición soñador le sirvieron para visualizar una tecnología que otros ni imaginaron: el motor de corriente alterna.
La Edison Electric Light Company, la aventura más grande
Paralelamente a ello Edison trabajaba en su sistema, en la Edison Electric Light Company, planteándola a los inversores como algo seguro y sencillo. El principal valedor de Edison era el banquero J. Pierpont Morgan y los convenció de que su sistema sería el modelo estándar para iluminar los hogares. Eran las tres de la tarde del 4 de septiembre de 1882, cuando Edison puso en marcha la que consideró como “la aventura más grande de mi vida". La primera central eléctrica de la historia estuvo ubicada en Nueva York, en la calle Pearl, con 85 hogares, tiendas y oficinas que se iluminaron súbitamente con 400 bombillas incandescentes. Reunidos en una oficina de Wall Street, fueron testigos de cómo a las siete de la noche la luz eléctrica maravilló y dio luz en las cercanías del diario The New York Times.
Como buen hombre de negocios eligió la zona financiera, el margen del estrecho East River en busca de patrocinadores. En dos años Edison construyó 18 plantas generadoras de electricidad nuevas, pero el mayor inconveniente del sistema de generación de corriente continua de Edison, de sus plantas generadoras, consistía en que solo podría estar al alcance de grandes compañías, ciudades densamente pobladas y clases altas, pues la distancia máxima en la que se podía distribuir electricidad estaba establecida en un radio de poco más de 800 metros.
Los planes de Tesla
Al otro lado del planeta, en una de las fábricas de Edison de Paris, Tesla tenía una idea diferente, la de su motor de corriente alterna en el que trabajó durante años hasta que llegó a conseguir un prototipo que funcionaba. Pero para probar su idea, debía viajar a los EEUU y convencer al científico más famoso y eminente del mundo: Thomas Edison. El proceso de cableado del mundo con corriente continua parecía imparable y era considerado por Edison algo inevitable, tanto en términos científicos como económicos, mirando especialmente por su bolsillo. En cambio otro genio tenía otros planes tan diferentes como revolucionarios…
Edison - Tesla, continua - alterna
Fue un momento tremendamente intenso el que se vivió durante el primer encuentro físico, visual, en Menlo Park entre dos de los más grandes genios del siglo XIX y de la historia de la humanidad. En el laboratorio Thomas Alva Edison entró un excéntrico inventor que quiso encontrar en el inventor norteamericano a un espíritu afín, pero que en cambio acabó encontrando a un acérrimo enemigo. Tesla llegó con las mejores referencias, pero como solía hacer Edison con los nuevos que llegaban al laboratorio, le quiso poner a prueba encomendándole la resolución de la avería más compleja: la reparación de un generador plagado de problemas. El primero de su tipo, instalado en el barco SS. Oregón. Tesla se presentó como inventor y como alguien que arreglaba cosas, que solucionaba problemas, y cumplió el trabajo con una facilidad asombrosa.
Tesla consiguió ganarse la confianza de Edison, que reconoció al instante las cualidades de innovación de Tesla, capaz de aportar soluciones por caminos absolutamente distintos a los ingenieros de su tiempo. En cierto sentido le tenía admiración, pero a su vez temía que estaba ante un talento superior. Nikola Tesla sabía que su método de corriente alterna podía viajar mucho más lejos, pero su idea iba en contraposición del imperio que estaba creando Edison. Edison era un genial inventor con la mentalidad de un comerciante, en cambio Tesla era un genial inventor con la mentalidad de un revolucionario, sus ideas siempre buscaban revolucionar el mundo de la ciencia y hacerla llegar a todas las casas del mundo.
La ruptura con Edison y el comienzo de la guerra
El único inconveniente con el que se encontraba Tesla era que en aquella época, con las corrientes, los voltajes que se trabajaba, la corriente alterna parecía mucho más peligrosa. Pese al inconveniente, Tesla quiso presentar su motor de corriente alterna a Edison, le habló de una sola estación central con un solo generador: un generador de corriente alterna. Algo que rechazó de plano, indicándole que si quería impresionarle debía mejorar el sistema Edison de corriente continua, prometiendo a Tesla un premio económico. Frustrado salió del laboratorio, pero decidido a mejorar el sistema Edison, algo que consiguió hacer. Acortando los núcleos magnéticos descubrió que podría triplicar la producción de los generadores, pero presentó su proyecto a Edison y fue ninguneado por el eminente científico. Tremendamente ofendido se marchó del laboratorio de Edison para no volver jamás y convertirse en su mayor rival histórico. Aquél día nació la guerra de las corrientes, la guerra por el futuro de la energía, la guerra entre Edison y Tesla.
Edison llegó a ser conocedor de que el planteamiento científico de distribución eléctrica de Tesla podría acabar con su imperio energético, con su sueño americano, pero su terquedad, y su ego le impidieron escuchar al otro gran genio de su generación. Dos mentes privilegiadas trabajaron juntas, Tesla llegó en un momento a ser mano derecha de Edison, en su laboratorio, pero Edison jamás quiso aceptar que pudiera existir alguien superior a él.
De las zanjas a iluminar el mundo
Tesla se vio en la calle, llegó incluso a trabajar en las zanjas que abrían las canalizaciones del cableado de corriente continua de Edison, en las que hablaba incesantemente de que él podría diseñar una planta con un rango cien veces más amplio por una fracción del costo. Estos comentarios llegaron a los oídos del superintendente del proyecto de excavación de zanjas, que le invitó a presentar su proyecto a su amigo: un financiero de Wall Street. A Tesla le llegó su oportunidad, pero debía demostrar su método de corriente alterna de manera atractiva, y para eso Tesla era también un genio. Era más que un genio, sus demostraciones tenían simplemente magia, su campo magnético giratorio sin cables dejó boquiabiertos a los inversores. Lo hizo con un huevo de cobre que giraba sobre un campo magnético, mostrándolo como analogía de un motor.
Iluminar el mundo e impulsar máquinas.
Nikola tenía todas las claves pero debía perfeccionar su sistema, primero encontrando la forma de amplificar la potencia, pues la corriente alterna viaja en ondas con pausas entre los picos. Por ello en su imaginación prodigiosa visualizó una segunda señal que completó las pausas, fuera de sincronía con la primera. El siguiente problema con el que se encontró fue la peligrosidad de trabajar con 100.000 voltios, una cuestión que solucionó con la utilización de un invento europeo: el transformador, capaz de reducir el voltaje a los 110, siendo ya por tanto mucho más seguro para su utilización en los hogares de todo el planeta. Pero Tesla no solo probó que la corriente alterna tenía la capacidad de iluminar el mundo, sino que poseía la capacidad de impulsar máquinas. Por ello presentó su motor de corriente alterna sin conmutadores, con dos fases y 1/5 de cv de fuerza. Aquel motor llamó la atención de George Westinghouse Jr., uno de los magnates más importantes del país. En julio de 1888 el magnate del ferrocarril le ofreció cinco mil dólares por una opción de sesenta días. Sesenta mil en total cubriendo los gastos legales, pero Tesla lo rechazó y le pidió por cada cv de fuerza dos dólares con cincuenta centavos. Westinghouse aceptó, pagando el equivalente moderno de dos millones de dólares para asegurar los derechos de las patentes de Tesla. El inventor europeo patentó numerosas y flamantes invenciones más eficaces, económicas y útiles que las de corriente continua de Edison.
La guerra sucia de Edison
Edison estaba perdiendo la batalla, se ponía en peligro su dinero y especialmente su reputación personal, algo a lo que Edison no estaba dispuesto a aceptar. Entonces comenzó la guerra sucia, la campaña fratricida que inició para demostrar la peligrosidad, la condición de letal de la corriente alterna, tanto para el ser humano como para los animales. Llegó a electrocutar elefantes y perros por todo el país con corriente alterna para acabar con su rival, de hecho gran parte de la población veía la corriente alterna como un peligro potencial en las calles de la ciudad. Pero el grado más alto de la guerra sucia contra Tesla llegó el 6 de agosto de 1890, en la prisión de Ausburn. A petición del Estado de Nueva York, Edison recomendó la silla eléctrica de corriente alterna, el sistema de su gran rival, para ejecutar a criminales. Mil voltios atravesaron al asesino convicto William Kemmler; la muerte fue espantosa y el convicto no murió de forma instantánea, pero el trabajo sucio ya estaba hecho.
Edison calificó a la corriente alterna como la corriente de la muerte y la batalla volvió a decantarse del lado de Edison, por lo que tanto Westinghouse como Tesla precisaron de una victoria pública importante para ganar la guerra. Un duelo que acabó representándose en uno de los saltos de agua más famosos, bellos y grandes del planeta: las cataratas del Niagara. La compañía eléctrica de las cataratas buscaba una forma de aprovechar los casi 6300 cúbicos de agua que fluyen por las cataratas cada segundo y generar la electricidad equivalente a la de un millón de toneladas de carbón por año. En ese momento sucedió algo inesperado para Edison, sus inversores le abandonaron y comunicaron que Edison Electric pasaría a llamarse General Electric, presentando su proyecto a la comisión de las cataratas. A espaldas de Edison la junta decidió que la corriente alterna era la mejor opción, así que lo eliminaron de sus planes, perdiendo la confianza y el control de su imperio.
La batalla del Niagara
En la batalla del Niagara, Edison se quedó fuera, mientras Tesla presentó la propuesta de Westinghouse. Como siempre de forma brillante, convenciendo a la comisión y otorgando el contrato a la compañía para la que trabajaba el científico europeo. Tesla había ganado la batalla más crucial, pero en el momento en el que Tesla (que llegó a registrar más de 700 patentes), podría haber disfrutado su denodada lucha, su tremenda genialidad, tuvo que renunciar a casi todo. La compañía Westinghouse había llegado a un acuerdo económico con Tesla, pero pagar el monto de las licencias de Tesla fue un reto económico que la multinacional no pudo asumir. La guerra por la electricidad y las batallas legales con Edison les llevó prácticamente a la bancarrota. La única solución para que Westinghouse siguiera apoyando la idea de la distribución de corriente alterna de Tesla, fue que este condonara la deuda a la compañía y renunciara a los millones de licencias en pago a los que tenía derecho, a toda su fortuna y patentes. Todo por salvar su visión de la corriente alterna.
¿Quién ganó realmente la batalla de la genialidad?
De esta forma su trabajo fue aprovechado por otros para amasar grandes fortunas. Tesla acabó sus días a la edad de 87 años en un hotel de Nueva York, prácticamente en la pobreza, tristemente olvidado y padeciendo en mayor grado una enfermedad que le acompañó durante casi toda su vida, el TOC, trastorno obsesivo compulsivo. Solo y desposeído, vencedor y perdedor de la guerra de dos de las mentes más brillantes de la historia de la humanidad. La guerra entre el Mago de Menlo Park con más de mil patentes a su nombre, contra la de un genio posiblemente superior que le infringió la derrota más dolorosa de su carrera, la de la batalla de la genialidad.