Dos de las principales manifestaciones de la cultura romana y la romanización son la presencia en cualquier ciudad de un teatro y un anfiteatro. En Gades, el teatro salió a la luz en los años 80 y hoy día sigue en proceso de conservación y excavación, siendo uno de los principales hitos de la arqueología gaditana a finales del siglo XX. El segundo, sin embargo, no dejó rastro material alguno o al menos hasta ahora no se ha encontrado, aunque como veremos en este artículo, compendio de otros trabajos más específicos como el de Óscar Lapeña Marchena o Juan Antonio Fierro, es teóricamente fácil de localizar, aunque hoy día está engullido por la urbe. Aún así vivió siglos aislados de la ciudad y por eso duró al aire libre hasta mediados del siglo XVII.
Su construcción debe ser vista en el marco de desarrollo de la ciudad con el nacimiento de la Neápolis, en el paso de la ciudad púnica a la romana, adquiriendo una estructura romana de hecho, que hasta ese momento era púnica. En la financiación del proyecto participaría la élite local, destacando la familia de los Balbo. Concretamente, Balbo el menor intentará establecer en su ciiudad la fisionomía que Augusto procuraba para Roma y en la que el propio Balbo colaboró con el teatro en el 13 a.C., Templos, foros, termas, teatro y anfiteatro dibujarán el perfil de la ciudad romana.
La ciudad romana de Gades abarcaría desde los límites del canal Bahía-Caleta hasta el área que hoy ocupa la plaza de San Juan de Dios y el Barrio de Santa María; la necrópolis del Arrecife de Puerta de Tierra y el Anfiteatro señalarían sus fronteras.
En cuanto a la datación de la Neápolis, y por lo tanto del anfiteatro, hay que situarla en el último tercio del siglo I a.C., siendo un largo proceso que posiblemente coincide con el desempeño del cuatorvirato de Balbo en Gades. El emplazamiento podemos situarlo alejado del núcleo urbano, junto a la necrópolis y a un lado de la calzada que comunica con la ciudad. Desconocemos si el edificio disponía de instalaciones anexas.
Su construcción fuera de la ciudad corresponde en primer lugar a la necesidad de un terreno para un edificio de esa magnitud y también a cuestiones de seguridad, temor a los animales salvajes o posibles disturbios nacidos en las gradas que pudieran expandirse.
Las primeras noticias en las fuentes clásicas de manera indirecta sobre el anfiteatro la tenemos en Lucio Junio Moderato Columela, que en su De Re Rustica habla que a mediados del siglo I d.C. se llevaban hasta Gades animales para los juegos que allí se celebraban. Además utiliza el término munera que designa en sentido genérico a los combates de gladiadores, ejecuciones y venationes. También Asinio Polión, hablando de la crueldad de Balbo el Menor, menciona que un soldado de Pompeyo, de nombre Fadio, había combatido dos veces en la arena y Balbo le pidió que lo hiciera otra vez a lo que el soldado se negó refugiándose en el público que lo apoyó, aunque no le sirvió pues Balbo lo apresó y lo enterró medio cuerpo en el lodo prendiéndole fuego ante todos.
Las lápidas de los gladiadores encontradas en Cádiz apoyan la cronología de Columela, lo que nos permite saber que durante los siglos I a.C. y I d.C., la ciudad mantuvo un ritmo importante en la celebración de espectáculos, ignorando el rumbo de épocas posteriores.
Todos estos datos hacen que se piense que el anfiteatro fue levantado con anterioridad al 40 d.C. y dentro por lo tanto del proyecto urbanístico de los Balbo.
La pervivencia de sus restos visibles en épocas tardías como el siglo XVI, pone de manifiesto que el edificio se mantuvo al margen del proceso de reaprovechamiento que padeció la ciudad y que la reutilización de sus materiales fue paulatina en el tiempo, aunque quizás más devastadora que en los edificios que fueron engullidos por la urbanización en primer lugar. Los primeros materiales que desaparecieron fueron los suntuosos.
En 1544, siguiendo un artículo de Óscar Lapeña, un viaje misional patrocinado por Bartolomé de las Casas recala en Sanlúcar de Barrameda antes de continuar su destino. Varios de los religiosos marchan hacia Cádiz para visitarla. Fray Tomás de Torres recoge el recuerdo de esos días, hablando de una estatua de Hércules y un letrero en el anfiteatro, llamado teatro por el fraile.
Sabemos que era visible hasta bien entrado el XVII, entre otras cosas por el grabado de Antono Van Wingaerde de 1567, y también la planta anónima de 1609, donde se representa junto a la Huerta del Hoyo. Pero el autor que más descripciones ha recogido del anfiteatro es Agustín de Horozco en su historia de la ciudad de 1598:
" Muy cerca y frontero de las alberca en que, como se á dicho vaciaba el agua que se traía por los caños del Tempul, se parecen hoy todos los cimientos i paredes de un teatro redondo igualmente por todas partes de 120 pies de convejo a convejo, o vacío de pared a pared i 360 de cerco i redondo la pared fortísima de mampostería ancha como de tres varas. Lo más alto por lo exterior como dos estatuas de hombre, i por lo interior mucho más hondura; si ya no fue círculo adonde se corrían los toros. Aun en la memoria de los que hoy viven se conserva la voz de aver oido a sus mayores que se conocio este edificio casi entero con muchas gradas i algunas columnas i una torre cerca del, i que todo ello considerablemente se desbarato para aprovechar sus piedras en el castillo, que hoy esta en la villa, en tiempo que fue del marqués, que le renovó i acrecento, i en este sitio del circulo estuvo después una huerta i le llamaban la huerta del Hoyo...". Luego Horozco sigue hablando del cegamiento a partir de 1587 para asumir la función de casa para los soldados de presidio, y vuelve a hacer una alusión del fin de las aguas de Tempul y del anfiteatro.
También Fray Pedro de Abreu en 1610 nos menciona un lugar ahora abandonado y nos dice "Ese circulo era el coliseo, donde celebraban sus fiestas y regocijos los gaditanos..." y vuelve a mencionar la reutilización de las piedras en el Castillo de la Villa.
Suárez de Salazar en sus Grandezas y Antigüedades de la isla de Cádiz, también nos dice "vengo del amphiteatro, de que oy tenemos conocidas reliquias el quel está llegado a la Puerta del Muro o de Tierra, entre los almazenes de agua del Tempul, y los Quarteles de Alojamiento..." y nos sigue haciendo una descripción del teatro hablándonos del Podiu, donde se sentaba la gente de más cargo y de la Arena o Cavea.
El último en mencionarlo es Fray Jerónimo de la Concepción en 1690 en su obra Cádiz ilustrada, emporio del orbe, siguiendo las pautas de los anteriores.
Desde el punto de vista actual, el anfiteatro estaría situado entre la Puerta de Tierra y las primeras caas del barrio de Santa María, aprovechando el desnivel del barrio y su altura en la ciudad, aunque no podemos descartar que el frente del barrio desde la Puerta de Tierra tiene un perfil ovalado y quizás sus edificaciones estén sobre el viejo edificio.
Sus dimensiones, según nos exponen los escritos estudiados, serían de carácter similar al Anfiteatro de Itálica, aunque la capacidad de espectadores quizás aquí demandara un graderío más esbelto.
La detección geofísica podría constatar su presencia sin excavar, pero no podemos saber la importancia de los restos que quedarían si se llegara algún día a la excavación.