La Libertadora del Libertador
Manuela Sáenz en su juventud.

Las guerras de independencia son un terreno fértil para la creación de mitos y héroes populares. Cada una de estas contiendas tiene sus iconos. América Latina no es una excepción, los nombres de Miguel Hidalgo, Agustín de Iturbide, José San Martín, o, sobre todo, Simón Bolívar, brillan con luz propia en el panteón de Hispanoamérica.

Dicen que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer. Este es el caso de Manuela Sáenz, amante, de facto esposa, durante años de Bolívar, cuyo importante papel en la emancipación americana ha sido despreciado por la historiografía, tradicionalmente en manos machistas.

Manuela Sáenz vino al mundo en Quito en el año 1797. Su nacimiento vino marcado por el escándalo, al ser concebida fuera del matrimonio. Su padre, Simón Sáenz Vergara, fue un noble español y capitán de la milicia real. Su madre procedía de una familia de terratenientes de la región y fue recluida en un convento, donde se la pierde la pista, aunque se apunta a que falleció al poco tiempo.

Fruto del escándalo, su padre la entregó a las monjas conceptas, con quienes comenzó su educación. La niña mostraba rasgos de una inteligencia despierta y un carácter resolutivo. Las vacaciones las pasaba en la hacienda paterna, en compañía de su madrastra, quien manifestó un hondo cariño a su hijastra, y su hermanastro, José María Sáenz que alcanzaría una gran importancia en su vida.

Rebeldía precoz

La niña se fue convirtiendo en muchacha. Y en una muchacha ilustrada que aprendió a hablar inglés y francés. Su carácter rebelde se manifestó a los 17 años. Cortando los lazos con su familia, huyó del convento de Quito donde cursaba sus estudios superiores. Y es que Manuela Sáenz se había enamorado de un joven oficial del ejército realista llamado Fausto D´Elhuyar.

Manuela Sáenz mostró una enorme independencia rompiendo con muchos de los tabúes de la sociedad de su época Manuela estuvo un tiempo amándose con el militar hasta que éste se cansó de él. Rota de dolor, la muchacha no tuvo más remedio que volver a Quito, donde comenzó a ayudar a su padre con la gestión y administración de los negocios familiares. Simón Sáenz se había cansado de los excesos de su hija y consideraba que había llegado la hora de meterla en vereda. Por ello decidió que la muchacha cambiase de aires y residiese con él para ayudarle con sus negocios. Manuela Sáenz culminó su formación y adquirió los modales requeridos para las fiestas de etiqueta de la capital, pero también adoptó otras costumbres como la de fumar o beber que llamaron la atención de su padre y de la sociedad quiteña.

Matrimonio sin amor

Poco después retornó a Lima. Su padre negoció un matrimonio de conveniencia con un acaudalado médico británico llamado James Thorne, mucho mayor que ella. Desolada, Manuela Sáenz no desconocía que Quito no olvidaría el escándalo de su fuga con Fausto D´Elhuyar y que no tenía más remedio que consentir en casarse con el inglés.

El matrimonio se trasladó a Lima. Allí la joven conoció a otra joven ecuatoriana, Rosa Campuzano, con quien entabló una profunda amistad. Por medio de su amiga, Manuela Sáenz entró en los círculos de los rebeldes. Colaboró de forma muy activa en la insurrección. Convenció a su hermano José María, oficial del batallón realista Numancia, a que se pasase a las filas patriotas y con él, toda su unidad. Eso supuso un gran golpe a las fuerzas españolas del Perú.

Una vez liberado Perú, por orden de José San Martín, Manuela Sáenz fue nombrada, junto a otras 112 damas, Caballeresa del Sol en agradecimiento a sus servicios. Pero ella no se conformó con lo conseguido. Cansada de la farsa de su matrimonio, dejó a su marido en Lima y se marchó a Quito. Las fuentes dan dos razones: una, que quiso abandonar a su esposo y adujo la excusa de ayudar a su padre en sus negocios. La otra que se fue a reclamar la herencia de una de sus tías.

Independientemente de cuál fuera el motivo, Manuela Sáenz llegó a Quito a tiempo para presenciar la entrada triunfal de Simón Bolívar en la ciudad. Y allí ocurrió una anécdota que parece sacada de una novela por entregas: según cuentan, la joven lanzó al Libertador un ramo de flores cuando pasaba bajo su balcón, con tan mala suerte que le dio en el pecho. Lejos de enfadarse el militar le sonrió y le saludó.

Relación con Bolívar

Poco después se celebró un baile en Quito al que Manuela estaba invitada. Y allí coincidió con Bolívar, con quien se puso a parlamentar. El flechazo fue total. Tanto que durante doce días, los dos se dedicaron solamente a descubrirse el uno al otro. Pero los avatares de la guerra obligaron a que Bolívar continuase con sus tareas bélicas. Y Manuela Sáenz, desoyendo las llamadas de su marido para que retornase al hogar familiar, le acompañó rumbo a Perú.

Manuela supo convertirse en indispensable para El libertador. No sólo para asuntos de alcoba, si no, todavía más importante, para las labores administrativas. Bolívar la aupó a su estado mayor y la mujer viajó junto al ejército. Comenzó a vestir uniforme militar y participó activamente en batallas como la de Ayacucho, que puso punto y final a la presencia española en el continente.

Manuela Sáenz admiró y respetó a la figura histórica pero, por encima de todo, amó al hombre. Siempre veló por sus intereses. Tras acabar la guerra se marchó a Bogotá, entonces capital de la efímera Gran Colombia, de la que Simón Bolívar era presidente. Allí se dedicó a la militancia en el partido de su, de facto, esposo. Y sobre todo a velar por su seguridad. El Libertador tenía numerosos enemigos políticos ansiosos por ocupar su lugar.

Su amor quedó demostrado en 1828 cuando sus adversarios políticos decidieron asesinar a Bolívar. Al ver a los hombres que, armados con pistolas, habían acudido a asesinar al héroe de la independencia, Manuela Sáenz, resuelta y decidida, desenvainó un sable y les hizo frente. Esto dio tiempo a Bolívar para huir.

Cuando se volvieron a encontrar, emocionado, su amado la dio el mote de Libertadora del Libertador. Sin embargo, el clima político en la Gran Colombia continuaba siendo muy agitado. Tanto fue así que Venezuela se separó de la república en 1830. Bolívar se vio obligado a dimitir y acabó muriendo en Santa Marta a causa de la tuberculosis que le llevaba ya años afectando.

Últimos años

La muerte de su amado fue un gran varapalo para Manuela Sáenz, tanto fue así que se intentó suicidar haciéndose morder por una víbora, como muchos siglos atrás hizo otra gran mujer, Cleopatra. Sin embargo los habitantes de Gauduas lo impidieron. Los sufrimientos de la mujer no habían acabado aún. Su decidido apoyo a Bolívar le había creado la enemistad de los nuevos dueños de la situación política en Colombia, como por ejemplo Francisco de Paula Santander.

Pese a haber gozado de una alta posición social, la Libertadora del Libertador acabó sus días sumida en la más absoluta pobreza Manuela Sáenz fue desterrada del territorio colombiano. Se marchó al exilio a Jamaica, donde residió un año. En 1835 decidió regresar a su patria, Ecuador. Pero el presidente Rocafuerte, temeroso de ganarse el odio de su poderoso vecino colombiano, la revocó el pasaporte expulsándola de su país. Así las cosas, despreciada por todos, la mujer hubo de marcharse a Perú, concretamente a la capital, Lima, donde se dedicó a escribir cartas a Estados Unidos de parte de los balleneros de la zona y vender tabaco o dulces. Pese a la modestia de su casa, fue objeto de visitas ilustres como Garibaldi, Hermann Melville, Ricardo Palma…en 1847, el mismo año que su legítimo esposo moría asesinado, Manuela Sáenz quedó inválida, lo que la sumió en la pobreza.

Precursora del feminismo

Ya en el crepúsculo de su vida, el nombre de la heroína de la independencia se iba olvidando. No sólo fue una de las más firmes defensoras de la independencia, si no que fue una destacada feminista. A costumbres tradicionalmente masculinas como fumar y beber, se sumó el hecho de que vistiese uniforme militar. Manuela Sáenz fue la primera mujer ecuatoriana en vestir pantalones.

El cuerpo de la heroina acabó en una fosa común tras muchas décadas viviendo en el olvido Finalmente, en 1856, a los 59 años de edad, la Libertadora del Libertador moría olvidada por todos tras una epidemia de difteria. Su cuerpo se sepultó en una fosa común y parte de su correspondencia, incluida algunas valiosísimas cartas que se escribió con Bolívar, ardió debido al temor de que estuviesen contagiadas con el virus. Pese a ello se lograron rescatar bastantes documentos. como un trozo de una carta del Libertador a su amada, en la que se puede leer: "El hielo de mis años se reanima con tus bondades y gracias. Tu amor da una vida que está expirando. Yo no puedo estar sin ti, no puedo privarme voluntariamente de mi Manuela."

Reivindicación

Durante muchas décadas se infravaloró u omitió por completo el papel de Manuela Sáenz en la liberación americana. Los pocos historiadores que la mencionaban lo hacían tejiendo en torno a la mujer una leyenda que relegaba su papel a mero adorno sexual. Solamente en los últimos años la figura de la Libertadora del Libertador se está reivindicando en América Latina.

En Argentina, por ejemplo, se le levantó un busto. En Colombia tiene su propia casa museo o da su nombre a colegios. En Venezuela se llevó tierra de la localidad donde murió, Paita, para enterrarla simbólicamente junto al sarcófago de Bolívar. Además se la concedió el rango de generala del ejército bolivariano y se le levantó una enorme estatua.

En cuanto a su país, en 1994 se inauguró en Quito un museo dedicado a su figura y en 2007 se la concedió el rango de generala de honor de la República de Ecuador.

Fuentes

  1. http://es.wikipedia.org/wiki/Manuela_S%C3%A1enz#Los_a.C3.B1os_turbulentos
  2. http://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/saenz_de_thorne.htm
  3. http://www.portalplanetasedna.com.ar/manuela_saenz.htm

Imágenes

  1. Imagen de Manuela Sáenz joven, retrato comienzos del siglo XIX. Foto de José Caruci de AP.
  2. Retrato de Manuela Sáenz, de Francisco Burzi, 2005. Perteneciente a ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas) http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Manuela.jpg
  3. El Libertador (Bolívar diplomático), óleo de 1860 de Rita Matilde de la Peñuela. Colección de Arte del Banco Central de Venezuela.
  4. Batalla de Ayacucho de Martín Tovar y Tovar. Finales del siglo XIX. Colección Tovar y Tovar.
  5. Sello en circulación de Ecuador con la efigie de Manuela Sáenz, de http://filateliadelecuador.blogspot.com.es/2010/05/manuela-saenz-la-libertadora-emision.html
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