75 aniversario de la Guerra de los Mundos
Foto: VAVEL

El 30 de octubre de 1938, Orson Welles como miembro activo de la joven compañía Mercury Theatre, fundada el año anterior y con la cual había montado algunos clásicos shakesperianos como Julio César, puso en práctica el mayor experimento sociológico vinculado a los medios de comunicación conocido hasta esa fecha. Enfrascado en varios proyectos, Welles había recibido la propuesta de Columbia Broadcasting System (CBS) de realizar un programa semanal de una hora con adaptaciones dramatizadas, y en el marco de la misma comenzó a trasladar las pesadillas a los salones de las casas con el influyente poder de su voz e ingeniosos trucos, con efectos especiales de sonido, ambientados mágicamente por las sugerentes partituras de Bernard Herrmann.

Así fue como se dio inicio a la dramatización radiofónica de la novela de ciencia ficción “La Guerra de los mundos” escrita en 1898 por el inglés Herbert George Wells y adaptada a la radio por el guionista Howard Koch. Un acontecimiento histórico que enseñó al mundo que hay que dotar de la virtud de la duda a todo lo que nos llega a través de los medios de comunicación, o cuando menos la necesidad de comprobar e interesarse por la veracidad de los hechos y la información transmitida.

Eran alrededor de las ocho de la tarde en el Estudio Uno de la Columbia Broadcasting en Nueva York cuando la emisión del radio drama dio inicio a los 59 minutos más influyentes de la historia de la comunicación radiofónica. En la introducción del programa se explicó que se trataba de una dramatización de la obra citada, pero muchos no prestaron la suficiente atención y otros se incorporaron a la emisión cuando esta ya estaba relatando los inquietantes sucesos. Orson Wells comenzó a narrar la historia como si de un noticiario se tratara, dotando al relato de una entonación, exclamación, intención y forma de riguroso directo. En ningún momento el genio de Wisconsin fue consciente de los efectos que producirían en la población, pero cuando se produjo la interrupción del falso programa de baile emitido con una orquesta desde el Hotel Park Plaza (Hotel Meridian Plaza), el cebo fue mordido por un porcentaje significativo y revelador de la población norteamericana.

Inteligentemente Welles jugó con esa fina línea que separa la ficción de la realidad, los largos lapsos musicales interpretados por la orquesta de Ramón Roquello desde los salones del ficticio Hotel Park Plaza, fueron interrumpidos estratégicamente para dotar de realismo a la obra: “Señoras y señores, interrumpimos nuestro programa de música de baile para ofrecerles un boletín oficial de la Agencia Intercontinental...”

En ella se relataba la invasión de una raza alienígena que aterrizaba masivamente en New Jersey, y usando una especie de "rayo de calor" y gases venenosos, derrotaba a las fuerzas militares norteamericanas. La narración en tercera persona del profesor Pierson, gozó de tal grado de realismo y credibilidad que todos aquellos oyentes que no escucharon la introducción del programa creyeron que se trataba de una emisión real de noticias, provocando el pánico en las calles de Nueva York y Nueva Jersey. Los primeros despachos informaban de misteriosas explosiones observadas en la superficie de Marte, pero los boletines de noticias acabaron por dotar a la obra de un poder de convicción difícilmente imaginable por todo el equipo que contribuyó a que Welles se convirtiera en el personaje más popular e impopular de aquel histórico mes de octubre en EEUU. Especialmente desasosegante fue la conexión en directo establecida con el supuesto periodista Carl Philips, que informaba desde el lugar de los hechos de la caída de un enorme objeto en llamas en un punto muy determinado de New Jersey, una granja  de Grover’s Mill en la que se inició y desarrolló gran parte de la acción:

“…es lo más horrible que he visto en mi vida... desde el agujero negro nos enfocan dos discos luminosos... tal vez sean un par de ojos, tal vez sea una cara, tal vez... Dios mío, algo sale deslizándose de entre las sombras igual que una serpiente. Hay otro, y otro y otro más. Tienen tal aspecto que yo diría que son tentáculos. Un momento... ahora veo el cuerpo entero de la criatura. Es grande como un oso y reluce como el charol. ¡Pero la cara!... es... señoras y señores, es indescriptible. Es tan repugnante que apenas si puedo seguir mirando. Tiene los ojos negros y brillantes como una serpiente. La boca tiene forma de V y de esta abertura sin labios que parece vibrar brota un líquido semejante a la saliva...”

El Dr.Pierson interpretado magníficamente por Welles aportaba su opinión científica sobre a qué clase de amenaza se estaba enfrentando el género humano: “Puedo aventurar una explicación provisional de ese ingenio destructor, al que, a falta de un término más preciso, llamaremos rayo térmico. Salta a la vista que estas criaturas poseen un conocimiento científico muy superior al nuestro.”

Mientras, sucesivos boletines apoyaban la versión de que los extraños seres que estaban causando estragos en una zona rural de Jersey pertenecían a la avanzadilla de incursión de un ejército invasor alienígena procedente del planeta Marte. Las comisarías de policía y las redacciones de noticias de los medios escritos se colapsaron por las llamadas de oyentes aterrorizados. Fueron muchos los que se acercaron a los cuarteles dispuestos para alistarse y recibir órdenes, preparados para el enfrentamiento contra el ejército invasor.

Y es que el segundo mensaje aclaratorio no llegó hasta el minuto 40, para el cual ya se había sembrado el pánico en un sector importante de la población. Los sótanos de miles de norteamericanos se infestaron de ciudadanos paralizados por el pavor, que en vísperas de Halloween, vieron hecha realidad su mayor pesadilla. La enorme extensión del suelo norteamericano se convirtió en una especie de habitación del pánico en la que la población hizo acopio de armas, municiones y provisiones a la espera de que el cielo se les cayera sobre sus cabezas con las hordas marcianas y sus gases tóxicos.  

La extraordinaria capacidad narrativa de Welles había provocado un suceso absolutamente sin precedentes en la historia, que puso de manifiesto el poder de los medios de comunicación de masas y en concreto de la radio. Su capacidad de difusión e influencia respecto a una masa fácilmente manipulable si se pulsan los dispositivos correctos. Aquello que comenzó como un trabajo de adaptación literaria a la radio, además de catapultar a la fama a Welles, acabó convirtiéndose en un experimento sociológico en toda regla, en el que quedó demostrado el poder de los medios de comunicación de masas, pues en esos inquietantes 59 minutos la población entró en histeria colectiva. Cuentan historias sobre ataques al corazón, sobre personas expectantes a la espera de hacer uso del veneno antes de vivir tan terrorífica experiencia, dicen que la gente llegó a ver esos marcianos merodeando por sus vecindarios.

El caso es que el programa de ficción fue interrumpido hasta en cuatro ocasiones para informar de que se trataba de una obra dramatizada, pero la histeria colectiva estaba en marcha y fue imposible de parar. Las estimaciones de audiencia valoraron que cerca de 12 millones de personas siguieron la transmisión, por lo que la oleada de pánico fue de proporciones extraordinarias.

Al otro día la prensa escrita reservó todos sus titulares para el fenómeno Welles, que bien pudo haber dado por finalizada su carrera, pero que acabó convirtiéndole en el personaje del año. El Nebraska State Journal informó de la desesperación de una mujer, que entró corriendo a una iglesia de su ciudad, Indianápolis, gritando: “Nueva York ha sido destruida. Es el fin del mundo. Vamos a morir. Lo acabo de oír en la radio.”

El New York Times, tituló en primera página: “Pánico entre auditores que confundieron programa bélico de ficción con la realidad “. La prensa enfatizó lo conseguido por Orson Welles haciendo la siguiente afirmación: "Hitler logró asustar a todos en Europa hace un mes, pero al menos tenía un ejército y una fuerza aérea para respaldar sus palabras..." "Pero el señor Welles metió el miedo a la población sin nada nada en absoluto..." Los presidentes de las tres mayores cadenas emisoras NBC, CBC y MBS polemizaron y discutieron sobre el suceso, valorando la utilización del flash informativo y las consecuencias que podía generar.

Al mes del suceso los periódicos habían publicado 12.500 artículos acerca de la emisión y su impacto. Situando los hechos en su contexto histórico se valoró igualmente el delicado estado anímico de la población norteamericana, golpeada por una crisis económica resultante del crack de Wall Street en octubre de 1929, a lo que se sumó el estado de inquietud que generaban los acontecimientos prebélicos que llegaban desde Europa, donde se cocía la Segunda Guerra Mundial. Pero realmente y a mi modo de ver lo que provocó semejante estado de histeria, fue el electrizante y mágico poder de fascinación que puede generar la radio en el radioyente, un medio de comunicación que por entonces comenzaba a evolucionar hacia cotas de calidad y perfección que permitieron a la gente tomar el citado medio como mejor método de información y evasión de la vida diaria. Para aquel octubre del 38 se calcula que había un aparato de radio por cada hogar en EEUU, por lo que cerca de 30 millones soñaban con la radio en el país de las barras y la estrellas, de los cuales doce de ellos jamás olvidarán aquella tarde de octubre y la magnética voz de Welles, que les hizo vivir la pesadilla más real de sus vidas.

Fotos: The New York Times

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