Esta asociación duró poco, pero sirvió para que el rey obtuviera contactos entre la alta nobleza europea y los grandes poderes económicos-los Rotschild aportaron dinero a la Asociación-. Las diferentes cartas de Stanley, que revelaban las penurias de la población, creaban alarma:
Leopoldo II de Bélgica. Fuente: wikimedia.org
Las informaciones de Stanley, que recorrió África de este a oeste, aparecían en los dos periódicos que habían sufragado los costes de su expedición: el New York Herald americano y el Daily Telegraph británico. Ávido lector de las aventuras de Stanley, Leopoldo II (en la foto) decidió que él sería la estrella de su misión colonial. El territorio del Congo, descrito en los textos del explorador, podría llegar a ser su propiedad si lograba vender su propósito como algo humanitario y solidario a los ojos de la comunidad internacional: las condiciones de la población autóctona y la amenaza de los esclavistas árabes fueron los principales justificantes oficiales de su interés en aquellas tierras. Su dominio de la dialéctica y su amabilidad en las reuniones tète-à-tête con los diferentes representantes políticos, junto con una corte de emisarios repartidos para la ocasión, permitieron que Leopoldo II fuera uno de los grandes ganadores de la conferencia de Berlín: el Congo pasó a ser su propiedad individual en 1885. El reconocimiento previo de esta condición por parte de los EE UU le facilitó el trabajo en Europa. El Estado Independiente del Congo era, gracias a su astucia diplomática, su jardín particular.
El terror oculto del Congo
La explotación de la población, condenada a trabajos forzados con el objetivo de extraer goma y marfil, fue la norma impuesta en el Congo durante todo el reinado de Leopoldo II. La brutalidad de los funcionarios -belgas o autóctonos-hacia los congoleños era contínua. El uso de la chicotte, un látigo hecho con piel de hipopótamo secada al sol, era uno de los muchos castigos aplicados a las 'desviaciones' locales. Algunas de estas penas ponían en peligro la integridad física o la vida de los acusados, pero eso no parecía importar a la Force Publique -el cuerpo policial del Congo durante toda la época colonial, que participó tanto en la I como en la II Guerra Mundial con soldados congoleños-.
Otro de los procesos aplicados por los jefes de las administraciones locales era la tala de manos para recontar los efectivos caídos. Si el objetivo de goma o marfil marcado no era alcanzado, el castigo podía ir desde las 30 a las 100 latigazos con la chicotte (a partir de las 50 los niveles de mortalidad ascendían notablemente) a la amputación de una mano. Si finalmente el condenado moría, el funcionario ordenaba cortar su mano... y la vida continuaba. El uso de las mujeres como rehén era también una de las prácticas cotidianas durante el período real en la zona: eran encadenadas y vigiladas por miembros de la Force Publique mientras los maridos trabajaban, luchando para alcanzar el objetivo acordado , para recuperarlas. El Congo era un engranaje salvaje dispuesto al enriquecimiento de una sola persona: Leopoldo II. Se calcula que durante su mandato, 10 millones de congoleños murieron en condiciones brutales, más allá de las ejecuciones (el hambre y las enfermedades seguían sin ser combatidas).
Congoleños sujetando las manos de algunas de las víctimas. Edmund Morel (a la derecha) los acompaña. Fuente: digitaljournal.com
La prensa
Cuando Edmund Dene Morel (en la foto superior) comenzó a trabajar como empleado de una compañía naval de Liverpool, la imagen del rey Leopoldo II era más que positiva. Una filial de esta compañía tenía el monopolio del transporte de carga procedente y destinado al Estado Independiente del Congo. Su observación personal le llevó a una cruzada vital contra las atrocidades cometidas en la colonia del rey de los belgas. Según explica Adam Hoschild en 'El fantasma del rey Leopoldo': 'hasta entonces, éste había sido admirado en toda Europa como un monarca filántropo. Sus tropas habían combatido y derrotado traficantes de esclavos que explotaban a la población y, durante más de una década, los periódicos europeos lo habían elogiado por invertir su fortuna personal en obras públicas en beneficio de los africanos.'
La mayoría de periodistas que viajaban al Congo, un destino exótico conducido por la experta mano de Leopoldo II, volvían de allí con la misma impresión con la que habían llegado. Morton Stanley era uno de los grandes aduladores del rey, el gran impulsor de sus expediciones desde hacía años, el misionero galés admiraba al gran estadista belga, que había llevado el ferrocarril y había combatido las desgracias que asolaban el Congo. Ésta era la versión oficial, y decenas de periodistas la utilizaron para escribir las crónicas que enviaban a sus periódicos. Los misioneros cristianos eran los principales expertos a la hora de describir la situación política del país, su presencia prolongada en el Congo les ofrecía una visión única de las atrocidades cometidas, pero no tenían el peso suficiente en los medios de comunicación para expresar sus opiniones .
George Washington Williams: Fuente: Biography
Algunos de ellos, como el afroamericano George Washington Williams (en la foto superior), consiguieron publicar cartas en periódicos como el New York Herald, donde se citaron la lista de agravios cometidos en el Congo. La primera opinión llegó de su círculo más cercano, que lo consideró un maleducado por 'ser groseramente injusto con el rey, preocupado por el bienestar de los nativos del país'. Leopoldo II advirtió a los embajadores extranjeros en Bruselas que no debían creer a Williams. La prensa belga apostó por la descalificación personal y la injuria histórica para desacreditar el misionero americano. Éste es un fragmento del 'Journal de Bruxelles':
'Ante todo, ¿quién es este señor Williams? Este hombre no es coronel de EE UU '
Este diario, constantemente, hacía referencia a este grado (el pseudocoronel, el intento de coronel), o directamente lo trataba de loco ('un negro desequilibrado '). El 'Mouvement Geografique', publicación vinculada a las actividades de Leopoldo II en el Congo, manifestó que, si bien la acción real en el Congo no había sido perfecta, los indios norteamericanos tampoco habían sufrido un buen trato por parte de los EE UU (país de donde procedía George Washington Williams).
La protesta, sin embargo, llegó a otros diarios, como el liberal La Réforme [2]:
'Con el predominio de la especulación comercial en el Congo, el régimen personal, incontrolado y absoluto de un autócrata que no ha pisado el país que gobierna, está fatalmente condenado a provocar la mayoría de las graves atrocidades señaladas por el viajero estadounidense . '
Le Courier de Bruxelles también se sumó a las críticas [3], que provocaron la llegada del tema al parlamento belga:
'No nos sentimos inclinados a aceptar como la verdad del Evangelio todo aquello que la administración del Congo nos quiere ofrecer para defenderse.'
En el Parlamento, varios diputados y el primer ministro [4] (Auguste Beernaert, que ganaría el Premio Nobel de la Paz en 1909) defendieron el rey. Semanas más tarde, el Estado Independiente del Congo publicó un informe de cuarenta y cinco páginas firmado por sus principales administradores-que usaban eufemismos como 'bajas' causadas de forma casual para justificar algunas masacres-, el objetivo era refutar lo que se había comentado sobre la colonia.
Auguste Beernaert, primer ministro belga, defendió a Leopoldo II. Fuente: Bruselo.
Williams, en una situación económica precaria, murió en agosto de 1891, abandonado por sus promotores y criticado por la prensa belga y los movimientos afines a Leopoldo II. Pero su lucha no acabó: años después, Morel tomaría el relevo. Este trabajador naval veía como los barcos cargados de armas que salían del puerto volvían cargados de marfil, goma y materiales muy valiosos: ésto hizo crecer sus sospechas sobre las acciones cometidas en el Congo. Cuando denunció la situación a su jefe, éste se alejó de él primero, y le intentó sobornar después para que dejara el asunto.
Morel, finalmente, abandonó su trabajo para dedicarse a escribir sobre el Congo en 1901. Primero escribió en un periódico dedicado a África, pero las presiones de su jefe para obviar ciertos temas provocaron su marcha definitiva. Con diferentes fondos, entre ellos la generosa donación de John Holt, un hombre de Liverpool con fama de íntegro y comprometido con la sociedad, creó el 'West African Mail'. Allí publicó los diferentes testimonios que recibió de los misioneros procedentes de África, y creó numerosos problemas a Leopoldo II, que contraatacaba con la opinión de sus aliados-muchos de ellos, diplomáticos de potencias occidentales-.
Su difusión llegó a personas más allá del Atlántico, entre ellos el escritor Mark Twain. Morel dio numerosas entrevistas, publicó panfletos y revistas, y dio conferencias en diferentes localizaciones del Reino Unido. Estas son algunas de las declaraciones de Morel en el London Daily Chronicle, 1905 [5]:
' Y no olvide que este negocio atroz, que ha existido durante años, es conocido por todos los Ministerios de exteriores europeos, y que no se ha hecho nada efectivo al respecto para detenerlo. Alguna gente dice que estamos exagerando! Es ridículo.
¿Usted cree que los belgas saben esto y lo toleran deliberadamente? Yo pienso exactamente lo contrario. La verdad es que la conspiración silenciosa en este asunto no tiene un precedente similar en la historia. La prensa belga está cargando sobre sus hombros una terrible carga de responsabilidad que conducirá a una vergüenza eterna. (...) Es increíble la ignorancia que hay sobre este tema en Bélgica.
El secreto no está muy lejos. El Congo no es una empresa nacional, sino una empresa privada, llevada a cabo por elementos internacionales, por el beneficio, no de una nación, sino de un grupo reducido de individuos.
Los defensores del rey dicen que invierte el dinero en mejorar Bélgica, siempre con los intereses nacionales de su país de antemano. Los enemigos del rey (...) dicen que las sumas derivadas de la goma y el marfil son pagadas a la tesorería del 'gobierno del Congo' (...) las sumas van a los principales accionistas, y el accionista más grande es el 'Estado.'
Bélgica, como nación, recibe muy poco o nada de todo ello. (...) El negocio del Congo es, de hecho, único en la historia del mundo. Es un gran expedición de piratas. '
La presencia de Leopoldo II en los medios, tras una montaña de acusaciones que cada vez iba superando más barreras, se convirtió en algo obligatorio para salvar el honor de sus acciones en el Congo. La presión del propio parlamento belga y de algunos medios convencionales era cada vez más asfixiante. En una de sus declaraciones a Publisher 's Press[6], refutó las acusaciones y reivindicó la liberación de su colonia mediante la moral del trabajo.
'Para tratar con una raza compuesta por caníbales durante miles de años, es necesario utilizar métodos que eliminen su ociosidad y los hagan entender la santidad del trabajo.'
La caída
Para recuperar el honor, Leopoldo II contó con numerosos medios, pero quiso recuperar la capacidad diplomática de sus inicios. Con esta intención contrató a Henry E. Kowalsky, un acomodado abogado estadounidense con una gran sociabilidad, con ello pretendía recuperar su buena imagen en EE UU a través de un lucrativo contrato (100 000 francos anuales). La campaña propagandística no hizo efecto, los acontecimientos que habían forzado su creación (presión de Morel y su círculo más cercano, otros medios, diplomáticos de cada vez más países) habían acelerado definitivamente para provocar la perdición de Leopoldo II. El monarca se encontraba cada vez más aislado y solo, y estableció su residencia en Francia.
Kowalsky, abandonado después de sólo un año al servicio de Leopoldo II, filtró al 'New York American' 'la actividad que el jefe de estado belga había intentado llevar a cabo en EE UU. El periódico norteamericano tituló: 'Desenmascarado el intento del rey Leopoldo II de influir sobre nuestro congreso (...) texto completo entre el rey Leopoldo de Bélgica y sus agentes en Washington'. Todos los detalles descubrieron aún más las oscuras actividades del monarca, cuyo crédito se iba agotando ya a marchas forzadas. Empezó una comisión de investigación con tres jueces nombrados por Leopoldo II, pero el informe de estos tres no gustó al rey y no sirvió para recuperar el prestigio perdido, ya que repetía muchas de las protestas esgrimidas por Morel y Roger Casement (un diplomático británico que se unió a la causa del Congo, hecho que provocó su defenestración laboral y personal).
La presión obligó al rey belga a ceder; ninguna de sus tácticas había obtenido el efecto deseado, y cada vez se encontraba a más detractores que lo habían apoyado o habían mirado hacia otro lado al principio. Leopold II acabó cediendo la soberanía al estado belga en 1908 a cambio de transferirles también las deudas de la colonia y de recibir 50 millones de francos como 'compensación por su actividad en el Congo', muchas de aquellas deudas eran las del propio monarca, que murió poco después, a la edad de 74 años. Su legado constituye una de las muestras más terribles de un colonialismo que no había hecho más que empezar.