El cautiverio, como fenómeno social, estuvo muy presente a lo largo de toda la Edad Media y fue el principal resultado de los continuos enfrentamientos entre cristianos y musulmanes.

La cifra de cautivos cristianos fue muy numerosa, especialmente durante el Califato, momento en el que al-Ándalus alcanzó la hegemonía del poder en la península Ibérica. Esta tendencia se fue invirtiendo progresivamente conforme los reinos cristianos fueron consolidándose.

Los cautivos formaban parte del botín procedente de una acción bélica, ya fuera una algarada, una razia o una batalla. Estas acciones guerreras solían acaecer en la frontera, un espacio vacío o semivacío, con una debilidad demográfica permanente, tanto del lado musulmán como del cristiano. En definitiva, una tierra de nadie. El botín se completaba con el robo de animales, grano y todo tipo de objetos de valor.

A un lado y otro de la frontera, los cautivos se clasificaban en dos categorías: los que podían ser rescatados o intercambiados y el resto, que podían serlo de por vida si nadie de su familia les reclamaba o si ninguna orden religiosa luchaba por su libertad.

El cautiverio podía durar entre unos cuantos meses o entre cinco y siete años. Los cautivos se clasificaban en varones adultos sin tacha, los varones menores, los varones débiles (ancianos y enfermos) y las mujeres.

Generalmente los cautivos de mayor interés para los musulmanes eran los que pertenecían a clases sociales altas, especialmente nobles, que eran por los que se podía solicitar mayor cantidad de dinero en el rescate.

Los rescates eran encomendados a los llamados alfaqueques, encargados de negociar para conseguir la liberación de los cautivos. Estas operaciones se proyectaban sobre todo durante los largos periodos de paz.

Los alfaqueques actuaban conforme a un código de conducta regulado en las leyes de la época, que les exigía un buen conocimiento de los idiomas, pero también lealtad, fiabilidad, honestidad profesional y recursos económicos suficientes para evitar sobornos por parte de alguno de los dos bandos. Normalmente habían sido comerciantes y conocían bien las rutas y caminos para moverse de un reino a otro.

Para idéntico fin surgieron algunas órdenes religiosas, como los Trinitarios o los Mercedarios, estos últimos fundados por San Pedro Nolasco en Barcelona en 1218.

San Pedro Nolasco. Fuente: Museo del Prado

Otras formas de liberación se produjeron a través de sobornos a los carceleros o mediante las conversiones al islam en el caso de los cautivos cristianos o casamiento con el raptor o la fuga. Para esta última vía, se dice que el rey Juan I de Castilla mandó colocar una luminaria en las murallas de Alcalá la Real para que los que escaparan de Granada durante la noche, les sirviese de orientación hasta llegar a territorio cristiano.

Según los tratados establecidos, todos aquellos cautivos que se fugasen con éxito no podían ser devueltos, pero sí que había que devolver todos aquellos bienes sustraídos de sus captores.

Aquellos que no conseguían la liberación pasaron directamente a ser esclavos y constituyeron un motor de dinamización económica en al-Ándalus (labores del campo, arar, cavar, guardar bestias; en industrias, generalmente caseras; en el servicio de las casas, como criados, reparando murallas y fortalezas, etc.)

Existían diferentes espacios de reclusión, aunque el más generalizado fue la mazmorra. Este término procede del árabe y es traducido como silo o granero. Como en los países de clima seco, como Arabia, Marruecos, Argelia y gran parte de España, el grano puede guardarse en cuevas o lugares subterráneos sin riesgo de pudrirse y dado que, del mismo modo que se pone a buen recaudo el grano, se usaron siempre estos silos para poner a buen recaudo a las personas, ya en árabe la propia palabra mazmorra de igual manera vino a significar “prisión subterránea”. De esta forma, en castellano el término mazmorra fue adoptado como “cárcel subterránea”.

Todas las ciudades contaban con este tipo de lúgubres espacios, aunque los de Granada los conocemos con especial detalle gracias a testimonios de la época y a la arqueología. En el llamado “Campo de los Mártires”, situado en la falda sur de la colina del Mauror y muy próximo a la Alhambra, se situaban las principales mazmorras de esta ciudad.

El libro de los Hechos del Condestable Lucas de Iranzo (siglo XV) nos da algunos datos interesantes de estas mazmorras: «Estaban en el dicho corral (de Granada), hasta trescientos e cincuenta captivos, que juro por Dios que alguno dellos non tenía figura de hombre, ca non tenían sino el cuero e el hueso. E si los mirasen desde la uña del pie fasta los cabellos, les podrían contar quantos huesos en el cuerpo tenían porque tanto era el trabajo que tenían continuamente, asy en las pascuas de los moros e otras fiestas suyas en las quales non les dexauan folgar. E de otra parte, tanta era la fanbre que padesçían, que estavan todos desmayados e syn fuerças, ca la raçión para todo el día a cada uno dellos davan, era uno o dos paneçillos de panizo negros commo carbón, cada uno de los quales era tamanno como la meytad de la mano… Pues en aquellos seys días que con ellos estoue, cada día de aquellos vi enterrar quatro o çinco de los dichos captiuos, los quales morían de franbre. E todos los vi desnudos e tenían las carnes de fuera e nin en las mazmorras donde dormían tenían alguna ropa en que se acostasen, salvo en el suelo».

Panorámica de la plataforma de Ambrosio de Vico, un plano a gran escala sobre la ciudad de Granada realizado en 1590 en el que todavía se pueden ver las mazmorras del Campo de los Mártires. Fuente: Wiki Commons

Jerónimo Munzer, viajero alemán que visitó España entre 1494-95, las describió de la siguiente manera: «Granada era cárcel horrenda de más de veinte mil cristianos que en ella padecían durísimo cautiverio, arrastrando grillos y cadenas, forzados, como bestias, a arar la tierra, y a ejecutar los más sórdidos y denigrantes menesteres.... hay allí hondas y enormes mazmorras, abiertas en la misma roca, a las que se entra por un estrechísimo portillo, capaz cada una de ellas para ciento y doscientos prisioneros. En alguna ocasión llegó a haber en Granada siete mil cristianos en cautiverio, distribuidos entre ésta cárcel y las casas de los particulares».

El cronista Luis de Mármol Carvajal, escritor que nació en Granada 32 años después de la conquista, dice que: «en esas mazmorras, grandes y muy hondas, antiguamente, cuando los reyes de Granada no eran tan poderosos, encerraban los vecinos su pan, por tenerlo más seguro; y después los hicieron prisión de cristianos cautivos para encerrarlos de noche, y detenerlos de día, cuando no los llevaban a trabajar.

En el campo de los mártires padecieron cautiverio San Pedro Pascual y Don Gonzalo de Estuñiga.  San Pedro Pascual, nació en Valencia en torno al 1227 e ingresó pronto en la Orden de la Merced. Fue Canónigo de la Catedral de Valencia y obispo de Jaén. Fue cautivado en su diócesis mientras hacía una visita pastoral y fue llevado a Granada y encerrado en una mazmorra del Carmen de los Mártires. Finalmente, fue decapitado y murió el 6 de diciembre de 1300.

De igual modo, el obispo de Jaén, Gonzalo de Estuñiga,  en un encuentro con el ejército moro en la frontera con el reino Nazarí, acaecido el 13 de marzo de 1456 fue hecho prisionero, llevado a Granada y encarcelado. Su cautiverio acabó de manera violenta, siendo martirizado el 24 de marzo de 1457.

Martirio del Obispo de Jaén Don Gonzalo de Zúñiga, obra del pintor Pedro de Raxis, realizado en torno a 1610. Fuente: Blogspot

En la Alhambra existieron hasta 20 mazmorras y algunas de ellas fueron estudiadas por Leopoldo Torres Balbás, arquitecto restaurador del monumento nazarí entre 1923 y 1936. En concreto excavó una mazmorra junto a la Puerta del Vino, otra en el interior de la alcazaba y otra en la llamada zona del secano de la Alhambra, entre la Torre de las Infantas, la Cautiva y la Torre de Siete Suelos.

Se trata de grandes agujeros realizados en el suelo rocoso que en su origen fueron utilizados como silo para almacenar el grano. El acceso se realiza a través de una estrecha oquedad por la que se desciende ocho o diez metros hasta alcanzar el suelo. Por tanto, la única manera de entrar y salir a ellas era mediante cuerdas.

Planta y sección de una de las mazmorras excavada por L. Torres. Fuente: www. alhambra-patronato.es

La planta de la mazmorra suele presentar forma circular. En el centro se sitúa el desagüe y junto a las paredes se colocaban las camas, divididas por pequeños muretes. Durante las excavaciones se localizaron diferentes objetos cerámicos, utilizados para dar de comer y beber a los cautivos.

Con la conquista del reino de Granada, un gran número de cautivos fue liberado. Los grilletes que portaban en pies y manos fueron colgados en las paredes de la iglesia de San Juan de los Reyes de Toledo como exvoto y símbolo del triunfo de la fe cristiana.

Fuentes:

-ALONSO, I. «Sobre alfaqueques y nahuatlatos: nuevas aportaciones a la historia de la interpretación». En: VALERO-GARCÉS, C. (ed.).  Investigación y práctica en traducción e interpretación en los servicios públicos. Desafíos y alianzas. Alcalá de Henares, 2008.

-LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, J. E.  «La liberación de cautivos en la frontera de Granada (siglos XIII-XV)». En la España Medieval, 36 (2013), pp. 79-114

-MÁRMOL DE CARVAJAL, L. Historia del rebelión y castigo de los moriscos del Reino de Granada, Estudio, edición, notas e índices de Javier Castillo Fernández. Granada, 2015.

-MATA CARRIAZO, J. (Ed). Hechos del condestable Don Miguel Lucas de Iranzo  (Crónica del siglo XV). Madrid: Marcial Pons, 2009.

-MÜNZER, H. Viaje por España y Portugal (1494-1495). Madrid: Polifemo, 1991.

-TORRES BALBAS, L. «Las mazmorras de la Alhambra. Al- Andalus», IX (1944).