Urraca nació en 1081, hija de Alfonso VI de León y Constanza de Borgoña. Era la tercera hija del rey, pero la primera fruto de un matrimonio legítimo y no de una concubina, por ello al nacer se convertía en la heredera del reino de León. Poco después, el nacimiento de su hermanastro Sancho en torno a 1093 la apartaba de este trono, aunque fue algo temporal ya que el príncipe de la corona castellanoleonesa murió en la batalla de Uclés, y Urraca volvía a ser la única heredera legítima de Castilla y León
Antes de acceder al trono, Urraca tuvo funciones políticas. En 1095 su padre le concedió a ella el reino de Galicia y a su hermana Teresa el condado de Portugal, en la práctica el poder sobre estas tierras era ejercido por su marido Raimundo de Borgoña, pero a su muerte Urraca se convirtió en la señora de este territorio pasando a denominarse “emperatriz de toda Galicia”. Además, ya en este momento Urraca demostró su valía como diplomática y mediadora, su fama como gran negociadora la sirvió para demostrar que podía ser una hábil gobernante.
Para convertirse en gobernadora de Castilla y León se tuvieron que dar diferentes circunstancias. Además de ser la única heredera legítima del trono leonés, en apenas dos años murió tanto su esposo; Raimundo de Borgoña, como su padre, Alfonso VI. Urraca hasta la muerte de su marido no tenía la posibilidad de gobernar en Castilla y León, pues este privilegio le tendría él, es decir, su entrada en el gobierno de estos reinos estuvo vinculado a la pérdida de las tres figuras masculinas que, atendiendo a las leyes que imperaban en la Edad Media en la sociedad y política castellanoleonesas, hubieran ejercido el poder en su lugar.
De cualquier modo, en 1109 Urraca I se convertía en la reina de León, Castilla y Galicia. Su reinado abría un periodo de inestabilidad. El primer gran problema fue su segundo matrimonio, su padre le había encomendado que se casase con el rey de Aragón Alfonso I el Batallador. En esta boda ambos entregaron sus reinos como arras, lo que significaba que Urraca tenía el mismo derecho a intervenir en la política de Aragón como Alfonso en la política de Castilla y León. En caso de haberse llevado a cabo hubiera supuesto la primera reunificación, ya que también establecían que el hijo de ambos se convertiría en heredero de todos los reinos, sin embargo, esta unión no agradaba a los nobles leoneses, en especial a los condes de Portugal, que aspiraban a formar un reino propio, y los nobles gallegos que creían que los magnates aragoneses influirían sobremanera en la política de los reinos heredados por Urraca.
Este matrimonio abre así una época de conflictos donde la nobleza gallega, portuguesa y la aragonesa encabezada por Alfonso I tendrán varios conflictos abiertos, destacando el momento en que Alfonso, hijo de Urraca fruto de su primer matrimonio, fue proclamado rey de Galicia en 1111. Tres años después, apoyándose en las ideas de la Iglesia francesa y el papado, un concilio reunido en Palencia decidió establecer como nulo el matrimonio entre la reina de León y el aragonés.
Sin embargo, los conflictos no terminaron con la retirada de Alfonso I el Batallador. Durante todo su reinado tuvo que enfrentarse a una importante oposición por parte de la nobleza y parte del clero, destacando su actuación sobre el reino de Galicia que permanecía en manos de su hijo. Llegó a cercar Santiago de Compostela en varias ocasiones y se enfrentó abiertamente contra los condes de Portugal. Una inestabilidad que continuó hasta su muerte en 1126 y que solo se mermó al reconocer como heredero a su hijo Alfonso Raimundez. No obstante, supo pactar y establecer tratos con sus enemigos, la capacidad como diplomática que venía demostrando desde antes de ser coronada reina la puso de manifiesto en numerosas ocasiones en ese momento, manipulando y frenando los objetivos de todos aquellos que intentaban minimizar su poder.
Asimismo, su reinado también se caracterizó por la propia capacidad y actitud de la reina. Se trató de una reina fuerte, capaz de enfrentarse a sus enemigos hasta el punto de ponerse al frente de su ejército. Tenía una personalidad característica que la hizo aprovechar la situación que se la presentaba para gobernar de manera efectiva en León ocupando un espacio hasta entonces solo ocupado por hombres. Por otro lado, también se vio obligada a presentarse personalmente en algunos conflictos, pactos y batallas no solo por sus capacidades, sino para demostrar su poder, presentarse como una reina que gobierna. Todo ello ha hecho que la historiografía la haya conocido como la indomable o la temeraria.
Urraca I de León y Castilla fue una mujer única en su contexto, en la Edad Media supo aprovechar su situación y se convirtió en reina de León siendo gobernante de su propio reino, algo inaudito hasta ese momento. Sin embargo, hubo otras figuras femeninas que se enfrentaron a su contexto y adquirieron un gran poder en un espacio tradicionalmente masculino, figuras que merecen ser reexaminadas para ponerlas en valor, por ello el presente artículo se une a otros escritos en este medio como el elaborado sobre Leonor de Aquitania
Fuentes:
FUENTE, M. J., ¿Reina la reina? Mujeres en la cúspide del poder en los reinos hispánicos de la edad media (siglos Vl-Xlll) dentro de: Espacio, Tiempo y Forma Serie III, Historia Medieval, t. 16. 2003, ed. de la UNED
ARROYO MARTÍN, FRANCISCO. Doña Urraca, primera reina de Castilla. Una mujer maltratada, https://elartedelahistoria.wordpress.com. 2010
GORDO MOLINA, A. G.,Urraca I de León y Teresa de Portugal. Las relaciones de fronteras y el ejercicio de la potestad femenina en la primera mitad del siglo XII. Jurisdicción, imperium y linaje, dentro de: Intus-legere historia , Vol. 2, Nº 1; pp. 9-23, u. Austral de Chile, 2008
Fotografías e imágenes: "Urraca of Castile in paintings", https://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Urraca_of_Castile_in_paintings