Australia es un país con una fauna muy variada, desde arañas gigantes a los famosos dragones de Komodo. En la isla hay varios animales que sobresalen en cuanto a densidad poblacional. Hay dos especialmente dañinos: los conejos y los emúes. Los primeros se reproducen con gran rapidez y son ávidos devoradores de plantaciones agrícolas. Los emúes son aves no voladoras, emparentadas con especies africanas, de gran envergadura y altura (casi dos metros algunos) y sobre todo con la capacidad de correr a unos 50 km/h durante más de una hora. Estas habilidades los hace una presa muy complicada de cazar, lo que, sumado a que su plumaje es bastante cotizado, hacen de este animal un símbolo de Australia.

El problema con los emúes comienza cuando un grupo de veteranos australianos y británicos se asientan en una región de Australia Occidental. Estas familias buscaban tierras para la agricultura, destacando el cultivo de trigo. Aprovecharon unos territorios bien suministrados de agua y con buen clima. Desde allí, comenzaron a expandir sus dominios. Sin embargo, los diferentes problemas económicos y la falta de ayudas del gobierno originan que estos agricultores vean muy dificultada su subsistencia. Por su lado, los emúes habían aumentado su población de una manera desproporcionada, provocando su emigración en busca de comida (sobre todo semillas) y agua. La gran tropa de emúes llegó hasta los campos de estos granjeros y realizaron una masacre de semillas similar a la devastación de Atila. Para más mortificación de los agricultores, mordisquearon y debilitaron las barreras que se habían levantado frenando al otro gran invasor, la plaga de conejos.

Gran tropa de emúes penetrando en tierras agrícolas, Fuente: Wikicommons

Los granjeros vieron desesperados como sus cosechas eran arruinadas y por ello pidieron ayuda al gobierno. El primer ministro australiano, Sir George Pierce, decidió mandar al ejército al mando del Mayor Meredith. Esta medida buscaba objetivos publicitarios (ayuda al agricultor), entrenar a las tropas disparando a objetivos móviles, conseguir las pieles y plumas de los animales y controlar la sobreexplotación de especies. Se enviaron pequeños destacamentos armados con dos ametralladoras móviles Lewis (con una capacidad de 100 balas sin recarga y un alcance de 1000 metros) y reservas de munición que alcanzaban las 10.000 balas. Se esperaba un éxito total, y los medios de comunicación denominaron esta operación, por primera vez, como “La Guerra del Emú”.

Periódico australiano que habla de la Guerra del Emú, Fuente: Wikicommons

Los primeros acercamientos fueron bastante penosos: aunque encontraron grandes grupos de aves, apenas caían una docena de las miles que había. Esto es debido a que los emúes usaban tácticas de guerrilla militar, dividiéndose en pequeños grupos que eran difíciles de acertar por su rapidez. Si a esto se le suma que las armas se encasquillaban con facilidad, que el clima no acompañaba a los soldados australianos y que el único modo de alcanzar a las aves era con un coche a gran velocidad, que no permitía al artillero disparar, se puede entender el gran fracaso de esta operación con una cantidad inferior a 300 aves abatidas (de las miles que se esperaban matar) y un enorme gasto militar.

Soldados australianos con ametralladora, Fuente: Wikicommons

Las tropas se retirarían con gran vergüenza, siendo motivo de burla de muchos medios de comunicación del país. Fue sonada la derrota australiana a manos del poderoso Emú. Una segunda invasión de las aves, apenas 11 días después de la primera, provocaría nuevos movimientos militares, pero en mayor cantidad y con más resolución para obtener la victoria. Sin embargo, la mente táctica de los emúes era brillante y las persecuciones de los vehículos australianos, con ametralladora incluida, solían acabar en accidente y con muchos heridos australianos. Ante estos actos tácticos, el propio Mayor Meredith  declaró:

Si tuviéramos una división militar con la capacidad de resistencia de estas aves, podría enfrentarse a cualquier ejército del mundo. Eran capaces de enfrentarse a las ametralladoras con la invulnerabilidad de un tanque. Son como los Zulúes

Soldado Emú en plena emboscada, Fuente: Wikicommons

Las bajas de los emúes fueron mayores que la anterior vez (2.500 aves abatidas), pero aun así eran insuficientes para poder declarar una victoria contundente australiana.  De nuevo, los medios encabezaron sus portadas con “La derrota australiana en la Segunda Guerra Emú”. Los campesinos insistieron en que las tropas no fueran retiradas, pero el gobierno australiano prefirió sacar al ejército del territorio enemigo para no ser humillados de nuevo. Para no abandonar a los campesinos, se estableció un sistema de recompensas que resultó terrible y cruelmente eficaz pues se abatieron más de 30 mil emúes en menos de seis meses durante el año 1934.

Aunque a día de hoy esta Guerra (apodada así por los propios medios de comunicación australianos) pueda parecer absurda y cruel, ya que se acabó con la vida de miles de emúes, no se debe obviar que en aquellos años la mentalidad de protección animal no estaba tan desarrollada como hoy en día y que el problema de la sobrepoblación animal es una lacra económica australiana. A pesar de la posterior derrota, en los libros de historia quedará guardado el recuerdo de una banda de aves que desafío a un gobierno internacional y casi logro una victoria absoluta.