En el año 1534, un arzobispo portugués condenó a la horca a un perro que había cometido el delito de ladrar ferozmente a la imagen de San José, por lo que fue considerado satánico. En el año 1690 el vicario, de la región de Puy-de-dome, condena al destierro a una plaga de orugas que había devorado la cosecha de los campesinos de la zona. Como los insectos desobedecieron la condena, fueron excomulgadas. Por esto, días después se convirtieron en mariposas y abandonaron el lugar. El vicario fue elogiado y bien recompensado por su impecable actuación. Similar caso se había dado en el año 1121. Mientras Bernardo de Claraval lanzaba su sermón en la Iglesia de Foigny, un gran grupo de moscas se unió a la multitud de oyentes. El futuro santo lanzó al aire estas palabras: “Eas excommunico”. De este modo, las moscas quedaron excomulgadas por lo que al día siguiente fueron encontradas muertas. Efectivamente, esta acción se consideró un milagro únicamente realizable por un hombre de Dios como fue Bernardo.
Esta clase de juicios y condenas eran muy típicos en años pasados. Muchos investigadores como Edward Payson Evans o Walter Woodburn Hydes señalan que estos procesos vienen de muy lejos. Walter Woodburn estudió durante años los juicios realizados en la antigua Grecia, concretamente en Atenas. El experto señala que existía un edificio denominado pritaneo donde eran juzgados animales y objetos inanimados. Hay casos donde algunas estatuas, que al derrumbarse hubieran causado algún tipo de daño, eran condenadas al exilio de la Polis. Estos juicios convivieron con las corrientes racionalistas e incluso fueron justificados por filósofos como Santo Tomás de Aquino. Se debe tener en cuenta, que la convivencia con animales era muy común en aquella época y que el peso de la moralidad y religión cristianas estaban mucho más marcadas.
En la Edad Media los cerdos eran los que más veces se sentaron en el banquillo de los acusados. Solían vivir sueltos por lo que no era raro que mordieran sobre todo a los niños pequeños, que llegaban a morir por estos “ataques porcinos”. Estos procesos, por absurdo que parezca, eran ejecutados a la perfección existiendo agravantes. En el año 1572 un cerdo devoró a un niño en la ciudad de Toledo en pleno Viernes Santo, el animal fue doblemente condenado: por un lado por haber devorado al menor y por otro, por haber ingerido carne en un día santo. Del mismo modo que había agravantes, se tienen ejemplos de atenuantes como por ejemplo que las hembras estuvieran embarazadas o fueran “infantes”. En estos casos, los animales podían llegar a evitar la condena a muerte. Muchos cerdos fueron quemados en la pira, colgados en la horca o desmembrados. Si decidieron aprovechar los restos del animal para comer no ha quedado constancia.
Otros animales que fueron juzgados fueron los toros, burros e incluso gallos. Sobre estos últimos destacar que, en el año 1474, un gallo fue ejecutado bajo la acusación de haber puesto supuestamente un huevo, acto antinatural y satánico. Un gato en la Alemania del siglo XV fue denunciado por haber coqueteado sin permiso con la gatita de una vecina muy cristiana. Pero no solo los animales eran juzgados, en el siglo XIV un bosque en Alemania fue condenado a una tala masiva. Se le acusaba de haber ayudado a un ladrón a escapar y no haber intentado frenarle en su huida. Por ello fue completamente arrasado como ejemplo para el resto de bosques que había en la región.
Era común además que se juzgarán manadas o grupos enteros de animales o vegetales. Se han llegado a juzgar y condenar a bandadas enteras de cuervos. El motivo de ajusticiar a toda la bandada era que los encargados del interrogatorio no podían diferenciar a los cuervos que se declaraban culpables de los que se declaraban inocentes. Estos juicios solían ser bastante costosos, ya que se debía pagar a un abogado defensor, un verdugo y todos los gastos judiciales que corrían a cargo de la comunidad de denunciantes.
En algunas culturas, como la galesa, se protegía a los animales. En caso de que un gato o un perro domésticos fueran asesinados, el acusado debía pagar el precio del animal en trigo. Este precio se calculaba colgando al animal de la cola y amontonando tanto trigo como fuera necesario para abarcar a todo el animal. Otras culturas han declarado a algunos animales como sagrados y por tanto intocables: se puede ver en el caso de los egipcios y los gatos; los nórdicos y los cuervos o el más conocido de los hindús y las vacas.
Esta clase de procesos duró hasta años muy recientes. Por ejemplo, durante el desarrollo de la Revolución francesa, el mastín del marqués de Saint-Prix fue ejecutado por defender a su amo mientras era detenido. El perro fue acusado de “antirrevolucionario” y “reaccionario”. En el año 1805 se daría un curioso caso en la ciudad inglesa de Hartlepool. Un buque de guerra francés naufragó en la costa y entre los restos encontraron a un simio vestido con un uniforme militar francés. Los ciudadanos juzgaron que debía ser un espía francés y por ello le acusaron y colgaron en la horca. Un caso más cercano se da en el año 1917, cuando Mary una elefanta de circo mató a su domador. Fue declarada culpable y colgada con ayuda de una grúa.
Normalmente, los animales dependían de la pericia de su abogado defensor para poder ser salvados de la muerte. El mejor ejemplo de defensa del animal fue la del abogado y expresidente del parlamento francés Bartolomé Chassenée. Corría el año 1522 cuando la población de Autun acudió a la corte eclesiástica a denunciar a las ratas por haber devorado la cosecha de cebada. Las autoridades enviaron a un funcionario a la zona donde debían de hallarse las ratas. El hombre leyó en alto la acusación y citó a las ratas a presentarse ante la corte que las juzgaría por sus delitos. Como era de esperar, las acusadas no se presentaron a la citación y Bartolomé alegó que el tiempo transcurrido entre la citación y el juicio había sido insuficiente para que las ratas preparan el viaje. Con este recurso, logró que el juicio se aplazará por un período corto de tiempo.
En la segunda citación, se repitió la ausencia de las ratas. Esta vez, Bartolomé presentó un recurso donde apelaba a que las diferentes familias de ratas vivían dispersas por el campo, por lo que no todas se habrían enterado de la citación. El magistrado aceptó este recurso y retrasó de nuevo el proceso. De nuevo, no se presentaron en la fecha acordada pero Bartolomé denunció que las acusadas no se sentían seguras al viajar a la ciudad pues podían ser atacadas por gatos callejeros. Como la corte no fue convencida por este argumento, Bartolomé utilizó su mejor oratoria para acusar a la corte de juzgar a todas las ratas de un delito cometido por solo unas pocas: "¿Qué puede ser más injusto que estas proscripciones generales que destruyen indiscriminadamente a aquellos a quienes los tiernos años o la enfermedad les hace incapaces de ofender?".
El vicario, cansado de estos continuos retrasos y sumado a que el pueblo no quería pagar más tasas, decidió dar por finalizado el proceso por lo que las ratas fueron perdonadas. Bartolomé fue aclamado como uno de los mejores abogados de su tiempo gracias a esta defensa.
Sin duda, muchas mentalidades del ser humano pueden parecer absurdas vistas desde el tiempo actual, pero no se debe obviar las diferentes condiciones sociales que se daban. A día de hoy no hay legislación clara sobre los animales para bien o para mal de muchos. Algunos expertos señalan que se está volviendo a contemplar a los animales como seres racionales o con criterio propio sin embargo dudan de que se vuelva a sentar en el banquillo a aquellos animales u objetos inanimados responsables de alguna acción delictiva.