La torre inclinada de Pisa es uno de los mejores ejemplos. Se trata en realidad del campanario de la catedral y desde su construcción ya tuvo problemas. Tiene un problema de diseño, y debido a su peso y que está construida sobre unos cimientos débiles, se inclinó cuatro metros durante su construcción.

Fue edificada en varias fases debido a problemas económicos y a las guerras, aunque esto permitió que los cimientos se asentasen y que el edificio no se haya caído. Desde que se terminó de construir ha seguido inclinándose poco a poco año tras año, llegando a estar incluso en peligro de derrumbarse, por lo que tuvieron que intervenir organismos internacionales para evitarlo. De cualquier modo, sin todos estos problemas hoy en día no existiría uno de lo elementos más icónicos de Italia.

Pero sobre catedrales y sus problemas de construcción hay ríos de tinta escritos. La Catedral de Florencia, por ejemplo, cuando se comenzó a construir no se sabía cómo se iba a resolver la construcción de su gran cúpula. El tiempo fue pasando y todos los proyectos que se presentaban o eran muy difíciles o muy caros, hasta que por fin un arquitecto llamado Filippo Brunelleschi ideó un sistema para poder construirla sin poner andamios en el suelo.

La catedral de Florencia. Fuente: Wikipedia Commons

Otra anécdota curiosa se encuentra en las catedrales góticas medievales; cada rey o noble de turno intentaba hacer una catedral lo más alta posible y llegó un punto en que las naves de las catedrales comenzaron a derrumbarse. Aunque sí que se puede extraer una cosa buena de este hecho y es que, junto a otros factores, provocó un cambio en el arte: el valor de una catedral dejó de medirse por su altura y comenzó a medirse por su decoración.

En España también hay ejemplos. En estos siglos en algunas catedrales se comenzaron a hacer los sepulcros de piedra que estaban dentro de los tempos; y estos estaban tan bien cerrados que cuando los cadáveres comenzaban a generar gases había explosiones en estas tumbas, explosiones dentro de las catedrales.

Pero cuando se habla de construcciones a lo largo de la historia se debe tratar también la destrucción de monumentos, una de las actividades preferidas en las guerras. Millones de turistas visitan anualmente la Acrópolis de Atenas y se ponen frente a las ruinas del Partenón pensando que si quedan de él las ruinas es porque tras 2400 años el tiempo lo ha desgastado. Lejos de esta idea, el Partenón es uno de los edificios peor tratados por la historia reciente; permaneció casi intacto hasta el siglo XVIII, momento en que el dux de Venecia, Francesco Morosini, decidió atacar el polvorín que los turcos tenían dentro del templo griego e hizo que saltara por los aires mediante un golpe de mortero. Entre otras cosas consiguió que se destruyese el techo que durante casi 2000 años había permanecido cubriendo el antiguo santuario ateniense.

Morosini además intentó también llevarse las esculturas, aunque esto no fue muy excepcional puesto que durante los siguientes 300 años pocas fueron las potencias europeas que no intentaron llevarse un trozo del Partenón a sus respectivos museos: franceses, italianos, daneses o ingleses entre otros. No obstante, a este respecto cabe destacar la labor de Lord Elgin el cual consiguió comprar y llevarse a Inglaterra parte de los relieves de las metopas y el friso, las piezas que actualmente forman parte de la colección del Museo Británico.

España tiene muchos ejemplos de desastres arquitectónicos y uno de los mejores ejemplos lo encontramos en la propia capital española: el Palacio Real de Madrid. En la plaza de Oriente, los jardines del Retiro o desperdigadas por otros rincones de la ciudad se encuentran esculturas de reyes y reinas relacionados con la historia de España. Pues bien, esas esculturas en realidad deberían ir adornando la fachada del palacio real, muchos de ellos en la balaustrada que coronaría el edificio. No obstante, poco después de ser esculpidas muchas de ellas se bajaron de la fachada puesto que existían problemas técnicos como que no se había calculado el peso de las estatuas o que éstas podían caerse por el viento. De cualquier modo, sirvió de excusa para que el palacio quedase adornado por unos jarrones esculpidos en los lugares donde debían ir las estatuas, lo cual estaba a la moda del nuevo estilo neoclásico, aunque claro, más de un centenar de estatuas al no poder ocupar el lugar para el que habían sido diseñadas quedaron repartidas por la ciudad.

Escultura de Moctezuma en el palacio Real de Madrid, una de las pocas estatuas que se sitúan en el lugar para el que fueron diseñadas, Fuente Wikipedia Commons

Entre estos relatos también aparecen leyendas inciertas que, erróneamente, han sido incluidas en los libros de historia en más de una ocasión. Alguna de las más comunes dice que la Biblioteca de Indiana se hunde un poco todos los años debido a que su arquitecto no tuvo en cuenta el peso de los libros. Esta anécdota suele aparecer en textos divulgativos, películas y series de televisión por lo que es común haberlo oído. Se trata como un hecho histórico que ejemplifica el que muchas veces a la hora de resolver un problema nos fijamos en detalles y no vemos lo más obvio, sin embargo, fuera de esta reflexión debemos tener en cuenta que no es un dato histórico cierto. Pero este tipo de leyendas no solo ocupan a la historia moderna, otra muy común también es escuchar que los historiadores no saben como se construyeron las pirámides de Egipto, cuando el método de construcción de las mismas está muy estudiado.

Además de estas historias hay otras muchas más. La destrucción de patrimonio y las anécdotas que rodean a algunas obras son sorprendentes, y aunque en muchas ocasiones se trate de leyendas falsas fruto de la imaginación de escritores o cineastas, la mayoría de las veces los datos históricos superan a la ficción.