La idealizada representación femenina de la Hispania romana era la de una mujer de larga túnica, reclinada en unas rocas sobre su costado izquierdo, coronada de laurel, con una rama de olivo en la mano derecha y un conejo a sus pies (Hispania era posiblemente llamada “tierra de conejos” por la abundancia de este animal en la península). Aunque la primera alusión numismática con la leyenda Hispanorvm, data de entre finales del siglo III a.C. y principios del siglo II a.C., las monedas con una imagen femenina y con la leyenda Hispania, no se consolidan hasta tiempos del emperador Adriano (entre el 117 y 138 d.C.), quien emitió desde Roma una moneda única para las tres provincias de la península (Tarraconensis, Baetica y Lusitania) con esa alegoría patria.

La Religión socorrida por España (1572-1575), de Tiziano (1490-1576). Museo del Prado. (PD)

Esta representación hispana cayó en el olvido hasta que, como en el caso de las ya comentadas “patrias” femeninas de Europa, en el siglo XIX, llegó a representar el concepto de España. Así lo recogían las monedas posteriores a 1869 (tras el derrocamiento de Isabel II), aunque con una corona muralis en lugar de una de laurel. Antes de eso, entre los siglos XVI y XVII existieron algunas medallas con una Hispania pertrechada con armadura, tal y como la retrató Tiziano en su obra La Religión socorrida por España (1572-75). La imagen alegórica en este cuadro recuerda a la ya mencionada de La Libertad guiando al Pueblo de Delacroix, una “madre” que lucha en batalla por sus “hijos”. Solo que la francesa defendía la patria y la española la religión católica.

Las Repúblicas españolas

Sin embargo la imagen de la Marianne francesa también llegó a impregnar otras representaciones alegóricas femeninas en España, las de las dos Repúblicas.

La "Niña Bonita", alegoría de la Primera República española, por Tomás Padró Pedret, publicada en la Revista "La Flaca" en 1873. PD.

La “Niña Bonita”, que es como fue llamada la alegoría de la Primera República española (1873-74), adoptó los mismos símbolos que la Libertad francesa. Así aparece en la imagen más conocida de ella, la que realizara en 1873 el caricaturista catalán Tomás Padró Pedret (1840-1877) en el semanario La Flaca. Revista liberal y anticarlista (en activo entre 1869 y 1876). Podía verse a la República con el gorro frigio y el seno descubierto, aunque Padró añadió otros símbolo nuevos, como una alegoría de la Victoria Niké griega, las tablas de la Ley con la inscripción RF (haciendo referencia a la Constitución de la República Federal española que no llegó a aprobarse) y la balanza de la Justicia. De nuevo las tres alegorías femeninas por excelencia: la Libertad, la Victoria y la Justicia.

"¡Ay, Carmela!

El Ejército del Ebro,
rumba la rumba la rumba ba
una noche el río pasó,
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!
Y a las tropas invasoras,
rumba la rumba la rumba ba
buena paliza les dio,
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!"

Durante la Segunda República española (1931-1939), varias idealizaciones femeninas evocarán de nuevo estos mismos atributos, aunque algo más simplificados. La ahora llamada “Carmela” española, resaltará mucho más la balanza de la Justicia y la bandera tricolor republicana (no faltarán los símbolos alegóricos a las artes, la ciencia, la agricultura, la industria…).

Como una expresión de lamento, “¡Ay Carmela!” se populariza en la España de 1808 cuando la resistencia contra los franceses lo convierte en una cancioncilla popular. Volvió a evocarse durante la Segunda República como parte de la idealización de un pueblo español levantado en armas para defender la patria: antes contra los franceses, después contra los golpistas. La España republicana vive la contienda civil como una guerra de resistencia del pueblo en defensa de su libertad, recordando de nuevo la gesta de 1808 y el “¡Ay, Carmela!” que se cantaba a las tropas napoleónicas desde las barricadas gaditanas. Es durante la decisiva batalla del Ebro (julio a noviembre de 1938) cuando se recupera el lamento cantado, trasmutado ahora en republicano.

Alegoría de la II República Española. Autores: J. Barreira y J. Esteller (1931). Imprenta S. Durá Valencia (Imagen: Basilio at French, en Wikipedia).

La retaguardia republicana cantaba confiada el “¡Ay, Carmela!” durante los meses favorables de la defensa del Ebro. Al menos hasta la llegada de la Legión Cóndor alemana y las tropas de refuerzo italianas, que finalmente inclinaron la victoria de la batalla (y prácticamente de la guerra) del lado franquista. 

En 1987 la idealización republicana aparece con toda su imaginería en una obra teatral del dramaturgo José Sanchis Sinisterra titulada, precisamente, “¡Ay, Carmela!”. Apariencia y obra son recuperadas por Carlos Saura unos años después (en 1990, ganadora de 13 Goyas), para convertirla en película con el mismo título y con Andrés Pajares y Carmen Maura como protagonistas.

Las “Patrias” americanas

Aunque América no fue el último continente “descubierto”, sí que es el único cuyo nombre no deriva de una mitología anterior. América es la feminización del nombre del navegante Américo Vespucio (Amerigo Vespucci, 1454-1512), tal y como señaló el geógrafo germano Martin Waldseemüller en su colección de mapas publicados en 1507 en Lorena. En el Prólogo dice que el nombre que estampa en las tierras recientemente descubiertas, se debe a “la mente preclara” del navegante que entendió que había llegado a "la cuarta parte de la tierra", a un nuevo mundo. América y sus pueblos contenían ya su propia historia, mitología, religiosidad y cultura, todas muy diferentes a las que se conocían en la vieja Europa, pero muchos de los topónimos e idealizaciones patrias que existen incluso hoy, derivan del periodo de la conquista y, sobre todo, del tiempo de las emancipaciones.

Bolívar con la América India (1819), de Pedro José de Figueroa (1770 -1836). Imagen: Pinterest

A principios del siglo XIX, cuando toda Sudamérica empieza a despertar a sus propias construcciones nacionales, el pintor criollo Pedro José Figueroa (1170-1836), figura destacada de toda una generación de artistas de Bogotá, realiza una serie de iconografías patrias sobre los triunfos del Libertador Simón Bolívar (1783-1830). Una de las más conocidas es su obra Bolívar con la América India (1819), en la que el Padre de la Gran Colombia, posa junto a una idealización femenina indiana pero con atributos occidentalizados: su ropa y joyas de estilo criollo se destacan más que sus objetos indianos; su postura y ademanes se muestran refinados y a la europea; el cuerno de la abundancia recuerda la mitología greco-latina… etc. Se completa, eso sí, con elementos novedosos como el penacho de plumas de su cabeza (en lugar de corona muralis o de laurel), un caimán en lugar del acostumbrado león, o la planta del plátano en lugar del típico olivo.

Alegoría de América (1796), de Jacques Grasset de Saint-Sauveur (1757-1810). PD

Es una pintura alegórica de la libertad de la patria cuya figura central es el Libertador (no tanto la idealización femenina) y que Figueroa pudo basar en otra obra anterior, Alegoría de América (1796) una acuarela del francés Jacques Grasset de Saint-Sauveur (1757-1810), que, a su vez, está muy probablemente influenciada por una descripción del ya conocido Césare Ripa en su obra de 1603:

Mujer desnuda y de color oscuro, mezclado de amarillo. Será fiera de rostro, y ha de llevar un velo jaspeado de diversos colores que le cae de los hombros cruzándole todo el cuerpo, hasta cubrirle enteramente las vergüenzas. Sus cabellos han de aparecer revueltos y esparcidos, poniéndosele alrededor de todo su cuerpo un bello y artificioso ornamento, todo él hecho de plumas de muy diversos colores. Con la izquierda ha de sostener un arco, y una flecha con la diestra, poniéndosele al costado una bolsa o carcaj bien provista de flechas, así como bajo sus pies una cabeza humana traspasada por alguna de las saetas que digo. En tierra y al otro lado se pintará algún lagarto o un caimán de desmesurado tamaño”.

Esta vez sí, la idealización femenina es la única figura y sus atributos son los propios de las poblaciones precolombinas.  

Alegoría de la Constitución de 1857 (1868). P. Monroy (1836-1882). PD

Pero los procesos emancipadores adoptaron los ideales liberales y republicanos, europeizando también la iconografía patria, como igualmente puede apreciarse en la anónima Alegoría de México (siglo XIX), o en la maravillosa Alegoría de la Constitución de 1857 (1868), del pintor Petronilo Monroy (1836-1882), ya de la época de la República mexicana. 

La resurrección política de Amércia (1821). Alegoría del Imperio Mexicano.

Esta iconografía, que no terminó de arraigar en el ideario mexicano (se reconoce más a la Virgen de Guadalupe como emblema de la entidad nacional, por ejemplo), pudo originarse en un grabado que conmemora la Proclama de las Tres Garantías en 1821. Este grabado, titulado La resurrección política de América, representa al futuro emperador Agustín de Iturbide (1783-1824) ofreciendo su mano a una casi fenecida patria mientras sostiene la corona imperial con la otra, siendo observada la escena por el águila del Imperio Mexicano (otro elemento iconográfico de la patria). Al pie de la imagen se lee: 

"Qual cadáver la América yacía Inmóvil y sin vida se notaba; Ni arco, ni flechas, ni carcax tenía Y una dura cadena la enlazaba. Su águila hermosa parece que dormía Y ninguna esperanza le quedaba: Mas Yturbide le extendió su mano, Y revivió el Imperio Mexicano".

No es la única representación patria con estos atributos. En 1962, el pintor mexicano Jorge González Camarena (1908-1980), realiza una Alegoría de la Patria Mexicana a petición del presidente Adolfo López Mateos, en la que es el águila quien corona a la patria feminizada (una mujer mestiza o criolla, como las anteriores).

Santa Librada

Procesión de Santa Librada. Semanario El Tiempo de 20 de julio de 1931. Colección flikr de Jaime de Almeida

Para terminar, volvemos a Colombia, donde el país terminó por ser identificado con otra alegoría femenina, la de la santa crucificada, Santa Librada, nombrada Patrona de la Independencia de Colombia en 1810, por ser la santa del día en el que se organizó la Junta Patriótica en Santafé de Bogotá: 

Se formaron todas las tropas para la asistencia de la representación nacional a la catedral, a la fiesta de Santa Librada, en la que predicó el padre Florido un sermón famoso, de hora y cuarto, de independencia. Acabada la misa, se descubrió Su Majestad y se cantó el Te Deum. Finalizada la función, se regresaron al colegio electoral (…) Después se hizo el juramento de independencia”. (“Diario de la Patria Boba”, de José María Caballero, 1813)

Jaime de Almeida, de la Universidad de Brasilia (Brasil)

No pasaría por ser más que una mera alusión a una patrona católica procesionada cada 20 de julio desde entonces,  si no fuera por la total identificación que se llegó a establecer entre el país y la santa en el siglo XX. Más concretamente, con el partido liberal colombiano, ya que su advocación parece desaparecer, incluso, cuando los conservadores alcanzan el poder (aunque mantuvieran las procesiones en el año del centenario de la independencia, en 1910). Hasta tal punto llegó a establecerse esta identificación patria femenina entre Santa Librada y Colombia, que el periódico ilustrado Bogotá Cómico, del 30 de agosto de 1919, utilizó esta imagen de la patria en una caricatura (titulada “Tacó burro”) para criticar el que consideraban un mal acuerdo económico con los EE.UU. (identificado como “Tío Sam”).

Se han consultado, entre otras publicaciones:

Chicangana-Bayona, Yobenj Aucardo (2011), La India de la libertad: de las alegorías de América a las alegorías de la patria, en “Estudios de Filosofía Práctica E Historia de Las Ideas”, nº 13 (Vol.1):17-28, Universidad Nacional de Colombia, Medellín (Colombia).  

Almeida, Jaime de (2011), Un lugar de la memoria y el olvido: Santa Librada, patrona de la Independencia en Colombia, en "Revista Brasileira de Historia", vol.31, no.61, São Paulo (Brasil).