Ya en la antigua Hélade se consideraba que Atenea (Palas Atenea Niké) era la diosa protectora de Atenas, la ciudad-estado (polis) hegemónica durante el clasicismo griego y de la que toma su nombre. Atenea es una figura que se representa y divulga por doquier también como representación alegórica de la Victoria (Nike), tanto en Atenas como en otras polis griegas, como la Victoria de Samotracia, por ejemplo, que es la más conocida y probablemente la más iconografiada.

Temis, en la Corte Suprema de Queensland (Australia). PD.

También son femeninas representaciones alegóricas nacidas a la luz del clasicismo griego y romano, como la Libertad o la Justicia, ésta tomada de la diosa romana Iustitia, heredera de la griega Temis, que portaba en una mano una espada, símbolo de fortaleza, y en la otra, la balanza que representa la equidad. Posteriormente la imagen adquiere una venda sobre los ojos representando la igualdad de la justicia para con todos los hombres, y es la que hoy todos conocemos. La Fama, la Fortuna, la Abundancia, la Fecundidad, la Eternidad, la Felicidad, la Concordia, la Indulgencia, la Constancia… también se representaron alegóricamente en femenino. Césare Ripa (1555-1622) recogió, clasificó y describió estas y otras alegorías por orden alfabético en su obra Nova iconología por Cesare Ripa Perugino (1603). 

Las personificaciones femeninas patrias son tenidas como una especie de “madre” protectora de la nación (mientras que los próceres, terrenales y masculinos, son los “padres” de la patria). Con el nacimiento de los Estados modernos son varias las representaciones femeninas que se conocen, por ejemplo la Britannia inglesa, la Germania alemana, la Italia Turrita, la Madre Rusia o la Libertad americana (aunque aquí la personificación más usual es masculina, el Tío Sam). Todas ellas han personificado en femenino una identidad nacional.

Europa en Femenino

Mapa feminizado de Europa de Heinrich Bünting (1582). PD.

Quizá todos recordemos la mitología según la cual Europa era una mujer, una ninfa asiática (de Tiro) secuestrada por un Zeus enamorado y trasmutado en un toro, para ser llevada al otro extremo del mundo, un mundo que terminó por adoptar su nombre. Todos  los continentes tienen un nombre que terminó derivando en una representación femenina, como África y Asia, o ya contaban con ella en la mitología, como Oceanía (derivada de las ninfas oceánidas) y la mencionada Europa. El caso de América es diferente, se feminizó a partir de un nombre masculino: Américo Vespucio.

En el siglo XVI, en el Itinerarium Sacrae Scripturae (“Libro de viaje a través de la Sagrada Escritura”, 1582), del pastor protestante alemán Heinrich Bünting (1545-1606), se representó un mapa de Europa con forma de mujer virginal coronada, donde España aparecía como cabeza rectora del continente y primera parte del mundo.

Representación de la Britania en una moneda de medio penique de 1936. PD.

Algún tiempo después, ese papel director del mundo conocido fue desempeñado por Inglaterra (después Gran Bretaña), la isla de Albión o Britannia (derivado del griego Brettaniai, originalmente varias islas) como la llamaron los romanos.

Sobre un montaje triangular, que representa la isla de Gran Bretaña, nos sentamos en el lugar supremo, bajo la silueta de una ninfa justa y hermosa, la propia Britannia...”

Anthony Munday “Triumphs of Reunited Britannia” (1605), Londres.

La personificación femenina de esta parte del Imperio llegó enseguida, en el siglo II, mostrando la Britania como una diosa con tridente, escudo y casco corintio. La trasmutación de esta personificación femenina en símbolo del Estado empieza a gestarse en el siglo XVII, cuando Inglaterra pierde a su reina y es gobernada por un rey escocés, aunque no se “oficializa”, digamos, hasta la firma del Acta de Unión de 1707 (entre Inglaterra, Gales y Escocia). Britania es tomada entonces como la personificación de la unión de Imperio Británico y en su escudo figura la bandera inglesa.

 

La Germania de Niederwald en Rüdesheim am Rhein (Alemania). Imagen: AlmaLeonor, de Vavel.

La personificación femenina de la Germania es la de una mujer colosal, de larga cabellera pelirroja, con armadura y escudo (suele figurar en él un águila negra) que porta la espada de Carlomagno, la Joyeuse, y la corona del Sacro Imperio Romano, añadida más tarde, porque, aunque la Germania deriva de las Revoluciones de 1848, fue adoptada por la Alemania Imperial y, a partir de 1871, se la hace figurar también con la bandera negra, blanca y roja. 

En las colinas de la bellísima localidad de Rüdesheim am Rhein, junto al Rin, se encuentra el impresionante monumento Niederwalddenkmal, de 38 metros de altura (en total, la estatua femenina mide 10,5 mt), dedicado a la Germania, y construido, precisamente, para conmemorar la fundación del imperio alemán tras la Guerra Franco-Prusiana (1870-1871) como monumento a la unión de todos los alemanes. En su pedestal figura el himno patriótico Wacht am Rheim (“el Guardián del Rin”), y las representaciones alegóricas de la Paz y la Guerra. Su costo fue sufragado por las Kriegervereine, asociaciones de veteranos de guerra, que más tarde propulsaron la construcción de otro  monumento más alto aún, el Monument Kyffhäuser (de 81 mt de altura, en Turingia), dedicado al Emperador Guillermo I que aparece en una estatua ecuestre. La figura central de este monumento es la representación del emperador Federico Barbarroja, de la casa Hohenstaufen, de quien se decía que dormiría en el interior de la montaña Kyffhäuser hasta la restauración del Reich medieval y, por eso, era considerado un lugar sagrado. Pero, en todo caso, son ya representación de personajes reales y masculinos, no idealizaciones femeninas.

Italia Turrita, coronada y estrellada con la Stella d'Italia, por Cesare Ripa (1603). PD.

"...Una bellissima donna vestita d'Habito sontuoso, e ricco con un manto sopra, e siede sopra un globo, ha coronata la testa di torri, e di muraglie, con la destra mano tiene uno scettro, overo un'hasta, che con l'uno, e con l'altra vien dimostrata nelle sopra dette Medaglie, e con la sinistra mano un cornucopia pieno di diversi frutti, e oltre ciò faremo anco, che habbia sopra la testa una bellissima stella." 

Cesare Ripa, "Iconologia" (1603) 

La personificación femenina de Italia es la Turrita, un personaje que porta en su cabeza la corona muralis, o corona almenada (como un muro con “torres”, de origen romano, que tradicionalmente se otorgaba a quien escalaba un muro y lograba colocar un estandarte en una ciudad sitiada, mientras que la corona cívica, de roble, se otorgaba a quien salvaba la vida a otro en batalla) , muy vinculada también al Reino de Castilla. La Turrita, símbolo del Risorgimiento italiano, se populariza a partir de 1861 con la Stella d’Italia, la estrella de cinco puntas protectora de Italia y el más antiguo atributo del patriotismo italiano. Era conocida ya en época romana y aparece en el siglo II, durante el Imperio de Antonino Pío, aunque la figura más difundida es la que dibuja Césare Ripa, inspirado en la personificación de Italia que el cosmógrafo italiano Ignazio Danti (1536-1586)  pintó en la Galería de los Mapas del Vaticano.

Es Ripa quien la retrata definitivamente con todos sus atributos y una cornucopia de la abundancia, aunque esta desaparece más tarde y es sustituida por un manojo de espigas como símbolo de la fertilidad de la tierra italiana. Presenta el pelo oscuro y ondulado, viste túnica y manto y porta una vara o una espada (durante el periodo fascista italiano sostenía un haz de lictores, las 30 varas que representaban cada una de las curias romanas, formando un cilindro alrededor de un hacha o labrys).

La Marianne Francesa

La Libertad guiando al pueblo (1830) de Eugène Delacroix. PD.

En el siglo XVIII la Turrita cedió cierto protagonismo a una representación de Italia como Minerva, influenciada por la aparición en Francia de la última de las iconografías patrias femeninas de las que vamos a hablar en esta primera parte: la Marianne o Libertad, símbolo de la patria francesa.

La personificación de la Libertad como personaje femenino es antigua y, como la Justicia, deriva de la época romana. Pero desde el siglo XVIII quedó unida a la proclama de la Revolución francesa (1789), «Liberté, égalité, fraternité» (Libertad, igualdad, fraternidad, lema oficial de Francia desde 1880) y a la figura de la Marianne, la representación de la Francia que luchaba por salir de la opresión del absolutismo. Más tarde, será el francés Eugène Delacroix (1798-1863) quien la inmortalice con su obra La Libertad guiando al Pueblo (1830) cuando, en plena ola de revoluciones europeas (España en 1820, en toda Europa en 1830 y 1848), la Marianne de la República Francesa aparece de nuevo levantada en armas para salvar a la patria.

Alegoría de la Marianne en 1940. The National Archives (Reino Unido). PD.

En esta obra tan conocida, ya están presentes símbolos que se asociarán desde entonces, no solo a Francia (la bandera tricolor), sino también a la República como forma de estado: el gorro frigio (en principio relacionado con el liberalismo y la masonería). 

Pero la Marianne tiene un origen un tanto peculiar. Marianos, era el apodo despectivo con el que los monárquicos franceses calificaban a los republicanos a los que suponía seguidores incondicionales de las tesis del jesuita español Juan de Mariana (1536-1624), profesor en la universidad de París entre 1569 y 1574 y quien no estaba muy bien considerado en el país galo por entender que defendía el tiranicidio con su obra De rege et regis institutione (1599) donde narra el asesinato del rey Enrique III de Francia (1551-1589). Sin embargo, como pasa algunas veces, el apodo despectivo terminó por ser aceptado por los revolucionarios elevándolo hasta denominar Marianne a la propia patria francesa, una madre por la que estaban dispuestos a luchar incluso llegando hasta el regicidio, como así sucedió en la persona del rey Luis XVI (y su esposa, María Antonieta de Austria). Marianne es, desde 1789, un sinónimo de Francia.

Cartel ruso de 1914 sobre la Triple Entente: Britannia (derecha, con ancla en lugar de tridente), Marianne (izquierda) y la Madre Rusia en el medio. PD.

Hay otra posible explicación a esta asociación. Durante la Revolución francesa se relacionaba la recuperación de la patria francesa con una cancioncilla occitana que hacía referencia a la salud de una muchacha La Guérison de Marianne (“la recuperación de Marianne”). En todo caso es una idea que va a atravesar la historia hasta el siglo XIX, cuando durante la revolución de 1830 (los “Tres días Gloriosos”, el 27, 28 y 29 de julio) se ve necesario recuperar de nuevo la patria francesa. Es entonces cuando Delacroix pinta su Marianne como la Libertad.

Inauguración de la Estatua de la Libertad iluminando al Mundo (1886), de Edward Moran. Colección J. Clarence Davies, Museo de la Ciudad de Nueva York. PD.

Estas representaciones patrias femeninas quedarán ya para siempre en el imaginario cultural europeo. Durante la Gran Guerra, la profusión de cartelería, posters y prensa sobre el conflicto, utilizó mucho esta simbología. La Triple Entente (Gran Bretaña, Francia, Rusia) eran representadas con esas alegorías femeninas: la Britannia, la Marianne y la Madre Rusia. Mientras, la representación de los Estados Unidos seguía vinculada a la figura masculina del Tío Sam, aunque ya desde 1886, la Estatua de la Libertad, regalo del pueblo francés en recuerdo de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (predecesora de la Revolución francesa), ya estaba instalada en Nueva York.

Continuará…