Nacida en Toledo en 1479, creció acompañada de una educación acorde a su posición y altamente esmerada por empeño de su madre, Isabel la Católica que conocía de primera mano lo que suponía ser una mujer en el poder de la época. Juana de Castilla no tardó en ser una aventajada alumna, destacando en lenguas, danza y música. En algunos autores podemos encontrar que las rarezas en ella comenzaron desde niña (períodos de aislamiento o dormir en el suelo), más no existen indicios de que sufriera ningún trastorno mental en su infancia.

Juana y su esposo en la Corte | Fuente: WikiCommons

Siendo la tercera hija de los Reyes Católicos, ni se imaginaría que acabaría siendo la legítima sucesora del trono, mostrando poco interés ante los asuntos políticos. Aunque su matrimonio fue una alianza de interés al igual que el de su hermano Juan con Margarita de Austria, ello no impidió que Juana y Felipe de Habsburgo se enamoraran casando en 1496. Sin embargo, el amor en Felipe “el Hermoso” duró poco, llevando a cabo múltiples infidelidades que exasperaban la paciencia de Juana y alimentaban un sentimiento de celos incontrolable. A pesar de las constantes infidelidades de su esposo, seis fueron los hijos fruto de su matrimonio.

Reyes Católicos | Fuente: WikiCommons

Múltiples eran los ataques de ira por parte de la futura reina hacia su esposo, lo acompañaba a cada viaje que podía, lo rondaba constantemente y estas entre otras, fueron las causas que plantearían la hipótesis de su locura. Tras la muerte de sus hermanos mayores, Juan, heredero del trono e Isabel, la hermana mayor, su estado mental como el de cualquier otra persona cuerda o no, sufrió en demasía, lo que la llevó a una inestabilidad visible hasta el punto de ser comprobada por sus padres, los cuales quedaron altamente preocupados por la salud mental de la heredera de su trono.

Felipe y Juana | Fuente: WikiCommons

Aunque su madre expresó claramente en su testamento que Juana debía reinar Castilla, agregó ciertos matices sujetos a su estado de salud y a su estancia o ausencia en el lugar. Tras la muerte de Isabel la Católica en 1504, comenzó el enfrentamiento entre Felipe como esposo y Fernando como padre de una reina que trataron de mostrar como no apta para el reinado. Aunque las diferencias entre suegro y yerno eran innumerables coincidían en apartar del poder a Juana, así a lo largo de sus desacuerdos, alcanzaron diversos acuerdos (Concordia de Salamanca y Concordia de Villafáfila).

Fue tras el último acuerdo que Felipe expuso abiertamente sus objetivos, que no contento con relegar a su esposa del poder, pretendía alzarse rey en solitario. Fueron diversos los obstáculos con los que se encontró “el Hermoso”, entre los cuales destacar una intervención de la heredera del trono en las Cortes de Valladolid cuyas palabras expresaban gran cordura, lejos de lo que quería hacer parecer su entorno.

Juana I ante la tumba de su difunto esposo | Fuente: WikiCommons

Finalmente, Felipe se alzó rey, mas su reinado no alcanzó los dos meses. Los síntomas previos a su muerte hicieron creer a muchos que fue víctima de la peste, más otras versiones aseguran que fue envenenado pues los síntomas aparecieron tras beber agua fría al terminar de jugar a la pelota. La muerte de su esposo en 1506 sumió a Juana la Loca en un largo cortejo fúnebre. La viuda paseó el cuerpo del difunto por toda Castilla durante ocho meses, esta acción extendió los rumores de su poca cordura.

Durante su peregrinaje funerario, Fernando el Católico se hallaba fuera por lo que Juana asumió la corona, mas a su vuelta, aprovechándose de la debilidad de su hija ante la situación, Fernando vio la oportunidad de hacerse con el reinado. Recluyó, entonces, a su hija junto a su nieta pequeña, Catalina en Tordesillas. Con el único apoyo de su hija menor, ambas sufrieron unas condiciones deplorables.

La actitud de Juana ante el reclutamiento y las miserables condiciones pasó por huelgas de hambre, ataques de ira y su desvinculación con las celebraciones litúrgicas, lo que acentuó aún más la idea de su locura. En la época las enfermedades mentales estaban muy mal vistas y solían ser objeto de vergüenza para la sociedad.

El cautiverio de Juana y su hija, la infanta Catalina | Fuente: WikiCommons

Tras la muerte del Rey Católico en 1516, Cisneros asumió la regencia a la espera de que Carlos V de Alemania regresara a Castilla para asumir la corona. Fue Cisneros quien, tras una visita a Juana I, quedó anonadado con las condiciones de las cuales Juana y su hija eran víctimas, por lo que tomó medidas para que su situación mejorara.

Casi dos años después, Carlos I llegó a Castilla y tras doce años sin ver a su madre y a su hermana pequeña se dirigió a Tordesillas junto a su hermana Leonor, aceptando su madre todas las proposiciones de su primogénito, éste se alzó con el poder desoyendo todo deseo expuesto en el testamento de Isabel la Católica.

Juana I | Fuente: WikiCommons

Ignorando las recomendaciones muchas de las cuales procedían de las Cortes de Castilla, Carlos I destituyó a aquellos que no eran fieles a sus ideas para con Castilla y endureciendo las condiciones del aislamiento de su madre. Fueron estos entre otros actos los que hicieron que ganara enemigos, entre ellos los comuneros que exigían respeto a Castilla y reclamaban la libertad de Juana.

Fue en 1520 que el movimiento comunero puso rumbo a Tordesillas para liberar a la reina y aunque les negó su apoyo, quizá en parte debido al peculiar desinterés político de Juana, éstos quedaron satisfechos al comprobar que estaban ante una mujer inteligente y de mente sana, contrario a lo que padre, esposo e hijo defendieron por alzarse con el poder. Finalmente, tras una reclusión de 47 años, casi medio siglo, Juana I falleció en el 1555.