La vinculación del ser humano con la cueva ha sido permanente desde la prehistoria, especialmente por ser lugar de protección frente al exterior. Fueron espacios de cobijo ante una meteorología adversa o refugio ante el peligro potencial que representaban tanto los animales salvajes como otros grupos humanos.  

Esa protección fue pronto elevada a la categoría de lo sagrado por la mayoría de las culturas, convirtiendo a la cueva en espacio de culto. Los ejemplos en los que la cueva es protagonista en cualquier religión son innumerables, aunque como botón de muestra decir que Zeus nació en una cueva, Cristo fue enterrado en una cueva y a Mahoma le fue revelado el Corán en una cueva.

Ese carácter sacro también ha tenido su vertiente mágica al ver en la cueva el útero de la madre tierra o el pasillo a través del cual acceder hasta el inframundo, por tanto, estas cavidades podían ser lugares de contacto con los muertos y espacios donde practicar la magia. En este contexto hay que entender la Cueva de Salamanca, donde según la tradición popular Satanás impartía doctrina y célebre gracias a las referencias de grandes escritores que se inspiraron en ella para sus creaciones literarias como Miguel de Cervantes, Zorrilla, Espronceda o Quevedo.

Esta famosa cueva, construida por el mismísimo Hércules según la leyenda, se localiza en la Cuesta de Carvajal y se accedía a ella a través de la sacristía de la antigua iglesia de San Cebrián, un templo que fue levantando en el siglo XII y abandonado en el siglo XVI por su estado ruinoso y con cuyas piedras se levantó parte de la Catedral Nueva.

Resulta curioso que la cueva se situara precisamente bajo un templo dedicado a San Cebrián, que es considerando como uno de los grandes magos de la antigüedad. San Cebrián o Cipriano de Antioquia fue un personaje de gran cultura. Sus extensos conocimientos sobre la magia de la época los recogió en un libro antes de convertirse al cristianismo. Padeció martirio durante la persecución de Diocleciano. Está considerado el patrón de los brujos.

Durante las intervenciones arqueológicas que se llevaron a cabo para poner hacer visitable el entorno se pudo documentar la planta del templo y su necrópolis así como un tramo de la muralla medieval y un cubo de la muralla romana, llamada Torre del Marqués, en homenaje al más popular de los alumnos del demonio, como veremos después. Con anterioridad a estas épocas aparecieron niveles de ceniza datados en época celtibérica.

Según cuenta la tradición popular, la cueva disponía de una escalera que bajaba hasta el infierno y a través de la cual accedía el demonio, con apariencia de sacristán, para enseñar las oscuras artes a sus estudiantes, con la condición de que estos no revelaran a nadie su aprendizaje.

Las enseñanzas se impartían a siete alumnos por un periodo de siete años. De entre los siete estudiantes se elegía uno por sorteo, que sería el que se haría cargo de la matricula del resto del grupo.

El más famoso de estos estudiantes fue Enrique de Villena, venido desde Toledo para aprender las ciencias ocultas. A él precisamente, le tocó asumir la matricula del resto de sus compañeros, pero al no poder hacer frente a los costos fue recluido en la cueva como castigo.

El marqués de Villena idea un plan para huir, ocultándose en el interior de una tinaja tapada con un gran libro, quizás el de San Cipriano. Al volver Satanás y comprobar que ha huido utilizando los conjuros de este libro, sale en su búsqueda apresuradamente, dejando la puerta abierta, momento que Enrique utiliza para escaparse y ocultarse en la iglesia. Al día siguiente, temiendo que el sacristán estaría buscándolo, se mezcla entre la gente que asiste a la misa para pasar desapercibido.

Al intentar salir del templo el sacristán lo ve e intenta apresarlo, aunque no llega a cogerlo, si que toca con su mano la sombra del marqués y se la arrebata y de esta manera parece ser que también perdió su alma.

Enrique volvió a Toledo y allí se le pudo ver paseando por las calles de esta ciudad, siendo reconocido por ser el hombre sin sombra. Se dice que en las clases que recibió del demoníaco sacristán aprendió el arte de la inmortalidad.

Al margen de la leyenda, lo cierto es que  Enrique de Villena fue un personaje de gran cultura, escritor y traductor de obras como la Divina Comedia o la Eneida. Sus creaciones literarias fueron quemadas después de su muerte, acaecida en 1434, por considerarse heréticas.

En casi todo suceso legendario subyace un trasfondo verídico y en este caso la Cueva de Salamanca pudo ser durante mucho tiempo centro de reunión y aprendizaje de aquellos conocimientos que no se adquirían en la universidad. Fue punto de mira de la inquisición hasta que se tapió por mandato de Isabel la Católica.

Bibliografía.

- José Antonio Ejido. La cueva de Salamanca. Salamanca, 1994.

- Milagros Ezquerro. “Análisis semiológico de 'La cueva de Salamanca'”. Criticón, 42 (1988), pp. 43-52.

- Mónica Marcos Celestino. “El Marqués de Villena y La cueva de Salamanca. Entre literatura, historia y leyenda”. Estudios humanísticos. Filología, 26 (2004), pp. 155-186.

- Jesús Carlos Misiego Tejada et alii. “La iglesia de San Cebrián o la Cueva de Salamanca”, Numantia. Arqueología en Castilla y León, 6 (1996), pp. 225-240.