Los buenos contadores de historias poseen la capacidad de hacer retroceder al pasado a todos aquellos que las escuchan, viajando directamente a un claro de un bosque o a una cueva en la que un viejo chamán hace de cronista entre la realidad y la leyenda, transmitiendo de generación en generación relatos contados bajo la luz de luna, el fuego y el crepitar de una hoguera. En esa fina línea que separa al novelista del historiador, la historiografía de la leyenda, flota nuestra existencia, las grandes preguntas y respuestas.
El rey Gilgamesh y las grandes preguntas
La literatura tiene un sentido por tanto mágico, no en vano cuando se inventa por primera vez el relato complejo es aproximadamente hace unos cinco mil años, en Mesopotamia, cuando con la Epopeya de Gilgamesh se intenta dar respuesta a un enigma que aún sigue vigente y es: ¿qué le espera al ser humano después de la muerte? Y sobre todo el siguiente: ¿por qué está el ser humano condenado a morir si los dioses (en su arraigado concepto) son inmortales? No se ha encontrado la solución a las citadas preguntas, pero el cronista que lo escribió, inventó una historia en la que el rey Gilgamesh efectuó un ‘viaje al más allá’ para preguntarle directamente a esos ‘creadores', esos dioses instructores, la razón de por qué tenía que morir el ser humano. Y aquellos supuestos dioses resultan tan malvados que en aquellos versos de la Epopeya desvían a Gilgamesh hacia un rincón del Edén en el que se encuentra un hombre que supuestamente es el único ser humano que ha sobrevivido consiguiendo el don de la inmortalidad.
Upnapistin y la inmortalidad
Un hombre llamado Upnapistin, supuestamente el único hombre que sobrevivió a la antigua humanidad, pues al parecer los dioses se cansaron de la ‘malvada’ humanidad y decidieron acabar con todo ser vivo sobre la faz de la Tierra. Enviaron una devastadora inundación tan solo avisando a Upnapistin –a juicio de aquellos dioses un hombre bueno-. Un dios le previno ante el inminente suceso, conminándole a que construyera un barco en el que debía embarcar una pareja de animales de cada especie, para así conseguir su supervivencia y reiniciar de esta manera la historia de la vida sobre la Tierra y por tanto de la humanidad. Al parecer Upnapistin lo hizo tan bien que los dioses le concedieron el don de la vida eterna.
El diluvio, Upnapistin-Noé
Esta historia suena tremendamente puesto que es la que siglos después los cronistas de la Biblia y el Viejo Testamento adaptaron como la de Noé y el diluvio. Pero esta ya estaba prefigurada mucho tiempo antes en Mesopotamia, en la citada Epopeya que continúa con una conversación entre Gilgamesh y Upnapistin en la que el rey le pregunta a este por el gran secreto de la vida eterna. Upnapistini le habla de una planta sumergida en el fondo del mar. Gilgamesh se sumerge en el Océano en su busca, pero finalmente no llega a ella porque su capacidad pulmonar no es lo suficientemente poderosa como para acceder a la misma, desistiendo de su intento y regresando a la superficie, a la realidad como ser mortal con la frustración de no haberlo conseguido. Esta vieja historia, esta vieja leyenda marca el inicio de la literatura, surgida en buena medida como forma y vehículo fantástico para dar respuesta a preguntas transcendentes.
La gran ciudad de Uruk
El citado relato se hunde en la noche de los tiempos, también de la historia puesto que supuestamente hace cinco mil años un rey llamado Gilgamesh gobernó la imponente ciudad mesopotámica de Uruk, en lo que hoy es Irak. En el país de Sumer, que se extendía en la fértil llanura mesopotámica, atravesada por los ríos Éufrates y Tigris. Cuna de un personaje que por sus hechos pasó a la categoría de mito, convirtiéndose en protagonista de un ciclo de poemas sumerios que cristalizaron en la primera epopeya de la historia. Hazañas de un viaje por los confines del mundo y hacia el más allá, grabadas en estelas de piedra, la búsqueda de la inmortalidad, volcada físicamente sobre el sagrado templo de Eanna y las gruesas murallas de Uruk.
Bilgames-Gilgamesh
Existe constancia de que hacia el 2700 a. C. existió un personaje, llamado Bilgames –posiblemente derivado a Gilgamesh-, antiguos textos conservados en escritura cuneiforme que lo ubican en Kullab, un barrio de Uruk, con el estatus de sacerdote-rey. Igualmente el nombre de Gilgamesh también aparece en un documento sobre la Lista Real sumeria -redactada hacia 1950 a. C.- Supuestamente y según refleja la citada cronología, Gilgamesh pertenecería a la dinastía I de Uruk como quinto soberano, que reinó 126 años siendo sucedido por su hijo Ur-lugal. Según recuerda el poema –la Epopeya- a Gilgamesh se le atribuye la construcción de las poderosas murallas de la ciudad, siendo también mencionado al respecto en una inscripción del rey Anam de Uruk, datada hacia 1825 a. C.
Sin-leqi-unnini
En cualquier caso, la recuperación del poema corresponde a un sacerdote, exorcista y escriba llamado Sin-leqi-unnini, que lo organizó hacia 1400 a. C. en once cantos o tablillas. Posteriormente en el siglo VII a. C., los escribas asirios del tiempo del rey Assurbanipal, dieron al texto su forma canónica, añadiéndole la tablilla número doce que hoy es la última. La citada versión fue archivada en la biblioteca del palacio del rey, en Nínive, destruida hacia el 612 a. C. ubicada nuevamente hacia 1845 por el explorador británico Austen Henry Layard, cerca de Mosul, en Iraq.
De cuyo contenido se conserva una pequeña fracción, compuesta por 25.000 tabletas, depositadas en el Museo Británico, donde fueron traducidas por George Smith a partir de 1872. De aquellos fragmentos surgió el Poema de Gilgamesh que llegó a nuestros días y que recientemente –en 1984- fue enriquecido con la participación del escritor John Gardner. Se puede considerar por tanto que la Epopeya de Gilgamesh es el origen de la literatura compleja, la fina línea entre la verdad y la ficción –la historia y el mito-. La magia de los contadores de historias, la voz de los viejos chamanes, el viaje del contexto narrativo hacia las grandes preguntas, el miedo a la muerte.
Las aventuras de Gilgamesh y su amigo Enkidu en tablillas de arcilla y escritura cuneiforme, la historia de siempre, la del viejo chamán, la del contador de historias que la interpreta alrededor de una hoguera, la readapta y convierte en atractiva derivando hechos reales que se difuminan con el mito. Porque la historiografía oficial se basa en la documentación física, en los hallazgos arqueológicos, pero siempre debe estar en estado alerta puesto que en cualquier momento puede reescribirse. En esencia todo historiador posee en su interior la aspiración del viejo chamán, del buen contador de historias, no en vano la historia siempre tuvo algo de literatura y viceversa…