Siglo XIII aC. Esa es la fecha en la que se suele situar históricamente el final de la Edad de Bronce, una que fue testigo de los momentos de mayor esplendor de algunas de las grandes civilizaciones de la antigüedad. También es en estas fechas cuando algunos investigadores bíblicos suelen situar la entrada de Josué y los israelitas en tierras cananeas tras el periplo narrado en el Éxodo. Un episodio éste que parece estar fuertemente influenciado por la invasión proveniente desde el sur de una serie de pueblos que arrasaron con todo lo que encontraron a su paso por el Mediterráneo oriental. Poco más de un siglo después, la situación geopolítica había cambiado para siempre en la zona. Veamos como fue el proceso.
Hatti dejó de existir, los enormes y maravillosos palacios micénicos eran poco más que ruinas y Egipto había perdido gran parte de su influencia, un golpe del que jamás se recuperaría. Al parecer, los primeros en caer en este episodio aun no esclarecido fueron Micenas y Creta. Hacia el año 1200 aC su actividad comercial había caído en picado, debido probablemente a la entrada en escena de este grupo dispar conocido como Pueblos del Mar. Los pobladores de estas grandes ciudades decidieron huir de las mismas y buscar refugio en el interior, en zonas más fáciles de defender, alejadas de las costas. No fue hasta varios siglos después cuando sus descendientes decidieron habitar de nuevo los valles cultivables. Otra víctima más que probable de estos pueblos fue la legendaria Troya que Heinrich Schliemann buscó con tanto ahínco. Se suele atribuir la destrucción de la misma – de la capa que buscaba el alemán, puesto que allí hubo varios asentamientos a lo largo de los siglos – a los micénicos, pero también se especula con la posibilidad de que los Pueblos del Mar entraran en liza mientras ambos bandos guerreaban.
Israel Filkenstein y Neil Asher Silberman, en su obra La Biblia Desenterrada, nos ofrecen el nombre de la siguiente víctima, Ugarit. El rey Ammurapi – último rey ugarítico – envió una misiva desesperada al rey Elisa de Chipre, hacia el año 1185 aC. La carta reza como sigue:
"El enemigo ha incendiado las ciudades y ha causado estragos. Mis tropas se encuentran en el país de los hititas; mis barcos, en Licia, y el país ha quedado abandonado a sus propios recursos".
Asimismo, existe correspondencia cruzada entre Ugarit y un reino vasallo de los hititas, conocido como Alashiya, que muestran sus miedos hacia el invasor. Una tablilla de arcilla enviada por el rey de Alashiya a Ammurapi dice lo siguiente al respecto:
"Saludos, que los dioses te conserven con buena salud. Lo que me has escrito sobre si se ha divisado al enemigo en el mar. Bien, ahora, incluso si es cierto que se han visto barcos enemigos, mantente firme. En efecto, acerca de tus tropas, tus carros, ¿dónde están situados? ¿Están situados a mano o no? ¿Quién te presiona tras el enemigo? Fortifica tus ciudades, establece en ellas tus tropas y tus carros y espera al enemigo con pie firme".
Las misivas cruzadas sirven para hacerse una idea del daño que estaban provocando los nuevos invasores, que se extendían como una verdadera plaga bíblica. Ugarit cayó, como pasó con Hattusa, la capital hitita, y con Canaán misma poco después. El único superviviente de esta contienda sin igual fue Egipto, que tuvo tiempo para prepararse para la invasión. Aunque el precio que pagaron fue alto, pues debieron abandonar los territorios conquistados más allá de las fronteras del Nilo, incluida la tierra de Canaán. Un mal menor, visto lo ocurrido con todos los pueblos mencionados anteriormente. El templo de Medinet Habu, en el Alto Egipto, da testimonio de la campaña que comandó Ramsés III y que tenía como objetivo repeler a los Pueblos del Mar. Éstos trataron de invadir Egipto desde Siria y desde el mar. En Medinet Habu podemos admirar un bajorrelieve que nos describe la decisiva batalla del Delta del Nilo, ocurrida hacia el octavo año de reinado de Ramsés III. Es, de hecho, la primera batalla naval de la que se tienen registros históricos.
La identidad de los invasores
Las crónicas de Ramsés III ofrecen también datos sobre los invasores, una confederación que se desplazó hacia el Mediterráneo y campó a sus anchas mientras acababa con toda población que se entrometiera en su camino. El faraón aseguraba que se trataba de una reunión de “países filisteos, tie-ker, shekelesh, denien y weshesh”. El bajorrelieve del templo nos permite imaginar la apariencia de los enemigos. Cascos cornudos y prendas emplumadas. Los egipcios dominaron en ambos frentes, terrestre y marítimo, poniendo freno así al avance de los Pueblos del Mar, que por otra parte ya habían acabado con el resto de las potencias del Mediterráneo oriental, en un margen de tiempo de sólo un cuarto de siglo. ¿Quiénes eran estos invasores exactamente?
La cuestión sobre el origen de estos pueblos sigue sigue siendo objeto de polémica. Hoy en día, la hipótesis que cuenta con más seguidores señala que estaríamos ante un grupo que inició una emigración masiva iniciada en el Egeo, proveniente quizá del sur de Anatolia. A su paso arrastraron a todos los invadidos, ya que Medinet Habu muestra carros de bueyes junto a la expedición militar, además de mujeres y niños. Los vencidos pasaban a formar parte de estos pueblos, al igual que sus recursos, que eran usados para continuar con la meteórica expansión.
¿Qué motivó el inicio de la invasión? Los autores de La Biblia desenterrada especulan con la posibilidad de que la presión demográfica y la hambruna empujaran a estos pueblos a destruir a las potencias de la Edad de Bronce, en su empeño por encontrar mejores tierras donde asentarse. Esta hambruna habría estado provocada por un repentino cambio climático que hizo estragos en la agricultura, lo que obligó a miles de personas a vagar por el Mediterráneo en busca de un clima más propicio, destruyendo de paso a todo el que se resistiera. Mientras tanto, hay quienes opinan que el fin de las ciudades-Estado micénicas propiciaron que sus habitantes se enrolaran en esta causa.
Es en este contexto de destrucción donde se enmarca el relato de la conquista de Canaán por parte de Josué y los israelitas, que por otra parte ha quedado en entredicho gracias a las investigaciones en torno al fin de la Edad de Bronce. Las pruebas arqueológicas nos dicen que las ciudades que – siempre según el Antiguo Testamento – cayeron rápidamente a manos de los israelitas, vivieron un ocaso que duró más o menos un siglo, lo que contradice la versión bíblica, que relata una campaña relámpago triunfal para Josué y los suyos. ¿Puede ser que los amanuenses bíblicos usaran el recuerdo de la invasión de los Pueblos del Mar para componer su epopeya?
El estudio de los Pueblos del Mar comenzó en el siglo XIX, cuando Emmanuel de Rougé acuñó el término. Uno de los pueblos componentes del bloque invasor era el de los peleset, quienes posteriormente serían conocidos como los filisteos, según se cree en los ambientes académicos. Los mismos filisteos que batallaron contra los israelitas y que en un momento determinado llegaron a robar el Arca de la Alianza, solo para devolverla poco después debido a una plaga desatada contra ellos. ¿De dónde proceden? Puede que de algún lugar cercano a Chipre, por lo que su cultura era similar a la de otros pueblos del Egeo. Recibieron por ello influencias de los micénicos, siendo también posible que se tratara de vasallos de los hititas, aunque este punto sigue sin estar del todo claro.
Luego tenemos a los denyen, quizá los mismos danuna mencionados en las Cartas de Amarna de la famosa dinastía XVIII, que contaba entre otros faraones con Akhenatçon y Tutankhamón. Siria y Cilicia eran sus territorios, aunque hay quienes aseguran que estamos ante un pueblo micénico, debido al parecido de denyen con danaoi, término que usa la Ilíada para referirse a los aqueos. A pesar de esta posible vinculación con los aqueos, la opinión más extendida es que sería un pueblo vasallo de los hititas. ¿Devastaron su propia tierra antes de emigrar? Este argumento puede ser verosímil si toda la invasión se debió a una hambruna galopante que obligó a los habitantes de estas regiones a conquistar otras a cualquier precio en busca de sustento.
Otro miembro del bloque era el pueblo tjeker, que al parecer se asentó en el norte de Palestina. Puede que se tratara de troyanos supervivientes a la invasión, pues algunos investigadores apuntan a un parecido razonable entre los términos tjeker y teukroi, que ciertos autores clásicos usaban para mencionar a los troyanos. A continuación tenemos el testimonio del Papiro Harris – que narra, entre otras cosas, la campaña de Ramsés III contra los Pueblos del Mar –, que nombra a otros pueblos como los weshesh, los shekelesh y los sherden. De los primeros se sabe más bien poco, aunque se piensa que provenían de algún lugar de Siria devastado por la invasión, a la que se habrían visto forzados a unirse. En cuanto a los otros dos grupos mencionados, puede que se tratara de habitantes de Arzawa, región de Anatolia que habría sido presa de la crisis que arrastró a su población hacia el Mediterráneo oriental. Así, estaríamos ante un pueblo que primero se alió con los micénicos en Cerdeña y Sicilia, para posteriormente rebelarse contra ellos y los hititas.
Una invasión nunca antes conocidas, con unas consecuencias que aun siguen siendo estudiadas por los expertos. Estamos ante uno de los episodios más desconocidos de la antigüedad, que seguirá dando que hablar en los años venideros. Quizá algún día conozcamos su verdadero alcance.