Como todo, la concepción del Tiempo ha de observarse desde un punto de vista sistémico. No sólo la Historia puede aportar su visión sobre la pregunta sustancial sobre la existencia o no del pasado. La Física toma un papel absolutamente relevante en esta cuestión. A lo largo de los años, han sido muchos los científicos que han intentado dar con la clave que desencadene la respuesta universal al crisol de preguntas realmente importantes que nos hacemos en edades tempranas y que mueren con nosotros.
¿Existe el futuro? Técnicamente, sí. De no ser por la Física, diríamos que el futuro no es más que un ‘presente idealizado’, una idea, un objetivo. Einstein teorizó la existencia del futuro con ‘La paradoja de los gemelos’, que, aproximadamente, dice así: uno de los gemelos viaja en una nave a la velocidad de la luz, mientras el otro observa desde la superficie terrestre. A la vuelta, el viajero será más joven que el observador. Esto sucede porque el Tiempo no es algo rígido, sino que es flexible y se dilata.
El tiempo presente del gemelo que viaja se ralentiza (‘se expande’) por acción de la velocidad, mientras el que se queda en la Tierra envejece porque su tiempo no está dilatado. Son milésimas de segundo, pero milésimas de segundo que la Ciencia, por poner un símil romántico, gana a la Razón. Por ende, y desde un punto de vista meramente científico, podemos vivir el futuro. El futuro existe porque el Tiempo no es absoluto y siempre depende del observador, al igual que ocurre con el movimiento, conceptos estrechamente relacionados.
Dado que la experimentación (no con gemelos, sino con un reloj anatómico) arroja luz sobre la existencia de futuro, ahora solo nos queda preguntarnos si el pasado existe. Un caso especial de ‘Día de la marmota’ es el enunciado por Stephen King en ‘22/11/63’. Jake Epping descubre días antes de la muerte de Al Templeton una ‘Madriguera de conejo’ (metáfora utilizada en Física Cuántica y aplicada a la Ucronía) en el almacén de Al’s Dinner, la hamburguesería de Templeton, famosa por la alta calidad de su carne y sus precios bajos, ya que éste la compra en sus viajes al pasado.
Los viajes en el tiempo es un tema recurrente en la literatura
Para no descubrir demasiado la trama, solo diré que King hace de Cicerone en un viaje por el Estados Unidos contemporáneo (algo así como Zemeckis hizo con Forest Gump), por medio de Jake, quien intentará frenar ‘a Lee Harvey Oswald’ en su intento por asesinar a JFK. En esta novela confluyen de una manera especial pasado, presente y futuro, como si Epping se tratara de una Musa asíncrona pero con conciencia del Tiempo. Otros libros han tratado este tema con más o menos acierto, como por ejemplo ‘El hombre en el castillo’ de Philip K. Dick, que narra lo que hubiese acontecido si el fascismo dominara sobre las Fuerzas Aliadas en un mundo cacotópico, semejante al del final de la novela ya mencionada del célebre autor de Maine.
Los viajes en el tiempo aún no son posibles – aunque la hermética apunta a que hay máquinas del tiempo, incluso en España; y que el propio Hitler utilizó la llamada Die Glocke para escapar del asedio soviético -, pero según apunta el profesor del MIT Bradford Skow “el tiempo no avanza, sino más bien, el tiempo es siempre presente”.
Esta teoría de corte presentista, se acopla bien a la Invariancia Galileana, desde una perspectiva totalmente científica, que en un vehemente ejemplo del propio Galileo, dice así: “Encerraos con un amigo en la cabina principal bajo la cubierta de un barco grande, y llevad con vosotros moscas, mariposas, y otros pequeños animales voladores; colgad una botella que se vacíe gota a gota en un amplio recipiente colocado por debajo de la misma; haced que el barco vaya con la velocidad que queráis, siempre que el movimiento sea uniforme y no haya fluctuaciones en un sentido u otro. Las gotas caerán en el recipiente inferior sin desviarse a la popa, aunque el barco haya avanzado mientras las gotas están en el aire. Las mariposas y las moscas seguirán su vuelo por igual hacia cada lado, y no sucederá que se concentren en la popa, como si se cansaran de seguir el curso del barco”.
El tiempo según Rust Cohle es un círculo plano. Este detective, sustantivado en Matthew McConaughey (True Detective, 2014) es el Nietzsche del Siglo XXI. Para él todo se repite una y otra vez, en distintos espacios, en distintas dimensiones. En las teorías emitidas por Cohle y Nietzsche (Eterno Retorno), entra en juego también la afamada Teoría de Cuerdas, paradigma físico de lo que un día, sentimentalmente, postuló el filósofo alemán. Al contrario de la creencia popular sobre el Eterno Retorno, Nietzsche no dice más que lo evidente: hay que vivir de forma tan perfecta y armoniosa con nuestra ética que queramos vivir esa vida una y otra vez.
La Teoría de Cuerdas intenta ver el Tiempo desde arriba, como Cohle o Skow, de forma que sin la aplicación de la gravedad y a velocidades muy altas, la materia cambie de estado (más evidente que en la Paradoja de los gemelos) y se creen nuevas dimensiones paralelas con el tiempo alterado, en las que las nomenclaturas de pasado, presente y futuro no existan, porque todas se muerden la cola, como el uróboros en alquimia, que representa el cambio de materia (nuevas dimensiones espacio-temporales, en nuestro caso) y su infinitud.
En mi opinión, el pasado existe. No es una opinión sustentada sobre fuertes argumentos, sino una creencia como la del patán creacionista de Alabama o el nazi que niega el Holocausto. Apelo al sentimentalismo y a la negación de que lo único que importa es el presente. Como decía la filosofía kantiana en el apartado de la ética y moral, dios o la religión es algo a lo que aferrarse en momentos de incertidumbre, nada más. Lo mismo ocurre, en mi caso, con el pasado.
Hace años, recordando ese pasado que tristemente no existe, una profesora de Historia ya fallecida nos dijo que éramos 15 años de Historia. Me lo creí firmemente y sigo creyéndolo. Me niego a pensar que lo de hoy no es producto del ayer, porque toda causa tiene una consecuencia y porque el modelo de Lorenz es demasiado perfecto para que la Historia eche por tierra el Efecto Mariposa. Aunque solo sea porque de los errores habidos se aprende, espero que mi humilde afirmación sobre la existencia del pasado, algún día se demuestre como cierta.