La Toma de Málaga por Isabel y Fernando fue un duro asedio que duró casi cuatro meses, en los que el hambre, la sed, el dolor y la muerte bailaron un trágico y apretado tango.

Sobre restos fenicios, griegos, romanos, bizantinos y visigodos, los musulmanes crearon al-Andalus. Málaga pasaría por cada unade las fases que al-Andalus también pasó; así, fue parte del gualiato, del emirato y el califato omeya hasta que éste cayó. Después, fue reino de taifa con su propia dinastía y formó parte de los imperios almorávides y almohades y, al fin, parte del reino nazarí de Granada. A la postre, fue conquistada por los Reyes Católicos el 19 de agosto de 1487. Las tropas cristianas entran el 20 de agosto de 1487en Gibralfaro y el último alcaide musulmán de Málaga, Hamet el Zegri es apresado, excluido de la capitulación, maltratado y humillado, acabando como esclavo en Carmona -Sevilla.

Mas, la conquista de Málaga no fue un hecho aislado del conflicto que entre musulmanes y cristianos se jugaba desde ocho siglos atrás, sino un eslabón de la cadena final de acontecimientos reconquistadores que los Reyes Católicos diseñaron para expulsar a los musulmanes de la península Ibérica desde su invasión en el año 711. Por otra parte, fue un eslabón, pero no uno más sino uno importantísimo por el peso geopolítico del enclave en el entorno del Mediterráneo de su tiempo.

Los pasos reconquistadores se pueden ver por campañas o por años, pues en general de realizaban en la primavera y verano de cada año.

La gran importancia de Málaga estribaba tanto en aspectos internos, pues los más resistentes y duros militares nazaríes estaban en Gibralfaro, como que desde la perspectiva del Mediterráneo, los turcos de Bayceto se planteaban ayudar al reino nazrí de Granada a través de Málaga. Incluso había cierta disposición a que Bayceto se aliase inconcebiblemente con su mortal enemigo, los fatimíes de Egipto.

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La fortaleza de Málaga era tremenda, se consideraba que era una ciudad inexpugnable. Medina bien defendida con muralla con arrabales asimismo también amurallados, aunque de menor entidad, y palacio fortaleza “la alcazaba” conectado por la coracha doblemente amurallada con el Castillo de Gibralfaro.

La alcazaba cuenta con entradas en recodo, murallas muy altas sobre riscos y triple anillos concéntricos de murallas interiores. Así como en el punto más alto el Castillo de Gibralfaro con defensas de gran fortaleza, con murallas altísimas y en zig-zag.

En el año 1464 se refugia en Málaga el rey de Granada Sa´d, quién fue destronado por su hijo Muley Hacem y éste en 1483 lo fue por su hijo Boabdil “el Chico”, refugiándose con su hermano Abd Allah “el Zagal” que era entonces “Señor de Málaga y Vélez”.

Málaga, además de ser la segunda ciudad del reino nazarí en importancia, refugio de reyes destronados y de los más feroces guerreros del Reino de Granada, pensemos que en Gibralfaro se encontraba el jefe militar de la plaza “el Zegrí” protegido por su corte de guerreros negros “los Gomeres”, era el más importante puerto comercial del oeste del Mediterráneo. Puerto de transacciones de bidireccionales con el resto del Mediterráneo incluyendo el próximo oriente.

Los Reyes Católicos tomaron la decisión de trasladar la Corte a Córdoba y desde allí organizar y dirigir las acciones necesarias para terminar la Reconquista. También allí tomaron la decisión en 1487 que iban a la conquista de Málaga.

Sábado, 7 de Abril de 1487, Córdoba. El rey Fernando sale de Córdoba con un gran ejército formado por 20.000 jinetes, 50.000 peones, 8000 soldados de apoyo, y la artillería mandada por Francisco Ramírez de Madrid que se encontraba acuartelada en Écija.

El ejército mandado por el propio rey Fernando se dirigió al río Yeguas, donde hizo noche. Se reunió con su Estado Mayor y tras oír las diversas opiniones, tomó la decisión de atacar Vélez Málaga como paso previo a dejarse caer sobre Málaga.

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La batalla se preparaba con todo cuidado, sería un acción bélica más moderna que medieval, en el sentido de utilizar lo más tecnológico de la artillería con apoyo por mar de la Armada al mando de Arriarán y con la caballería cristiana y la infantería para el asalto final. Los servicios de información, es decir, los espías de la época transmitieron los movimientos del ejército cristiano a Málaga y a Vélez. Ambas se encontraban sin su Señor, “el Zagal”. Pues en aquellos momentos se vivía una gran tensión en Granada, donde se había llegado a una situación inconcebible, había dos reyes, uno habitaba en la Alhambra “el Zagal” y otro, Boabdil, en el Albaicín.

Tres días tardaron las huestes de Fernando en llegar a Vélez Málaga; hicieron noche el Jueves Santo en el nombrado río Yeguas, el Vieres Santo lo hicieron en Archidona y el Lunes de Pascua amanecieron en Vélez.

Las noticias que a Málaga llegaban de Vélez era inquietantes. Tres personajes de especial relevancia vivían en Málaga entonces: en Gibralfaro el durísimo Zegrí, en la Medina Alí Dordoux y en la Alcazaba su alcaide Aben Comissa. Estos dos últimos representantes de la vida palaciega y comercial de la ciudad eran hombres listos, flexibles que se embarcaron en una maniobra inteligente, negociar con “el Católico”. Así, viajaron a Vélez a entrevistarse con el rey Fernando para pactar una rendición honrosa y favorable a los intereses de ambas partes.

Mientras, en Córdoba, la reina Católica seguía haciendo su importantísimo trabajo, conseguir los fondos económicos necesarios para la Reconquista y organizar la logística de avituallamiento del ejército mediante una colosal columna de bestias cargadas de pertrechos y víveres para el Ejército. Se habla de miles y miles de mulos y asnos y cientos de pastores y arrieros más la guardia necesaria para evitar su extravío o ataque.

Pese a que gran parte de los musulmanes de Vélez se habían refugiado en la Sierra y en Bentomiz, Fernando ubicó, en un alarde de valentía, el campamento cristiano justo en medio, entre la Sierra y Vélez. Esta maniobra, que a la postre le significó la victoria, era muy arriesgada, al punto de que estuvo muy cerca de ser derrotado y que incluso el propio rey Fernando debió salir al campo de batalla y enfrascarse con ardor y espada en mano, decantando el resultado de la misma a su favor.

Gracias a la acción coordinada del Duque de Nájera y del Conde de Benavente, fueron batidos 800 moros y los demás debieron refugiarse en la ciudad. Con esta maniobra el rey Fernando y su ejército no tenía dos frentes a los que atender sino sólo uno. Se dispuso al asedio de la misma.

Mientras todos estos acontecimientos ocurrían, continuas llamadas de socorro llegaban de Vélez a Granada, a la Alhambra, pidiendo árnica a Abd Allah, el “valiente”, “el Zagal”. Un militar duro y formado en mil batallas, hermano del rey Muley Hacem y tío de su, para él despreciable, sobrino Boabdil.

El Zagal sabía que si para socorrer a Vélez abandonaba su trono de la Alhambra, Boabdil, dirigido por su madre, Aixa, rápidamente entraría en palacio y se haría fuerte en él. Estuvo “el Zagal” un tiempo bajo esta tensión, los alfaquíes le indicaban su obligación de salvar a Vélez; al fin, tomó la decisión que era de esperar de un valiente y aguerrido militar y formó un pequeño ejército con el que se dirigió a atacar a Fernando, y más tarde daría cuenta de Boabdil. Su plan para Vélez tenía dos partes, por una, atacar la columna de artillería que procedente de Écija caminaba con pesadez y grandes dificultades orográficas y, por otra, mandar un espía a la ciudad de Vélez para que tras una señal por su parte atacasen al ejército cristiano mientras él lo hacía desde la sierra.

El desastre fue total para “el Zagal”, pues alertado el rey Fernando y su formidable ejército, le esperaba y el factor sorpresa no fue tal; siendo desbaratada la intentona de Abd Allah. El sobrino díscolo, como era de esperar, en efecto aprovechó su ocasión, entrando en la Alhambra para usurpar el trono que había ya usurpado previamente a su padre, el rey Muley Hacem.

La rendición de Vélez Málaga acarreó la inmediata rendición de los pueblos cercanos como Nerja Torrox, Abentomiz, Canillas…

Los hombres de los Reyes Católicos idearon una y mil fórmulas para atacar la inexpugnable Málaga. Desde horadar el pie de la muralla mediante túneles a atacar de manera incesante con las lombardas y robadoquines en un punto concreto como la Puerta de Granada.

Los túneles fueron descubiertos por los sitiados y comenzaron a horadar por la parte contraria hasta que una vez se encontraron bajo tierra frente a frente se enzarzaron en una terrible carnicería subterránea.

Los hombres sensatos de la ciudad intentaron convencer al Zegrí, sin conseguirlo, incluso en una situación desesperada, ideó la posibilidad de abrir las puertas y salir a descubierto a luchar con los sitiadores, una vez matados niños y mujeres y viejos, propios, para que los guerreros de la ciudad no tuvieses nada que perder y no temiesen a la muerte. La descabellada idea, afortunadamente no la llevó a cabo.

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Los sitiados estaban desesperados, porque se encontraban entre el hambre y las miserias del asedio y las cimitarras del el Zegrí y sus Gomeres. Pese a los antecedentes de quienes lo propusieron antes, un grupo suben de nuevo a Gibralfaro para hablar con el Zegrí, son Alí Dordux, Amer b. Amer y un alfaquí respetado por Hammet Zegrí, llamado Alhariz.

El Zegrí bien secundado por Ibrahim Zenete y el Moro Santo de Guadix, un auténtico fanático de la época que murió de una pedrada, pusieron al pueblo de Málaga al borde mismo del abismo.

Ibrahim Zenete ataca en una desesperada descubierta al Maestre de Santiago, todo es inútil, el trabajo de las lombardas es atroz, los cadáveres se amontonan, los enfermos y los heridos se multiplican y las condiciones de vida intramuros no son mejor que la muerte.

Tras el fracaso del Zenete, el Zegrí abandona la ciudad a su suerte y se encierra con sus leales en el Castillo de Gibralfaro, un conjunto formado por 15000 negros gomeres, judíos renegados y perseguidos, que podían esperar poco y malo de la llegada de los ejércitos cristianos. Los habitantes de la ciudad se rinden y mandan una carta al rey Fernando, pidiendo clemencia.

En un determinado momento, la moral de los cristianos sitiadores se ve resentida, pero los Reyes Católicos tenían siempre un as en la manga, la llegada de Isabel, la reina propietaria de Castilla, la gran reina cuya sola presencia anulaba cualquier atisbo de debilidad. Así fue, y así ocurrió cómo la propia reina visitaba los destacamentos en lugares más arriesgados, incluso poniéndose a tiro de los sitiados, pero Aben Comissa, respetó a la reina y evitó cualquier atentado contra su regia figura.

Los Reyes Católicos ubicaron sus dos reales, el del rey y de la reina, en dos colinas que cercaban la ciudad, una en la Trinidad y otra en la Victoria.

Se esperaba que “el Zagal”, Señor de Málaga acudiría en defensa de la ciudad, como lo intentó con Vélez, y en el exilio de la Alpujarra en el que se encontraba tras el desastre de Vélez, logró un modestísimo ejército, pero fue saboteado por Boabdil, su mortal sobrino enemigo.

Otras ayudas que intentaron los musulmanes fueron también deshechas, así en Guadix un morabito tunecino exaltado llamado Ibrahim al-Guerví, logró que unos 400 seguidores, viejos gomeres y otros se les uniesen y por lugares apartados acercase a las posiciones el Marqués de Cádiz. Murió la mitad de ellos y apresada la otra mitad incluido el Guerví. Éste pidió ver al rey. Fue llevado a la tienda y el rey dormía. En la antesala se encontraban don Álvaro de Portugal y la Marquesa de Moya, los confundió y los agredió con su alfanje, siendo reducido por la guardia.

Tras la rendición, el comendador de León, don Pedro de Toledo, capellán y limosnero regio, recibió la orden de recibir la ciudad y tomar las medidas para la entrada triunfal de los Reyes Católicos.

Tras dejar todas las tareas realizadas y encomendadas a hombres de su confianza, los Reyes Católicos levantaron el Real y se marcharon a Córdoba, a su Cuartel General, para preparar la siguiente campaña, la que les llevaría a conquistar en 1488 Vera, Vélez Blanco y Vélez Rubio y en el año siguiente 1489 Guadix, Baza y Almería.

Habían puesto punto final a unas de las campañas reconquistadoras más importantes y difíciles, si la que hubiese sido poco menos que imposible la toma de Granada en el invierno de 1491-1492.

Yo acepté el gobierno de Málaga y juré defender el honor de los que confiaron en mí.

Me ha faltado ayuda de dentro y de fuera.

Si la hubiese recibido, habría muerto peleando.

“El Zegrí”