Marco Aurelio, el futuro dueño de la Ciudad Eterna, fue el único hijo de Marco Annio Vero, pretor imperial, y Domicia Lucilla. Cuando el pequeño Marco contaba con tres años de edad, su padre falleció, lo que explica el enorme ascendiente que desarrolló sobre él su madre. Al contrario que numerosas damas de la corte, Lucilla inculcó a su hijo el gusto por la sencillez, el autodominio y la austeridad y el desprecio a los superfluos lujos que adornaban Roma.
En pocas palabras, su madre le transmitió la filosofía estoica, que ya nunca abandonaría. Tan en serio se tomó las enseñanzas de su progenitora que el princeps durmió durante gran parte de su vida sobre el suelo. Sólo su mala salud y los reiterados ruegos de su madre lograron conseguir que el césar consintiera en reposar sobre un humilde camastro cubierto de pieles.
Marco Aurelio creció en la corte del emperador Adriano, cuyo olfato político pronto le hizo fijarse en aquel retraído muchacho que tanto amaba cultivar su espíritu, algo poco común en la Roma del siglo II. El imperator, haciendo un juego de palabras con su apellido, le puso el sobrenombre de verissimus, “el más honesto”.
A partir de entonces el nombre de Aurelio siempre estará ligado al de la sucesión imperial. En un primer momento Adriano le prometió con la hija del que había designado sucesor, Aelio César. La muerte de éste anuló el enlace, por lo que Marco fue prometido con la hija de Antonino Pio, nuevo favorito a la púrpura imperial. Las quinielas no tardaron en cumplirse y Adriano adoptó a Antonino a condición de que éste adoptase como sucesor a Marco Aurelio y a Lucio Vero, lo que ocurrió en el 138.
El príncipe filósofo
Pese a su nueva condición de heredero al trono, Marco no se impresionó y siguió cultivando la filosofía. Además, desempeñó diversos cargos de la administración imperial como parte de su cursus honórum. Pronto entró en contacto con la persona que, junto a su madre, más le marcó en su trayectoria intelectual: el filósofo Epicteto.
Era éste un esclavo frigio que recorrió buena parte del mundo mediterráneo predicando la fraternidad entre los hombres y la resignación ante el mal que hay en el mundo. Para el filósofo, lo más importante del ser humano era su capacidad de autodominio. Un entusiasmado Marco Aurelio pronto puso en marcha esos preceptos. De hecho se cuenta que ya en su primera juventud ni la más terrible de las noticias era capaz de perturbar la serena expresión del príncipe romano.
Su madre Domicia le introdujo en el estoicismo, pero Epicteto fue su maestro y referente ya en la madurez A la edad de 40 años, Aurelio ascendió al trono junto a Lucio Vero. Fue la insistencia del primero lo que consiguió que el senado también proclamase emperador al segundo, mucho menos popular que su colega. Durante una década los dos augustos cohabitaron pacíficamente en el poder. Vero orientado a los aspectos militares y Marco a los administrativos. La capital intervención del estoico para que Lucio fuese nombrado emperador evitó rivalidades entre los dos prohombres. De hecho, Lucio Vero adoró hasta su muerte a su compañero.
Sin embargo, la muerte le sorprendió. En un momento, además, dramático para el devenir de Roma. Las tribus germánicas habían formado una gran coalición con el fin de entrar en las tierras del Imperio y asentarse en ellas. Vero falleció en campaña. Un destrozado Marco Aurelio acompañó el cuerpo de su hermano adoptivo a Roma, donde le rindieron grandes homenajes y fue proclamado divus verus. Después, el filósofo hubo de ponerse al frente de las operaciones militares.
Meditaciones bélicas
La coalición germana había conseguido grandes éxitos. Franquearon la frontera en Panonia y entraron en Italia. Los pueblos Apeninos volvieron a vislumbrar a los bárbaros dos siglos después de la última tentativa germana por entrar en la península. Marco Aurelio sólo tenía las legiones de la parte occidental del Imperio para defender a los suyos.
Fue obligada la concertación de una rápida paz con los partos que puso a disposición de Roma todas las legiones de oriente. Con todas sus fuerzas unidas, el emperador logró echar a los germanos de Italia y reconquistar la Panonia y la Dacia. El gran drama de este augusto personaje, que tanto creyó en el amor universal, es que doce de los diecinueve años de su reinado pasaron en guerra.
Algo que ilustra a la perfección la vida de este personaje es que durante las noches, entre los planes de campaña y los desvelos de la guerra, tuvo tiempo de crear su obra magna. En su tienda de campaña concibió sus Meditaciones: la Biblia del estoicismo. Está compuesta por doce libros o apartados en las que el césar recorre varios pasajes de su vida interior a la vez que ilustra varios de los preceptos que guiaron sus actos:
“Después de la muerte, Alejandro de Macedonia compartió la suerte de su arriero. El tiempo es un río que murmura: apenas hay algo que aflora a la superficie, cuando lo lleva ya la corriente y vuelve a aparecer otra cosa para desaparecer también.”
"A menudo me asombro al ver al hombre, que se prefiere siempre a los demás, conceder menos crédito a su juicio que al de los otros."
“Quien se deja gobernar por la divinidad que habita en vosotros mismos, se convirtió en auténtico hombre.”
En 180, mientras preparaba una expedición para someter el territorio de la actual Bohemia, el ya anciano emperador cayó enfermo de viruela. Fallecía a los 59 años un auténtico filósofo que legó a la humanidad su sabiduría y a su hijo un Imperio. Con él concluye la etapa conocida como la de “Los cinco buenos emperadores”. Tras él subió al trono Cómodo, que daría lugar a una época de horror y miedo. Pero esa, es otra historia.
Imágenes
- Estatua ecuestre de Marco Aurelio en la Plaza del Capitolio, Roma. Foto hecha por Jean-Pol Grandmont.
- Busto de Marco Aurelio joven en el Museo capitolino, Roma. Foto hecha por Marie-Lan Nguyen
- Portada de las Meditaciones de Marco Aurelio, colección privada de S. Whitehead. Traducción de Robert Graves.
Fuentes
- http://es.wikipedia.org/wiki/Marco_Aurelio
- Carl Grimberg, Historia universal de Roma (212-214)