Deliberadamente y con varios días de retraso respecto al cincuenta aniversario del histórico discurso de Martin Luther King Jr. en el podio del Monumento a Lincoln un 28 de agosto de 1963, abordo y celebro a medias el aniversario de aquel discurso. Un discurso que no cobró sus máximas cotas de relevancia hasta que no se produjo el asesinato del reverendo, y cuyo mensaje sigue gozando de una absoluta y dolorosa vigencia. Aunque en estas cinco décadas se ha producido un serio avance, el mundo sigue teniendo un sueño y muchos aún se aferran a ese optimista mensaje que ayudó a superar demasiadas tristezas.
Aquel día Martin no fue el líder de la marcha al histórico monumento norteamericano sino A. Philip Randolph, un sindicalista de la rama dura que venía defendiendo su protesta desde 1941. Por ello la melodiosa voz de King caló hondo en una muchedumbre que combatía el calor con cubitos de hielo repartidos por Cruz Roja. Sacó sus papeles y se dispuso a seguir en la línea amarga trazada por Randolph, comenzó hablando del aislamiento del negro en una isla solitaria, perdida entre un vasto océano de prosperidad material, pero aquel día Martin no había acudido a los pies Lincoln para lamentarse sino para transmitir un mensaje de optimismo.
A su lado, siempre en la sombra, su confidente y su consejero, Clarence B Jones, el abogado personal de King. Personaje absolutamente relevante en la vida de King y la marcha sobre Washington por el trabajo y la libertad del 63, pues es sabido que Clarence aconsejó a Martin en varias frases y pasajes de su histórico discurso. Sin duda un despertar del pueblo norteamericano en el que tuvo mucho que decir Jones, que le entregó un texto en el que se abordaban todas las ideas discutidas previamente. King se mantuvo firme y fiel al borrador durante los primeros siete párrafos, sin cambiarle una sola coma, pero a la mitad del discurso dejó el texto al lado izquierdo del podio, se rascó la pantorrilla de su pierna izquierda con el pie derecho, observó a la multitud y miró de reojo a la cantante de góspel Mahalia Jackson, que le arengó con estas palabras: '¡cuéntales el sueño, Martin!'.
King quiso hablarles de su sueño, ese sueño del que venía hablando desde hace tiempo, ‘el sueño,’ recurrente ilusión que había expuesto en sus discursos desde 1961. Martin improvisó con su corazón: “Aunque afrontemos las dificultades de hoy y de mañana, Yo tengo un sueño... que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo; mantenemos estas verdades que son evidentes: que todos los hombres son creados iguales..."
Entonces como describió Jones en cientos de ocasiones el aire se cargó de electricidad y la multitud comenzó a soñar generando la tormenta perfecta, la conjunción del discurso, el ponente y la audiencia. Aquellas cuatro palabras que jamás estuvieron en el texto: "I Have a Dream" prendieron la mecha de una revolución pacífica que ha hecho posible que un negro llegue a la Casablanca, y que Obama se sienta en deuda cada día con el reverendo, pues mucho me temo que hasta la fecha Barack no ha estado a la altura de lo que habría esperado Martin para su pueblo.
Obama, que es político, puede tener un sueño, pero jamás será el de King, activista que luchó denodadamente contra la segregación en estados como Alabama o Mississippi y fue asesinado en abril de 1968 unas horas después de pronunciar uno de sus discursos más emocionantes en una iglesia de Memphis. Obama puede enaltecer la figura de King y su lucha por la igualdad de los derechos civiles, pues sin ellos no estaría en ese lugar de privilegio, pero le queda mucho por marchar. Recordemos que la histórica manifestación del 63 ocurrió en un momento de ebullición en la temática racial, y ha sido la marcha de muchos la que ha cambiado el mundo desde aquellas proféticas palabras.
Martin tenía un sueño, pero el mundo cincuenta años después sigue teniendo ese mismo sueño, que más que un sueño es una quimera, pues la lluvia y un cielo plomizo se encargó de convertir en palabras mojadas los buenos deseos de Obama, Bill Clinton y Jimmy Carter, que en la celebración del aniversario y a los pies de Lincoln quisieron enfatizar la marcha, cuando la única marcha que les mueve es la Industria de las Armas y el control económico a nivel mundial. Pero como ya dije, el mundo sigue teniendo ese sueño, aquel que parte de la Industria del Corazón, un idéntico corazón que es bomba de sueños de una igualdad social y racial que se vulnera cada segundo en cualquier punto del planeta. Obama advirtió y reconoció que hoy el sueño parece aún más difícil de alcanzar que hace 50 años, pues persiste la desigualdad en cuanto a la distribución de la riqueza, pero no hará nada para que eso cambie por la sencilla razón de que Barack es presidente de EEUU y político, mientras todos aquellos que luchan por la igualdad de los derechos sociales, raciales y civiles, no son otra cosa que simples activistas.
Por ello, a cincuenta años de aquel sueño comprobamos tristemente que sólo hay un camino posible para seguir luchando por él, que no es otro que siendo los reverendos de nuestra casa, nuestro barrio, nuestro pueblo… plantando hoy un árbol aunque mañana se acabe el mundo, descubriendo algo por lo que valga la pena dedicar toda una vida e incluso morir, y denunciando cada día a aquellos países muertos de espiritualidad que gastan más dinero en armamento militar y banca que en programas sociales. Gracias reverendo King por dejar a un lado aquellos papeles, abrir tu corazón y mostrarnos el camino de ese sueño a los pies de Lincoln en un caluroso día de agosto del 63.