La idiosincrasia del Estado como asociación política exige a los intelectuales afines a los gobernantes la reelaboración del pasado histórico nacional como forma de legitimación del poder ejercido en un territorio. Esta “mitología nacional” puede contener hechos reales combinados con relatos heroicos o ser una mentira de principio a fin. Este es el caso de los Estados Pontificios, que, como entidad territorial con poder político durante más de mil años, buscó legitimar su posición. La Iglesia trató de mostrarse como sucesor del Imperio Romano Occidental mediante la redacción de la Donación de Constantino, un documento apócrifo supuestamente elaborado por el emperador romano en el siglo IV. En él se concedía al Papado de Roma la supremacía sobre los patriarcas de las iglesias orientales, la concesión de utilizar símbolos de emperadores romanos y la soberanía a perpetuidad de todas las provincias occidentales del Imperio.

Los lombardos amenazan Roma

Para observar el primer empleo de este documento hay que avanzar cuatro siglos hasta situarnos en el año 752. Para entonces, la situación europea era un caos al no haberse ocupado el vacío de poder dejado por Roma. En Italia se sucedió la ocupación ostrogoda, un breve intento de reunificación del Imperio por parte de Justiniano y el dominio lombardo. La corona de este pueblo la ostentaba Astolfo, un guerrero con ansias expansionistas que buscaba extender su reino por toda la península. En primer lugar se dirigió con sus ejércitos hacia las posesiones que los constantinopolitanos conservaban en torno al exarcado de Rávena, aislando al Papa de su aliado natural. El sucesor de San Pedro era Zacarías, un hombre con grandes dotes diplomáticas que, viendo que el próximo objetivo lombardo era el Ducado de Roma, solicitó la ayuda de Costantino V, soberano del Imperio Romano de Oriente. Por aquel entonces, el basileus se encontraba en una situación delicada y declinó ayudar al pontífice priorizando la estabilización de su reino. El Papa intentó entonces ganarse la amistad del caudillo lombardo para pedirle que respetara Roma. Una vez que comprobó que nada ni nadie podría detener la determinación de Astolfo por adueñarse de toda Italia, Zacarías decidió pedir auxilio a su vecino más poderoso: el reino franco.

Francia había transcurrido la última centuria con reyes débiles que depositaban el poder fáctico en sus mayordomos de palacio. Pipino el Breve, que había quedado como gobernante tras el ingreso de su hermano en un monasterio, buscaba ser reconocido como rey. Para obtener las simpatías del hombre fuerte de Francia, el Papa declaró que Pipino era el legítimo monarca al ostentar sus antepasados el gobierno desde hacía un siglo. Amparado por la Iglesia, Pipino depuso a Childerico, último soberano merovingio, alegando incapacidad mental y fue proclamado nuevo gobernante por la nobleza franca en un proceso electivo. Al poco murió Zacarías, sucediéndole Esteban como papa.

La coronación de Pipino

El nuevo pontífice se encontraba en una situación desesperada, los lombardos seguían constituyendo una gran amenaza y, en un acto de audacia, decidió emprender un viaje a la corte franca para materializar una alianza. Cubierto entre harapos cruzó los Alpes y, a partir de aquí, se produce un cruce de hechos simbólicos, posiblemente adulterados con la leyenda. Al llegar a palacio, Pipino salió a recibir a Esteban y llevó de la brida a su caballo hasta los establos, tal como aseguraba la tradición que había hecho Constantino en una ocasión con la montura de San Silvestre. El Papa, tras bajar del caballo, se postró a los pies del soberano suplicándole su ayuda y, para ejercer presión, le enseñó un documento polvoriento en pésimo estado de conservación, la citada Donación de Constantino. El monarca franco quedó impresionado y prometió convencer a Astolfo, aliado franco, de que cesara en su actitud hacia el Papado. A cambio, Esteban ungió a Pipino como rey, creando una continuidad entre su gobierno y la monarquía de Israel, cuyas unciones reales quedaron plasmadas en el Antiguo Testamento.

El soberano envió una embajada a la corte lombarda. Astolfo, envanecido en su propia gloria tras sus éxitos ante Constantinopla, desdeñó a la embajada y continuó en su actitud hostil hacia Roma. Cumpliendo su promesa, el francés encabezó un ejército que cruzó los Alpes y venció a los lombardos en dos ocasiones. En el tratado de paz, firmado en 756, el ganador forzó a Astolfo a renunciar a todas las conquistas efectuadas en torno al exarcado de Rávena y la Pentápolis.

Pipino le entregó sus conquistas en Italia al Papa en un hecho conocido como "La donación de Pipino"

Conflictos entre Papado e Imperio

El Papado poco a poco comenzó a emplear la Donación de Constantino como criterio para imponer sus puntos de vista en la escena internacional. No solo era el depositario de Dios en la tierra si no que, políticamente, la Iglesia era la heredera del Imperio Romano y, por tanto, podía dar y quitar tronos a sus vasallos. En un estudiado acto propagandístico, León III coronó como emperador a Carlomagno en Roma el día de Navidad del año 800. Esto molestó enormemente al nuevo Augusto, no porque desdeñase el honor del puesto, sino porque según su punto de vista con ese acontecimiento, se ninguneaban sus méritos militares y debía el trono a la voluntad del Papa. Para León III sin embargo, Carlomagno solo era un vasallo de la Iglesia.

Sacro Imperio y Papado se enfrentarán durante siglos por el Dominium Mundi, el puesto de sucesor legítimo del Imperio Romano Occidental

A favor del segundo punto de vista surgió una corriente intelectual conocida como la Teocracia, el Papa como fuente de todo poder temporal, amparados tanto en el origen divino como en la Donación de Constantino. Este documento fue usado por los papas en sus confrontaciones con el Imperio que culminaron en la excomunión y deposición de varios emperadores. Así mismo, también se utilizó para otorgar pequeños territorios a monarquías nacionales como en el caso de la asignación del señorío de Irlanda a Enrique II, rey de Inglaterra.

El descubrimiento del fraude

Algunos emperadores, como Otón III, ya dudaron de la veracidad del texto en torno al año 1000, pero fue con la llegada del Renacimiento y el redescubrimiento del mundo clásico cuando el documento fue desacreditado. Un clérigo próximo al Vaticano, Lorenzo Valla, demostró de forma rotunda su falsedad en la obra Refutación de la Donación de Constantino. Analizándolo línea por línea, determinó varias imprecisiones históricas como la referencia a Constantinopla, en el reinado de Constantino aún llamada Bizancio, o a Judea, que por aquel entonces era la provincia de Palestina. Así mismo, se hacían referencia a templos que no existían en el momento de la supuesta redacción, se explicaba la simbología del vestuario del emperador, lo que era impensable en la época clásica, y se determinó que el lenguaje empleado era un latín vulgar que distaba mucho del empleado por un emperador del siglo IV. El humanista concluyó que el escrito databa del siglo VIII y que con casi total seguridad habría sido redactado poco antes de ser mostrado a Pipino. El análisis de Valla sufrió censura y el clérigo tuvo que enfrentarse a los poderes de Roma. El documento cayó en desuso una vez desenmascarado y ya ni siquiera fue citado en la Bula inter Caetera de 1493 como justificante del arbitraje del Papa en la asignación de los territorios del Nuevo Mundo.

Imágenes: http://secretosdelvaticano.blogspot.com.es/2009/08/papas-del-vaticano-esteban-ii-92.html.

http://www.ldysinger.com/CH_501_Intro/24_Conciliar/00a_start.htm.