Desde los albores de la humanidad hemos vinculado las estrellas a la divinidad, muchas civilizaciones relacionaron el cielo con deidades (en contraposición con la tierra, lo humano), que asociadas a los cuerpos celestes identificaron en el mapa estelar dibujos que conocemos como constelaciones. El firmamento por tanto ha dibujado un modelo de universo diferente para cada civilización y para cada una de ellas ha generado sus pulsiones más profundas. El hombre, desde que es hombre, ha anhelado las estrellas, y quizás desde que tuvo conocimiento de no ser el centro del universo sino una mínima porción de su inmensidad, ha soñado con la posibilidad de jugar a ser Dios colonizando una parte de ellas.
Por todo ello, a este soñador, que como los antiguos egipcios cree en lo de “tal como lo es arriba lo es abajo”, el reciente y estratosférico salto del austríaco Félix Baumgartner le transportó a la década de los sesenta del siglo pasado, cuando usando el telón de acero y la “Guerra fría” como fondo, los EEUU y la extinta URSS se enfrascaron en la carrera espacial como senda empírica y estelar para dominar el mundo y las estrellas.
Y en la citada senda, una fecha señala el disparo de salida de una vertiginosa carrera que dicen nos llevó a sentirnos tan cerca de Dios como del diablo. Un 12 de abril de 1961 la humanidad dio su primer paso hacia la exploración del espacio, aquel día desde el cosmódromo de Baikonur, en la república soviética de Kazakstán, despegó la nave Vostok 1. En su interior, un humano con ropajes de deidad ejerció como pionero de la cosmonáutica, Yuri Gagarin se convirtió en el primer ser humano en salir oficialmente de la Tierra. El cohete R-7 Energya, el mismo que había impulsado al Sputnik 1 cuatro años atrás para convertirlo en el primer satélite artificial en órbita terrestre, transportó a la Vostok y a Gagarin a un apasionante viaje orbital sobre la Tierra de 108 minutos. Una órbita completa sobre la esfera azul, el ser humano jugando a ser Dios y volviendo a ser hombre en la reentrada, cuando al atravesar la atmósfera Gagarin se eyectó de la cápsula y se lanzó en paracaídas desde una altura de 7.000 metros, cayendo sano y salvo sobre la leyenda. Este último un dato, que fue omitido por las autoridades soviéticas, puesto que para la homologación del récord de vuelo por parte de la Federación Internacional de Aeronáutica, era necesario que el piloto despegara y aterrizara a bordo de su nave.
El vuelo, no solo celebrado como el triunfo de la Unión Soviética sobre los EEUU, sino como una gran victoria de la humanidad, disparó una vertiginosa carrera de máxima prioridad en el ámbito estratégico y con destino a las estrellas. Si la URSS aventajaba claramente a los EEUU desde el éxito de la Sputnik y el fracaso del cohete Vanguard lanzado en 1957 desde Cabo Cañaveral, este paseo orbital de Gagarin ahondó un poco más en el pánico espacial de los norteamericanos. El poderío de los cohetes soviéticos intimidaba y amenazaba seriamente la integridad de la superpotencia capitalista.
La necesidad de respuesta era absolutamente prioritaria para los EEUU, por lo que tres semanas después de la gesta de Gagarin, un 5 de mayo de 1961 y desde Cabo Cañaveral, la cápsula Freedom 7, impulsada por un cohete Mercury-Redstone, llevó al cosmonauta Alan Shepard a un vuelo suborbital entre la costa de Florida y el océano Atlántico. Aquel fue un vuelo tripulado y dirigido manualmente por Shepard, que controló los retrocohetes para su entrada en la atmósfera y su posterior amerizaje en el Atlántico. A priori, los norteamericanos no habían superado la gesta del cosmonauta soviético, pero en cambio habían sentado las bases del programa Mercury, que estuvo constituido por siete misiones. Siete misiones cruciales para el estudio y la posterior puesta en marcha de los programas Gemini y Apolo que llevaron al hombre y a Arsmtrong a pronunciar sobre la superficie de la luna su legendaria frase: "Un pequeño paso para el hombre, un enorme salto para la humanidad".
La carrera espacial continuó, John Glenn se convirtió en el primer norteamericano en orbitar hasta en tres ocasiones la Tierra a bordo de su Friendship 7, en febrero de 1962 y el cosmonauta soviético Gherman Titov orbitó la Tierra ejerciendo control manual de la Vostok 2, en agosto de 1962. La "Guerra fría" se jugaba con idéntica intensidad tanto en la Tierra como en el espacio, dominar el espacio era dominar el mundo y la historia de la humanidad pocas veces ha experimentado una lucha empírica tan crucial como reñida.
Por tanto, no podemos olvidar a estos dos héroes, ni a Gagarin ni a Shepard, en ellos identificamos hazañas y virtudes que arraigaron en la historia, pues si el primero fue el primer ser humano vestido con ropajes de Dios, el segundo posiblemente escribió el guion del viaje a la luna y el histórico discurso un 25 de mayo de 1962 de John F.Kennedy. “Esta nación debe comprometerse a hacer aterrizar a un hombre en la luna antes de que esta década termine y hacerlo volver a la Tierra sano y salvo”. Un discurso que vivió su continuación cuatro meses después, cuando Kennedy, en la Universidad de Rice amplió y ahondó en el objetivo con la siguiente frase: “Elegimos ir a la luna durante esta década y hacer las demás cosas no porque sean fáciles, sino porque son difíciles”. Unas palabras que se vieron cumplidas un 20 de julio de 1969, cuando Neil Armstrong y Edwin Aldrin aterrizaron en el Mar de la Tranquilidad, haciendo ganar a los norteamericanos la carrera espacial y el pulso por el dominio del mundo.
Queda lejos todo esto, pero el hombre, que sigue anhelando las estrellas y pelea incesantemente por el dominio del mundo, quizás comience a percatarse que en la maravillosa e infinita realidad del universo no es más que una insignificante hormiga. Una hormiga que en otro tiempo creyó ser el centro de él, jugó a ser Dios y acabó sucumbiendo a su humanidad por no saber preservar y conservar su verdadera naturaleza.
Foto 1: http://www.absolutrusia.com
Foto 2: http://www.spacetoday.org
Foto 3: http://www.ikerjimenez.com
Fuente: La aventura de la Historia. A la conquista del espacio / J.J.Navarro Arisa.