Entrevista. Javier Recas: ''Este teatro del Mundo es siempre una escena parecida, con decorados distintos''
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Javier Recas (Madrid, 1961), es Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense, y actualmente, profesor de enseñanza secundaria en el I.E.S. Gran Capitán, en Madrid. Desde hace años ha trabajado en investigaciones acerca del aforismo, habiendo publicado varios ensayos en los años recientes.

Su último trabajo, ‘El arte de la levedad. Filosofía del aforismo’, viene de la mando de Cypress Cultura, dentro de la colección Scrpita Manet. El autor quiso contestar a las preguntas de VAVEL.media en una distendida charla, tratando los puntos esenciales de su nuevo ensayo.

El autor, Javier Recas / Fuente: Facebook
El autor, Javier Recas / Fuente: Facebook

Pregunta. Ha publicado ya varios trabajos sobre el aforismo, por citar alguno, ‘Una aguda y grácil miniatura’, o ‘Relámpagos de lucidez’, que han recibido una gran aceptación. ¿Qué es lo que puede esperar el lector de su nueva publicación, ‘El arte de la levedad’?

Respuesta. Pues mira, esta publicación de lo que trata es de hacer un análisis del género del aforismo, que es el género literario más breve; no hay en español ningún libro dedicado íntegramente al estudio de este. El aforismo es un género literario y filosófico, cualquiera que se acerque al libro puede esperar encontrarse un ensayo del aforismo, pero de tal manera que se divierta al leerlo. He incluido los aforismos más importantes, más interesantes de la historia, algunos clásicos y también otros de autores actuales.

P. ¿Y se ha inspirado en alguna publicación similar escrita en otro idioma?

R. No, porque, si bien hay alguna cosa en otros idiomas, tienen otra estructura. Es distinto. Hay un libro, publicado por un autor coreano que trabaja en Estados Unidos, estrictamente filosófico sobre el género. Y hay otras publicaciones más filológicas, dedicadas a la forma del aforismo frente a sentencias, o adagios… Pero cómo lo que yo he hecho, aunando ambas cosas, no sé si lo hay. [Risas] No sé, en mi ignorancia, puede haber algo en otros lugares que hayan hecho cosas parecidas, pero en español, desde luego, no está traducido algo así.

P. Citándolo, ‘El arte de la levedad’ se nutre de su ‘fascinación por el aforismo’. Siendo conocedor de varias tradiciones aforísticas, desde la clásica a la francesa, pasando por la anglosajona o la hispánica, ¿nacen en usted más cuestiones, y más irresolutas, cuanto más investigas sobre ellas?

R. Como en todo lo que uno va aprendiendo, cada vez que das un paso en la dirección de un conocimiento mayor, te surgen cada vez más preguntas. Ya lo decía Descartes-y otros anteriores, también-, que cuando uno empieza a investigar sobre algo le surgen cada vez más y más dudas. Hay preguntas de todo tipo, algunas se van despejando por personas que trabajan en este campo-que, por supuesto no estoy yo solo, ni muchísimo menos-.

Hay cuestiones que te van surgiendo, como, por ejemplo, ¿por qué el aforismo siempre ha estado al margen de la gran tradición filosófica, y se le ha considerado un ‘hermano pobre’ de los grandes sistemas conceptuales muy desarrollados, argumentaciones muy hilvanadas…? ¿Por qué este tipo de reflexión, la aforística, no ha tenido el reconocimiento que debería? Esa es una pregunta, estamos en ello, pero no acaba de estar clara.

Y también hay otro tipo de preguntas, ¿cómo podríamos diferenciar al aforismo de la sentencia, de la máxima, del apotegma, del adagio…? Hay algunas claves, pero no están todas. Así que creo que sí, hay mucho por hacer [risas].

P. El libro se divide en ocho capítulos, abordando en cada uno de ellos una de las constantes cuestiones en torno al aforismo. Una de ellas es la simbiosis aforística entre poesía y filosofía, ¿qué postura sostiene frente a esta naturaleza doble?

R. Mi idea es que el aforismo es un género muy heterodoxo. No es un género estrictamente literario, si por eso lo entendemos solamente encauzado a la expresividad o la belleza formal; sino también atiende mucho al contenido, el problema de la verdad de un aforismo sigue siendo muy importante. Un aforismo tiene que decir alguna verdad, tiene que decir algo que te llegue, que te llene, y eso tiene que ver con la filosofía.

Sin embargo, el aspecto formal, el ‘cómo’ se diga, el ‘cómo’ lo expreses es fundamental, y cada vez está siendo más importante. Entonces, resulta que los filósofos recelan de todo lo que suponga apertura a otro campo, en este caso, la poesía. Y los poetas también a veces recelan cuando se les saca de la lírica, o la expresividad pura; y se pretende hablar de cuestiones que tienen que ver con la verdad y el contenido con lo que se dice.

Yo creo que hoy en día está teniendo un resurgir enorme el aforismo en todo en el mundo, en España, desde luego, es clarísimo. Y es de un tipo de gente que considera que es interesante un género mixto, que no sea exclusivamente filosofía o poesía; una mezcla. Y yo creo que ese es el futuro, esa heterodoxia de la mezcla de estilos, de géneros. Y creo que eso no va a ocurrir solamente en el campo de la literatura y la filosofía, va a ocurrir en el cine, en las artes en general. Así que, eso es lo que defiendo, una filosofía poética o una poesía filosófica.

P. ¿Qué síntomas percibe de ese ‘resurgir’ del aforismo que menciona?

R. Hay muchos. Por un lado, el número de editoriales interesadas en lanzar colecciones específicas de aforismos. Por otro, la cantidad de aforistas que hay en España, que es lo más conozco. Muchos de los aforistas ya son amigos, después de contactar con ellos-a unos los conozco solamente a través de cartas, otros a través de congresos celebrados-. Lo que quiero decir es que hay muchísimos. Lo que he querido hacer en el libro es incluir un apéndice bibliográfico, en el que concretamente, en la sección de ‘Bibliografía sobre el aforismo en español’, creo que he incluido el 99%. Nunca puedes decir ‘todo’, siempre salta algo que no está. Pero prácticamente está todo, y es muchísimo lo que se está haciendo.

El auge también de las redes sociales, especialmente Twitter, donde hay frases muy cortas, está beneficiando al empuje del aforismo. Porque se divulgan mucho más fácilmente con ese sistema, con ese poco tiempo que tenemos muchas veces hoy en día. Es más difícil leerse un ensayo de 200 páginas que leerse un buen aforismo, y mañana leer más. Esto también está ocurriendo.

P. Siguiendo con lo literario del aforismo, Sánchez-Ferlosio, Oscar Wilde o Mark Twain están presentes en su ‘El arte de la Levedad’. ¿Qué viene antes, la literatura en el aforismo, o el aforismo siendo fragmento de la literatura?

R. Como seguramente sabes, el aforismo no empieza en la literatura. El aforismo nace con Hipócrates, y aquellas frases que se utilizaban en Medicina. Por lo que el aforismo nace como un instrumento para recordar determinados preceptos científicos que había que tener en cuenta en el desarrollo de una determinada ciencia o profesión. Un poco más tarde empieza a integrarse en la literatura. Pero ¿qué viene antes? Es difícil la respuesta.

En un principio se empezaron a entresacar aforismos de obras literarias clásicas. La literatura griega y la literatura latina tenían frases extraordinarias que luego se extraían, y eso en la Edad Media gustaba; los llamados florilegios, las ‘mejores flores de cada jardín’ se recopilaban.

Quizás para que se empiece a escribir conscientemente en aforismo, y no extraídos; yendo el aforismo primero, hace falta esperar un poco más. Y se hace en apuntes, cuadernos privados, diarios…ya en un principio no tuvo una categoría literaria, se pensaba escribir en ese tipo de frases cortas para un consumo personal, o en círculos muy reducidos.
P. A Mark Twain lo pudo desmenuzar en solitario con ‘Encuentros y extravíos’, ¿cómo llega a adentrarse de una forma tan profunda en el carácter más filosófico de su obra?

R. A mí Mark Twain me parece un personaje literario realmente interesante. Él mismo, su historia, su personalidad, y su manera de escribir, por supuesto, me parece que tiene mucho que ver con el aforismo.

Por un lado, él escribe frases impresionantemente elocuentes, llenas de humor, como prácticamente todo el aforismo norteamericano. La tradición norteamericana tiene como característica fundamental el humor; y Mark Twain lo logra de una manera en la que, sino es el mejor, es de los mejores.

Él era un conferenciante maravilloso, que durante mucho tiempo vivió fundamentalmente de las conferencias; y era allí donde lucía los aforismos. Así que, me interesaron desde siempre la obra, las conferencias y las frases de Mark Twain, que cumplen todos los criterios para ser grandes aforismos: son muy ingeniosas, tienen profundidad, y están muy bien escritas; lo tiene verdaderamente todo.

Entonces, yo me plantee hacer una edición, que no existía en castellano de una forma suficientemente completa, como el autor merecía. Es una edición en la que he incluido todos los aforismos de Markt Twain, quizá solamente quitando algunos localismos, entendibles únicamente en Estados Unidos. Esa fue la idea que salió en la Editorial Renacimiento, donde interesó el proyecto.

P. ¿Hay ahora un mayor acercamiento a la tradición aforística oriental? Desde Lao Tse hasta los haikus, por ejemplo.

R. Sí, el haiku está de moda, desde luego. Yo no lo he trabajado, pero tengo amigos que han publicado libros sobre haikus. Es algo, efectivamente, parecido al aforismo, con una estructura específica de Oriente. A mí el haiku me parece muy elegante, con una carga poética, evidentemente, grande; pero no deja de tener también su profundidad filosófica. Personas como Manuel Neila o Ricardo Virtanen están haciendo trabajos sobre haikus muy interesantes aquí, en España.

P. Volviendo a ‘El arte de la levedad’, en el capítulo Cien Rostros, habla de su forma polifacético. ¿Ha sido este un motivo fundamental para su pervivencia durante tantos siglos?

R. Tienes toda la razón, ha sido una de las razones para su pervivencia. Fíjate en una cosa, la primera palabra que empieza a dar forma a la idea de la frase breve y sustanciosa fue ‘aforismo’-αφορισμος, en griego-pero luego eso se olvida durante mucho tiempo. La palabra ‘aforismo’ se deja de utilizar y se empieza a utilizar la palabra ‘sentencia’, la palabra ‘máxima’…son esos ‘Cien Rostros’-no son cien, pero son muchísimos-.

Entonces, depende de las tradiciones. En la tradición francesa, fundamentalmente se hablaba de ‘máxima’; como las máximas de La Rochefoucauld. ‘Sentencia’ se utilizaba mucho en la tradición latina, y también en la alemana, Nietzsche hablaba de sentenz. En la tradición inglesa sí, se habla de aforismos, aphorism. En la italiana, de ‘adagios’.

Hay diferencias, depende de cómo se entendiera en cada momento. Pero a la larga, esas diferencias se han ido desdibujando, y hoy en día se mantienen todas bajo la capa del aforismo. No es que ya no sirvan esas palabras se siguen utilizando, a veces como sinónimos. Pero como dices, se han ido manteniendo con otros nombres-tampoco en Oriente se ha utilizado el término ‘aforismo’-, y, sin embargo, se ha mantenido el espíritu. Yo creo que eso es bueno, ha sabido buscar el camino con la forma, incluso el matiz filológico, en cada sitio y época.

P. Para el desconocedor, ¿quién es Antonio Porchia, y qué hay de aforismo en su obra?

R. Antonio Porchia es uno de los responsables de que yo me esté dedicando al aforismo en los últimos tiempos. Cayó un libro en mis manos, titulado ‘Voces’, que es el único libro que él publicó. Y él era un personaje muy curioso, que procedía de Italia, pero como muchos otros italianos en una época determinada, emigra a Argentina, y allí se busca la vida, quedándose.

Él era un obrero, trabajó en imprenta, en lo que podía; pero que le interesaba escribir. Pero escribir frases que se le ocurrían, cargadas de metafísica. No conocía a los clásicos, pero escribía muy bien. Escribió en su vida poco más de quinientos aforismos, que no es mucho para una vida entera, ya que tardaba mucho en escribirlos, en pulirlos.

Hoy en día es totalmente reconocido, e irá creciendo mucho más con el tiempo. Un crítico de la época, Roger Caillois, cuando lo conoció, le dijo: ‘’Yo daría todo lo que he escrito por escribir los aforismos que usted escribe’’. Y Antonio Porchia, que era muy modesto, le contestó: ‘’Por favor, ¿cómo dice eso una persona tan conocida como usted?’’. Pues ahora mismo a Roger Caillois no lo conoce prácticamente nadie; y a Antonio Porchia, en este mundo del aforismo, lo conoce ya mucha gente, y más que lo conocerán, porque tiene muchísimo valor.

[Las suyas] son frases que a veces te resuenan a Lao Tse, otras veces tienen elementos nietzscheanos. Ya al final de su vida, cuando era más conocido entre los círculos literarios argentinos, le preguntaron: ‘’Y usted, ¿qué sabe de Lao Tse, o de Nietzsche?’’. ‘’Yo no sé nada de ellos’’, contestó. (Risas) Es decir, había llegado a conclusiones muy parecidas respecto a cuestiones que habían tratado otros; aunque en el fondo sus aforismos son únicos. Y eso es lo difícil, escribir aforismos que se identifiquen con alguien, con una filosofía de vida. Es muy difícil dar un estilo a algo, ya sea en pintura, en aforismo, o en lo que sea, y este hombre lo consiguió.

P. Habla también en uno de los capítulos, El embrujo de lo liviano, del equilibrio entre pensamiento y lenguaje en la aforística. ¿Hasta qué punto es esencial?

R. Yo estoy convencido de que es absolutamente esencial. Es verdad que hay algunos aforistas que dan mucha más relevancia al contenido, no queriendo darle excesivo embrujo a su expresividad, le restan elemento poético. El aforismo en ciertos momentos y lugares, por parte de algunos, ha tenido un interés aleccionador, consejero, a querido ser un instrumento al servicio de determinada pedagogía de la vida.

Ahora mismo estoy trabajando en una edición de aforismos de Benjamin Franklin, y no es nada poético, generalmente. Él es más alguien que aconseja, que da una serie de instrucciones para que te vaya bien en la vida, en términos muy prácticos. Quiero decir que ese tipo de aforismo también existe.

Pero el aforismo que a mí me parece más auténtico es en el que hay un embrujo. Algo que, por un lado, dice mucho, porque tiene que hacerlo si quiere ser un auténtico aforismo; pero que, además, está dicho de una manera verdaderamente lujosa, bonita. En esa mixtura, en esa mezcla, es donde está el embrujo de lo liviano, de esa liviandad profunda, que cala.

P. También juega un importante papel en la obra, en el capítulo Formas de eternidad, su carácter atemporal. ¿Cómo explica que Montaigne o Marco Aurelio tengan el mismo vigor que autores más cercanos?

 

R. Estoy convencido de que hay toda una serie de verdades atemporales. Esto no es una cuestión que pueda plantearse para una demostración, es algo más empírico. Vamos a cogernos a los sabios de todas las épocas, ¿de qué hablan? Al final te das cuenta de que hablan de lo mismo, o de cosas muy parecidas. Existen una serie de cuestiones reincidentes, reiterativas.

Nietzsche lo decía con mucha claridad, ‘’el aforismo, [la sentencia,] son las formas de la eternidad’’. Son frases que van a servir exactamente igual en un siglo que en veinte siglos, porque la vida, como los seres humanos, es la que es, siempre igual, las formas cambian y el fondo permanece. Las verdades sobre la condición humana, sobre la muerte, sobre la alegría o el anhelo de felicidad…o sobre la sociedad, porque estamos cambiando constantemente nuestra historia de perspectiva social. Pero luego este teatro del Mundo es siempre una escena muy parecida, con decorados distintos.

Eso es lo que yo he querido tratar en ese capítulo, que hay una línea de continuidad en la tradición aforística, y más que en otras tradiciones. Porque, en la filosofía sistemática, muchas veces cambian los propósitos, cambian los intereses; también cuando la ciencia coge empuje todo cambia. Pero aquí hay una buena parte de la tradición aforística, aunque no toda, que mantiene las mismas preguntas. Y hay una cosa que no se ha hecho, pero que quizá alguien hace algún día, que es coger los grandes temas y ver como coinciden muchísimos sabios en épocas distintas.

P. Reflexiona también acerca de su alcance, ¿en qué medida el carácter conceptual de la aforística puede frenar al ‘lector de a pie’ a acercarse al género?

R. No debería. Uno puede encontrar aforismos para el gusto de cualquiera en la historia de la aforística. Es verdad que puede no interesarte, yo en ‘Relámpagos de Lucidez’ escribía en el prólogo que hay muchas sensibilidades. La sensibilidad de Lao Tse no es la misma que la de Marco Aurelio, y ni decir la de Nietzsche, mucha más diferencia que entre ellos.

Es decir, creo que es cuestión de encontrar qué tipo de reflexión breve haga a cada uno vibrar. Hay gente que es muy dada a la reflexión con un toque de humor. Aquí tenemos gente, como Gómez de la Serna, que no es cualquiera; pero en Estados Unidos ese toque humorístico es fundamental. Quizá a otra persona le guste más un cariz más metafísico; también lo tienes en Lao Tse, que es complejo, un tipo de expresión metafísica muy al hilo de la mentalidad oriental.

[El aforismo] puede alcanzar a cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad, y que no considere necesario leer un libro de quinientas páginas para decir ‘’¡Cuánto me ha dicho!’’. Te puede decir, sinceramente lo creo, y ya lo decía Nietzsche-que es más importante que lo dijera él que yo-que se puede decir mucho en dos frases. Depende de la profundidad o la grandeza de esa frase.

Así que yo considero que no es el carácter conceptual lo que frena al lector. El aforismo no siempre es conceptual, no es lo que prima. Por eso digo que cada uno debe elegir el tipo de aforismo que le guste, y leer a esos autores o corrientes.

P. En línea con la anterior cuestión, afirma que el género ‘’nada tiene que ver con las amables frases que se leen en tarjetas de felicitación’’. ¿Cuán lejos está la población general del aforismo?

La gente está más cerca, pero es solamente una cuestión de sensibilidad cultural. Es una cuestión de que también vaya calando en la gente el aforismo de calidad. Creo que cuando a la gente se le da algo bueno, le gusta y lo reconoce. A la gente le gusta la buena poesía, otra cosa es que, a lo mejor, no es la lectura más fácil frente a una novela, a un best-seller.

Aquí pasa lo mismo. Creo que es posible distinguir esas frases fáciles, que muchas veces son lugares comunes, sobre lo que está muy dicho, muy manido. Lo hemos escuchado mil veces. Eso muchas veces nos encontramos en tarjetones, libros de autoayuda o en Internet. Nos encontramos frases que hacen algún tipo de juego paradójico o rima fácil. Esto es lo que creo que no tiene tanto valor.

P. Usted ha dedicado una vida entera a la filosofía, entre muchos cargos desempeñados, hoy es profesor de enseñanza secundaria. ¿Le queda el recuerdo de algún alumno con aptitudes filosóficas?

R. Sí, yo creo sí me quedan buenos recuerdos de mucha gente (risas). Algunos han estudiado filosofía, otros están en ello. Yo siempre les digo que se lo piensen bien (risas), que únicamente estudien filosofía si realmente les interesa, porque esto no es una cosa que te vaya a dar dinero. Por lo tanto, lo que es por verdadera pasión hay que estudiarlo, y si no, pues mejor dedicarse a otra cosa.

Yo he conocido a muchos alumnos, afortunadamente, al cabo de los años, a los que les ha interesado [la filosofía]. Hay a muchos a los que les dejo de ver en determinado momento, porque la Historia de la Filosofía no es obligatoria [en 2º de Bachillerato], que es otro tema distinto. Creo que he tenido mucha suerte de conocer a gente joven realmente interesada por la filosofía. Unos para planteárselo profesionalmente; y otros que no, pero es que tampoco hay necesidad. Lo importante es no dejar de leerlo, lo importante es no dejar de interesarse por tener esa actitud filosófica, ante todo.

P. ¿Falta filosofía en la educación?

R. Considero que sí. Lo que habría que hacer, paralelamente, es una remodelación del Plan de Estudios. Para que la filosofía interesa en este tiempo a la gente joven habría que replantearse los programas. Hay que replantearlos, hacerlos más atractivos, conectando más con la filosofía que se está haciendo hoy en día, y que está interesando y puede explicar parte del mundo en el que vivimos; creo que es fundamental.

No podemos dedicar solamente lo académico, ni el estudio escolar ni el universitario, a economía, tecnología…ciencias, en general. Y, a ser posible, muy empíricas. A mí me parece que esto nos va a ir restando mucha capacidad de análisis, mucha capacidad crítica, una visión de conjunto, que hace falta tener. Esto te lo de la filosofía. Te da otra dimensión, una mirada distinta a las cosas. Creo que esas ventajas las ofrece una filosofía bien planteada en secundaria. Y pasar por ahí me parece básico, pasar por el trance de conectar con ello.

P. Y, tanto en clase como fuera del aula, ¿hay filosofía en las pequeñas cosas, lejos de autores y estudiosos?

R. Estoy convencido de que hay filosofía en muchísimas cosas, y no nos damos cuenta. Un buen planteamiento de una programación adecuada de filosofía quizá tendría que pararse a enseñar a los alumnos que hay filosofía en cada cosa que haces. Hay filosofía en el deporte que nos rodea, en el cine, en el arte, en la literatura…y, por supuesto, en el día a día de cada cual.

Esto nos va a dar una mirada filosófica sobre las cosas, nos va a beneficiar en muchas cosas. Nos va a proporcionar una hondura, nos va a proporcionar una serenidad también; así como relacionar todo con todo. Eso lo puedes hacer con tu vida diaria, no hace falta ir a los grandes maestros de una tradición; que también, que hay conocerlos.

Pero yo eso es lo que estoy haciendo en estos libros sobre el aforismo. ‘El arte de la levedad’ lo subtitulo ‘’Filosofía del aforismo’’, es una reflexión filosófica. Pero, sin embargo, hay muchos literatos aquí, y gente de arte y de ciencias, aunque algo menos, porque no puedes tratarlo todo. Desde Machado, Oscar Wilde, Twain…Eso es una manía que tenemos, desde el planteamiento académico, y desde la universidad misma, que considera que filosofía es un reducto. Entonces, ¿qué enseñas a la gente? Siento que esto es un error, y veremos si somos capaces de ir saliendo poco a poco de ese círculo.

Pero la universidad todavía va muy lenta. Porque allí los programas, salvando algunos profesores que se salen de los márgenes, suelen ser los de siempre. Se suelen centrar en los grandes clásicos de las materias, que está muy bien. Pero habría que decirle a la gente: ‘’A parte de estos grandes, existen otros que tienen grandes aportaciones, pero son heterodoxas’’.

P. Defiende el vigor del aforismo, ¿qué futuro le depara a la aforística?

R. Futuro, mucho. En España, que es lo que más conozco, se están haciendo cosas muy interesantes en creación aforística. En ensayos, a parte de lo que estoy haciendo yo, hay unas cuantas personas que están publicando obras sobre el aforismo en términos literarios, históricos… Hace unos días salió una publicación acerca del aforismo en España, desde sus principios hasta los grandes del aforismo-Machado, Bergamín, Juan Ramón Jiménez-. Hay mucha aportación, también es estudio se está haciendo mucho.

Se está haciendo cada vez más que es un genero noble, que no sirve para apuntes menores con el fin de luego redactar obras más amplias. Es igual que en la pintura, ha costado mucho conceder al boceto una categoría de valor artístico, y creo que en la aforística va a pasar lo mismo. Ahora mismo estamos aprovechando un buen momento, que espero que dure mucho.

Te voy a decir una cosa, y es en cierto modo primicia, no lo sabe mucha gente. Estamos haciendo un portal del aforismo dentro del Cervantes Virtual. Va a estar disponible para todo el Mundo, dentro del Cervantes Virtual; en poco tiempo se abrirá la página. Yo aporto una serie de trabajos, somos cuatro personas trabajando, y creo que el empuje va a ser grande en los próximos años.

P. ¿Queda reflexión en Javier Recas para rato?

R. Bueno, sí. (Risas). Yo tampoco debería sacar un ensayo, y otro, y otro, sobre el aforismo. Llega un momento en el que también hay que dejar a otros con diferentes perspectivas. Yo a lo mejor me estoy repitiendo ya. (Risas).

Estoy trabajando en cosas que tienen que ver con la divulgación del aforismo, de diversas escuelas, diversos autores. Y también querría dejar un hueco, sin dejar nunca la reflexión, para publicar mis propios aforismos. Todavía no tengo tanta cantidad como para hacer un libro-se suelen considerar en torno a los 300 aforismos, la marca que dejó Baltasar Gracián-. Cuando los tenga, me gustaría darlos a conocer, me quiero mover en ese campo. Ahí seguiremos, en lo que podamos.

P. Para despedir, ¿algún aforismo dentro de ‘El arte de la levedad’ que le gustaría compartir?

R. Hay tantos, que es complicadísimo responder a esa pregunta. Realmente, esto es un vicio, te encantan muchos, demasiados. Demasiados para seleccionar uno. Hay alguno que podría comentar, como uno del que opinó lo mismo que yo alguien mucho más importante, que era Schopenhauer. Como aforismo sobre la filosofía de la vida seleccionó uno, que no era suyo, sino de Nicolas Chamfort, que dice ‘’La felicidad no es cosa fácil. Es imposible encontrarla fuera de ti, y muy difícil encontrarla en ti’’. Ese es un aforismo que me parece muy sabio. La felicidad es muy complicada, pero, desde luego, si hay algún lugar donde hay que buscar es dentro de ti, no fuera.

He ido poniendo un aforismo a la cabecera de cada capítulo, al comienzo, y esos para mí, son básicos. Por ejemplo, Quintus Curtius Rufus dijo: ‘’Los ríos más profundos son siempre los más silenciosos’’; hablando de la brevedad del aforismo y de la profundidad que le acompaña.

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