No son pocos los psicólogos que apuntan los beneficios que tiene que los niños (y no tan niños) se aburran, ya que el aburrimiento es la antesala de la imaginación. El hastío y el encierro son incitadores del pensamiento, la reflexión y la creatividad, por lo que no es de extrañar que varias obras maestras de la literatura universal se hayan escrito en tiempos de cuarentena.
Sin embargo, no es el aislamiento por el coronavirus la que nos ocupa, sino la cuarentena que se sufrió durante la peste negra. Hablamos de la pandemia más devastadora en la historia de la Humanidad, que apareció y desapareció intermitentemente durante 400 años. Se calcula que la peste negra se cobró entre 40 y 60 millones de muertos en África y Asia más aproximadamente 25 millones de muertos en Europa.
Londres no se quedó atrás. La capital inglesa sufrió el azote de la peste perdiendo un tercio de su población, al igual que muchas ciudades europeas. En 1606, Londres prohibió las concentraciones de grandes masas, los teatros se cerraron (The Globe entre ellos) y las personas permanecieron aisladas en sus casas. Es más, aquel año los londinenses no solo sufrieron la epidemia, sino también diversas plagas. Aquel clima que propiciaba el encierro fue entendido por William Shakespeare como una oportunidad para crear. Shakespeare aprovechó los días de encierro y escribió tres obras que hoy se consideran la cúspide de su producción literaria: Macbeth, El Rey Lear y Antonio y Cleopatra.
Macbeth, uno de los grandes clásicos del genio inglés, trata sobre las consecuencias físicas y psicológicas que sufren aquellos que se dejan llevar por la ambición política. Shakespeare, usando como fuente las Crónicas de Holinshed, se inspira en el personaje histórico de Macbeth, rey de Escocia entre 1040 hasta su muerte en 1057.
Esta tragedia se divide en cinco actos y cuenta la historia de Macbeth, un general victorioso que recibe la profecía de tres brujas, quienes le auguran que se convertirá en rey. La figura de Lady Macbeth juega un papel muy importante dentro de la obra, ya que es quien más se ciega de ambición por convertirse en reina consorte. Por ello, manipula a su esposo para que, mediante el engaño, la traición y el asesinato, consiga ser monarca y acabe con Banquo, a quien también le habían vaticinado ser padre de una estirpe de reyes. El mundo onírico, espiritual, la culpabilidad, la voluntad personal y el destino son puntos clave en el desarrollo de la obra.
Por su parte, El Rey Lear se basa en un cuento popular del folclore británico del siglo XII. Narra la historia del anciano rey Lear, quien decide dejar en herencia todas sus posesiones a la hija que demuestre que más le quiere. La menor de las tres, que se niega a caer en la hipocresía de sus hermanas hacia su padre, es desheredada. No obstante, con el tiempo y tras una guerra, se descubrirá que es la verdadera merecedora del trono.
El Rey Lear rebosa ingratitud, vejez y locura, aspectos no encontrados en obras anteriores del escritor británico.
Por último, hablamos de Antonio y Cleopatra. Aunque también fue escrita en tiempos de cuarentena, los especialistas no la consideran entre sus obras cumbres. A pesar de que el personaje de Antonio ya aparecía en Julio César, quizás Shakespeare sintió que no había sacado el suficiente provecho a esta figura histórica.
Esta tragedia amorosa relata la pasional historia de amor entre el general romano Marco Antonio y Cleopatra, última gobernante del Antiguo Egipto. Antonio y Cleopatra muestra la escritura más sensual y ardiente de William Shakespeare.
FILO: ¡Basta! ¡No! El desvarío de nuestro general
sobrepasa ya toda mesura. Aquellos ojos altivos
que al desfilar sus legiones de guerreros
brillaban tal Marte armado, ahora inclinan
la devoción servil de su mirada
ante la frente de una morena. Aquel corazón
de capitán que en combates estallaba
las correas en su pecho, reniega su temple
y ahora su fuelle no es sino abanico
que aventa los deseos de esa gitana.
Antonio y Cleopatra, William Shakespeare
No cabe duda de que Shakespeare supo adaptar su producción literaria y su vida (y sacar provecho) a las diversas epidemias que le tocó sufrir. Remontándonos al plano biográfico, diversos historiadores y académicos concuerdan en que la comedia Los dos hidalgos de Verona (1590) y los poemas Venus y Adonis (1592), La violación de Lucrecia (1594) y los Sonetos (1596-1597) fueron escritos en otro brote de peste una década antes. Aunque en la cultura popular quizás no sean tan conocidos estas obras como El Rey Lear o Macbeth, sí es interesante señalar que el autor de Romeo y Julieta supo sacar provecho de aquellas cuarentenas.
"¿Y por que no la muerte antes que tan atroces sufrimientos?, matarme es separarme de una parte de mí mismo, y Silvia es mi persona...Desterrarme es arrancarme de mí mismo... ¡Horrible destierro!... Qué luz es luz, si a Silvia yo no veo ¡Qué gozo es gozo!, si Silvia no está aquí, a menos que yo piense que está aquí, y disfrute de esa sombra de perfección. Salvo si estoy junto a Silvia por la noche, no hay melodía en el ruiseñor, y a menos que de día yo contemple a Silvia, no hay día que contemplar. Ella es mi esencia. Entonces pues, qué es la condena de muerte. Si me quedo, muero. Pero si me alejo, me separo de mi persona"
Los dos hidalgos de Verona, William Shakespeare
A modo de curiosidad y a pesar de que no se tienen demasiados documentos biográficos de William Shakespeare, algunos expertos apuntan que el autor sobrevivió a otro brote de peste negra al poco de nacer. Sus hermanos mayores fallecieron en ella.