Todos tenemos una idea preconcebida de lo que es la violencia de género, pero teniendo en cuenta que bajo este término se incluye toda acción que coaccione, restrinja, y/o limite la dignidad y libertad de las mujeres. Múltiples prácticas de dominación y de violencia masculina presentes en la vida cotidiana se normalizan, ya sea por costumbre o legitimación, en la mayoría de ocasiones estas conductas pasan inadvertidas hasta tal punto que podrían considerarse invisibles. Para muchas mujeres dichas conductas pasan desapercibidas y el desconocimiento de la situación se convierte en una perpetuación del machismo.
El origen del poder se encuentra en la sociedad, la gente emplea el poder en sus interacciones, pero tiene una faceta opresiva provocando distorsiones en la percepción de la realidad. La distribución desigual del ejercicio del poder de dominio conduce a una incongruencia en el ámbito relacional. Los géneros, masculino y femenino, son los elementos por los que fluyen las desigualdades de poder, que se manifiestan en la pareja y la familia.
Las mujeres quedan en un segundo plano como personas subordinadas al yugo del control y el dominio masculino
La cultura occidental tiene un carácter patriarcal, que ha legitimado la idea de que el género masculino es el único poseedor del derecho de ejercer sus derechos, así como el poder sobre el género femenino, negando a las mujeres dicho derecho. La cultura androcentrista sitúa a los varones como seres superiores, y por creerse poseedores de este estatus, consideran tener el derecho de decidir por las mujeres y de exigir a las mujeres hasta el límite de obligarlas a hacer aquello que ellos desean. Las mujeres quedan en un segundo plano como personas subordinadas al yugo del control y el dominio masculino. Un contrato tradicional en el que a cambio de protección por parte del hombre se ofrece obediencia por parte de la mujer, por ello el hombre logra ganar terreno y comienza a considerar que el espacio doméstico y el cuidado de familiares es una responsabilidad inherente a la mujer, alimentando la superioridad del varón, a quien se le reserva el espacio público.
La mujer, en su rol tradicional no dispone de poderes, como han sido definidos los del hombre, cuenta con pseudopoderes, que son la influencia sobre el poder masculino y la reclusión en el mundo privado, impuesta por la cultura patriarcal. La sociedad alza a la mujer catalogándola de reina, a pesar de haberse visto privada de su poder, su autoridad y su capacidad de tomar decisiones, todo ello ejercido por el hombre, poco a poco las capacidades de la mujer se verán minadas, su libertad coartada y su voluntad queda restringida a satisfacer las necesidades del varón. La única vía de desahogo de las mujeres que sufren micromachismos son los reproches y los reclamos, a los cuales el hombre comienza a hacer oídos sordos rápidamente.
Los micromachismos, son por tanto prácticas de dominación y violencia masculina ejercida de forma prácticamente imperceptible, existen diversos tipos de micromachismos y seguramente en el día a día podamos encontrar ejemplos reales. Los micromachismos se presentan de varias formas; mediante la imposición del dominio masculino sobre la mujer y empleando su ‘superioridad’ como objeto de maniobra; reafirmación de la autoridad frente a la mujer que se rebela contra la dominación masculina y el aprovechamiento de la estereotipada labor femenina de cuidado familiar y doméstico.
Los micromachismos son microabusos y microviolencias que garantizan al varón mantener el estatus de dominación. Estos “micros” son el preámbulo del maltrato psicológico, emocional, físico, sexual y económico, es necesario destacar que estas conductas no aparecen de repente en una relación, están presentes desde el comienzo, pero de forma sutil , como antes se ha mencionado, y cada vez se incrementan limitando en mayor medida la libertad femenina, hasta que la mujer queda anulada.
Los micromachismos no son siempre conscientes, es la propia sociedad la que instaura ideas y respuestas en la mente de los hombres desde su infancia y poco a poco modelan su conducta, la inocencia se ve perturbada por enseñanzas ilógicas con las que los hombres crecen y en torno a las cuales construyen su visión del mundo y su concepto de lo que para ellos es la mujer.
Y es que el machismo no dista tanto de otras prácticas deplorables como la xenofobia y la homofobia, es una forma de rechazar lo diferente, para considerarse superiores a los demás y mejores. En este sentido cualquier detalle sirve para ensalzar la figura del dominio. Otro arma presente en el ámbito del machismo es la presión psicológica, para invadir la mente de la mujer con ideas de sumisión que esta tiene que aceptar.
Micromachismos Coercitivos
En estos casos el hombre emplea la fuerza psicológica para limitar a la mujer y su capacidad de decisión, hasta el punto de hundirla y lograr que ella se sienta insegura consigo misma y sus criterios. Dentro de los micromachismos coercitivos se pueden distinguir a su vez varios tipos. La intimidación ( si no se obedece al varón, habrá repercusiones, y para que la teoría no pierda credibilidad en ocasiones el hombre empleará alguna técnica que le permita atemorizar a la mujer). Relegar las labores domésticas a la mujer; se considera a la mujer como la única responsable de las labores del hogar y de las personas que en el habitan, independientemente de que tenga un trabajo remunerado fuera de casa, mientras que el hombre dispone de tiempo libre). El hombre en muchas ocasiones controla el dinero, y el acceso de la mujer al mismo queda limitado. Imposición de ideales, la mujer se ve sometida al hombre, porque este no tolera una opinión que no sea la suya propia, y la mujer termina adoptando la opinión de su marido a cambio de tranquilidad, lo que puede relacionarse con la apelación a la “lógica” varonil, solo el hombre tiene razón. Además en numerosas ocasiones el hombre decide por la mujer, sin darle a ella la oportunidad de expresar su opinión acerca de las cosas.
Micromachismos encubiertos
Atentan de forma directa contra la autonomía y la libertad femenina, en este caso no se emplea la fuerza, sino el engaño, el afecto se emplea para inducir a la mujer a hacer aquello que el varón quiere conseguir, llevarla a su terreno. Se benefician de la dependencia afectiva de la mujer y de la confianza que en ellos ha depositado mientras infunden en ellas sentimientos de impotencia, inseguridades y descenso de la autoestima.
El abuso de la capacidad femenina de cuidado, es aquel en el que el varón se aprovecha de la capacidad de la mujer para cuidar de otras personas, desarrollando en las mujeres el sentimiento de responsabilidad para cumplir con sus roles de madre, esposa, hija, asistenta, cocinera, entre otros. Al mismo tiempo que la energía vital de la mujer se emplea en brindar su tiempo a otras personas, el hombre disfruta de su tiempo de ocio.
Los varones procuran controlar las reglas del diálogo; recurren al silencio, el aislamiento y el distanciamiento
Los varones procuran controlar las reglas del diálogo, consiguiendo únicamente salirse con la suya, y dejando claro cuándo, dónde, cómo, por qué, la mujer tiene que estar disponible para él. Para ello los varones recurren al silencio, el aislamiento y el distanciamiento. Pero el diálogo también puede emplearse de otra forma, puede manipularse, con el fin de afianzar el lugar del hombre en la pareja, y para que la mujer piense que es sincero, la manipulación del diálogo incluye mentiras, engaños (omisiones de información para distorsionar la realidad).
Otras maniobras muy presentes en los micromachismos son las descalificaciones, la búsqueda de apoyos en terceros, de esta forma el varón sustenta su opinión en la de otras personas que opinan como el para reforzar sus ideas, desprecio al reconocimiento de las cualidades positivas de la mujer. Misoginia; consistente en la emisión de continuos ataques repentinos a la mujer, que la dejan indefensa y confusa por ser inesperados. Desautorización de la mujer por medio de alabanzas propias y adjudicaciones de méritos a sí mismo, infravalorando o negándose a reconocer los de la mujer.
Otra recurrencia es aniñar a la mujer, tratarla como si no fuera una persona capaz de ser autónoma y necesitase ser controlada. Por otro lado también se emplea la manipulación emocional, en la que el cariño solo es una máscara para engañar a la mujer y controlar la relación, se consigue por medio de la culpabilización de la mujer de las desavenencias familiares, quitando la responsabilidad de las mismas al varón, (el considera que nunca tiene la culpa), así como culpándola también de lo que al hombre le sucede. El hombre se mostrará indulgente consigo mismo ante las labores que considera femeninas, por lo que obliga a la mujer a realizarlas, considerando que es un terreno reservado para ella.
Micromachismos de crisis
Se emplean en momentos en los que el estatus de poder del hombre se tambalea, por aumento del poder personal de la mujer, generalmente circunstancias en las que la mujer reclama una mayor condición de igualdad para ambos. Para poner fin a las pretensiones de independencia femenina , el varón pondrá todos los medios que estén de su mano para impedir que las pretensiones de la mujer se cumplan. Estos micromachismos se ejercen por medio del control de las actividades de la mujer, la negación de apoyo, no se ayuda a la mujer con las labores domésticas, promesas que aluden a mejorar las condiciones de igualdad dentro de la pareja que no llegan a cumplirse.
En definitiva los micromachismos son maniobras que buscan por medio de artimañas enrevesadas privar a la mujer de su libertad y coaccionarla para obtener de ella aquello que se desee. La ausencia de autoafirmación en la mujer ayuda a consolidar las conductas machistas, la sociedad no debe tolerar el vampirismo emocional, no es preciso ni justo succionar hasta el último ápice de energía vital de una mujer.
El 016 es el número habilitado por el Ministerio de Sanidad para atender a las víctimas de malos tratos. Está a disposición de todas aquellas mujeres que se sientan amenazadas, tanto física como psicológicamente, el primer paso para escapar es afrontar el problema, ante cualquier ápice o gesto por pequeño que parezca no hay que dudar en pedir ayuda, el maltrato nunca está justificado, que nadie permita que le engañen, hombres y mujeres somos iguales en derechos y deberes, nuestra única diferencia es el sexo, y ninguno merece el menosprecio por parte de nadie y menos aún de su pareja.
Responsabilidad de padres y madres, para que la mentalidad tradicional desaparezca
Cualquier llamada realizada al 016 no queda registrada en el listado de números marcados en la memoria del teléfono, por lo que pasará desapercibida para el maltratador, pero es necesario denunciar, poner fin al sufrimiento y sobre todo salir, el amor no se manifiesta con violencia, con manipulación ni con menosprecio. No hay perdón ni disculpa ante el maltrato. No debe existir ningún tipo de tolerancia, está demostrado que los maltratadores son reincidentes, lo que sucede una vez, siempre puede volver a suceder, por ello hay que ponerle punto y final.Tampoco se puede olvidar que aunque en menor proporción que las mujeres, también hay hombres que sufren violencia de género. No se debe olvidar que ninguna persona es ni vale más que otra
Afortunadamente la sociedad cada vez está más concienciada y aunque será un proceso largo es necesario luchar por la igualdad, para hacer viable un futuro en el que la coexistencia entre hombres y mujeres no esté condicionada por la superioridad y el dominio, en el que la igualdad no sea una utopía sino una realidad. Pero para eso es necesaria una labor educacional que actúe desde el hogar e influya en la infancia, responsabilidad de padres y madres, para que la mentalidad tradicional en la que el hombre se impone como la autoridad y la mujer como su súbdita, desaparezca.
.