Según el escritor y crítico británico Graham Greene: “Una historia no tiene principio ni fin; uno elige ese momento desde el que mirar hacia atrás o hacia adelante”. Quizás no le falte razón, pues incluso la más emocionante narración se presenta a partir de un punto que presupone una historia previa y concluye en un desenlace tras el cual cabe imaginar que la vida sigue. Entre esos dos puntos el autor nos expone unos hechos en los que de algún modo nos convertimos en espectadores y protagonistas; él decide fijar su particular punto de inicio en un momento cualquiera y rubricar la culminación en otro. Pero todo viene precedido por algo y todo tiene una continuidad.
Lo mismo le sucede al camino por la particular senda de VAVEL. Culminando un nuevo año, podemos detenernos y efectuar un crítico balance de lo que ha sido el 2013 que culmina, lo cual no es más que una parada cualquiera en el camino, que engloba lo que ha venido desarrollándose en estos últimos 12 meses, escogidos como punto de partida de cara a un momentáneo fin: el del año que expira, un capítulo más en un libro que, como las historias de las que hablaba Greene ni empieza ni acaba porque el gran desafío de quienes recorren este itinerario está en alimentar la voluntad a base de perseverancia y tenacidad, una mezcla que lleva implícita la resistencia y por tanto, esa continuación que dota de constancia a un desafío cuya meta es prolongarse.
Llegado este momento, son muchos quienes rememoran lo que ha sido para ellos VAVEL en este tiempo, lo que ha singnificado en sus vidas, el trabajo efectuado, los momentos de satisfacción, las derrotas de las que se alzaron, las trabas superadas y especialmente, la sensación del deber cumplido cuando todo acaba y los números y especialmente las percepciones, te avalan. Pero quien suscribe estas líneas no ha querido nunca dedicar el último artículo del año a un balance personal de lo vivido en VAVEL; quizás por pudor a desnudar sentimientos o quizás con la esperanza de que lo que para mí significan las cinco letras quede plasmado en todos y cada uno de los artículos escritos, desde la ilusión de la victoria hasta la dignidad de la derrota en una crónica, pasando por la expectación de una previa, la admiración de lo aprendido en un reportaje o la normalidad de un mero entrenamiento. Mi objetivo, llegado el momento del balance, ha sido ampliar el particular espejo de vivencias a algo más genérico, como la forma de entender el ideal que rige a quienes formamos parte de esto o analizar la superación de los escollos que al final nos curten y nos fortalecen en esa filosofía.
¿Qué es la vida, sino una continua sucesión de retos? En la evolución de lo que, por tradición, la portada de VAVEL expone a final de año, quisiera dar un paso más, quizás uno que, por su naturaleza, complique el desafío de cara la próximo pero ¿qué es la vida sino una continua sucesión de retos? En esta ocasión desearía no pararme en el análisis del trabajo realizado, del camino marcado o de las metas alcanzadas; ni siquiera en las ideas, las marcas diferenciadoras o los genes que nos identifican. Quisiera esta vez poner el foco lejos de las secciones, de los redactores, editores, coordinadores y centrarlo únicamente en las personas, centro de mis reflexiones en los últimos meses del año.
Comentaba al inicio de este artículo que ante toda historia nos convertimos, de una u otra forma, en protagonistas y espectadores. Como Aristóteles consideraba que la virtud está en el término medio y los radicalismos nos demuestran que rara vez traen nada bueno, quiero pensar que lo positivo está en no pretender discurrir por una historia como entero protagonista, relegando la interacción con los demás, ni tampoco como mero espectador, privándose uno de sensaciones y acciones. Seguramente esté bien ser un poco de ambos, vivir distintas situaciones con personas que para bien o para mal se cruzan en nuestras vidas y observar su modo de actuar como un necesario aprendizaje de lo positivo y lo negativo.
Las más valiosas lecciones, lejos de diccionarios o libros de estilo, se extraen de las personas Y es que las más valiosas lecciones, lejos de obtenerse en diccionarios o libros de estilo, se extraen de las personas, que al final son el recurso más único de todos cuantos pueden competir por convertir una idea en la mejor; los ideales, los caracteres, la ética, los principios son herramientas irreproducibles en la denominada competencia, únicos y aleccionadores. En casi tres años a bordo de esta nave, el balance más profundo dista mucho de las visitas, de la posición en un ranking o de los retweets de un determinado mensaje, y el capítulo humano es siempre el que deja las más profundas huellas, para bien y para mal.
Han sido muchos los que han saltado del barco antes de que este alcanzase su anhelado puerto; en unos brilló el rastro del agradecimiento, de ese equipaje de más con el que se parte cuando la estancia en un sitio ha sido plena y enriquecedora; cuando uno siente que le han dado tanto como él mismo dio; en otros esto brilló por su ausencia. Abandonaron la senda y tomaron otros caminos en una decisión que no tendría mayor razón para el reproche de no ser por la incapacidad para mirar atrás y recordar quién abrió la puerta cuando todos la cerraban. Y otros ni siquiera se vistieron de indiferencia y sí de silenciosa inquina, de oportunismo disfrazado en crítica y de resentimiento no superado. El cómo más que el qué o el cuándo marcó la diferencia entre la osadía de quienes tuvieron que elegir y la derrota de quienes no pudieron hacerlo.
Unos se marcharon y otros llegaron, prendiendo con su entrada la llama de esa ilusión que replandece con un intenso fulgor en el comienzo de algo; el aire fresco de esas personas suplió el vacío de la nostalgia por los ausentes y demostró que lo insustituible son las actitudes y no los nombres propios. Se impregnaron de una idea que conquista cual flechazo o con la perseverancia del río que erosiona la roca; de una u otra forma comprendieron los valores de la V y se volcaron, con orgullo y constancia a proclamarlos: valentía, valía, visión, vehemencia. Y aceptaron el más complicado de los desafíos: mantener viva esa llama, que prende como un estallido pero que en muchos se apaga ante la dificultad, ante la exigencia, la resistencia y la dureza de un camino que nunca puede ser fácil. Llegar es complicado; mantenerse, aún lo es más.
La estancia de quienes están es también un reflejo de enseñanza y sabiduría. Unos se exigen a diario, con la premisa de aportar su grano de arena a una obra magna que les necesita. Otros se conforman con ser parte de ella; unos solicitan, más allá de egos y presunciones, que su nombre sea parte importante del objetivo porque creen en sí mismos y en sus posibilidades, porque del aprendizaje en la faceta del espectador desean desarrollar a su mejor protagonista; otros luchan con sus inseguridades en una batalla con mayor significado porque el enemigo es doble. Los hay optimistas y los hay pesimitas; los hay conformistas y los hay insaciables; están los compañeros y los genios de lo indidividual; los que tiran del carro y los que empujan de él; los convencidos y los reticentes, los tranquilos, los impacientes; los osados, los cautos; las voces de la razón y las del corazón. Y la presencia de todos ellos demuestra que en VAVEL, el único estandarte es la libertad, aderezada de carácter, actitud, personalidad y que lejos de enfrentar, lo diferente aquí enriquece y otorga una visión para todos y no para unos pocos.
Todos los que están, los que estuvieron y los que estarán dotan de una mayor fortaleza a la idea de VAVEL porque quienes no nos imprimen su energía, nos curten con cicatrices, y cada zancadilla de la que nos levantamos nos hace tan poderosos como la creencia común en lo imposible. Lo que no nos enseña cómo puede hacerse algo, nos demuestra cómo no debe hacerse y al final todo suma. Quienes dejaron su impronta marcaron un camino a seguir; quienes simplemente se fueron, borraron un rastro que hoy invita a ser reescrito. Los que llegan con constancia nos empujan, mientras que los que ven decrecer sus voluntades, dan espacio a otras nuevas. Quienes dañan desde fuera, fortalecen hacia dentro y entre todos, desde lo bueno y lo malo, damos identidad a lo que hoy es VAVEL, con sus triunfos y sus derrotas, sus caídas y sus alzamientos, sus trofeos y sus heridas. Todo nos hace ser quienes somos.
Y este no es un punto y final porque las historias no tienen principio ni fin. La gente seguirá llegando a VAVEL con la frescura de quien inicia un ilusionante camino; unos resistirán; otros se rendirán; los hay se marcharán con un nudo en el estómago, al sentir que dejan tras de sí parte importante de sus vidas, un lugar en el que dejaron, mientras estuvieron, lo mejor de sí mismos, llevándose otro tanto a sus espaldas. Y otro cruzarán sin pena ni gloria, sin llanto ni risa, sin emoción en lo que para ellos sólo fue un modo de matar el tiempo. Otros, quizás los menos, encontrarán la manera de seguir batallando, de hacer infatigable su voluntad y de honrar a quienes antes que ellos convirtieron los anhelos en realidades. Tocarán el cielo o morderán el polvo pero siempre se alzarán porque ese es el compromiso adquirido con la V: vehemencia, visión, valor, valía y sobre todo, victoria, sobre ellos mismos y lo adverso porque algunos lo consiguen y otros no pero esa es la meta. La vida continuará más allá de la forma en la que cada uno decida rubricar su paso por aquí. Y es que quizás no seamos dueños de nuestros destinos, el mismo que a veces nos pone ante disyuntivas de difícil elección o ante situaciones de compleja superación. Pero sí somos capitanes de nuestras almas, los únicos que decidimos cómo afrontar lo que nos llega y lo que termina, cómo queremos ser recordados y el modo en el que lo intentaremos. Quizás no podamos elegir el qué pero sí podemos decidir el cómo.