A menudo se ha visto la crisis actual como una cadena en que unos países han ido transmitiendo a otros los mismos males (sobreoferta de crédito basura, burbuja inmobiliaria...). Lo cierto es que hay bastantes paralelismos entre las crisis vividas por Japón en los 90, Estados Unidos en 2007-2011 y el sur de Europa ahora mismo. Para bien o mal, los bajos tipos de interés, las cifras de morosidad y la caída de parte del sistema bancario son elementos comunes en las crisis de las tres zonas.
Cuando en 2009 el sur de Europa comenzaba a ver las primeras sombras de un túnel que todavía dura, en Estados Unidos la convulsión era máxima. Las famosas hipotecas 'subprime', es decir, los créditos excesivos concedidos a personas que no podían pagarlos, habían dejado tocados a muchos bancos, y en 2008 quiebra Lehman Brothers, uno de los bancos privados más importantes. Este hecho arrastrará también a otras entidades financieras, y por proximidad geográfica, al único banco en Islandia, que era el que dejaba dinero a Estados Unidos para que pudiera sobrevivir a pesar de la alta morosidad.
Ben Bernanke, presidente de la FED (la Reserva Federal estadounidense, el equivalente, salvando las distancias, del Banco Central Europeo, que fija los intereses y la política monetaria), habla una vez al mes, como su homónimo Mario Draghi. Hace balance de las cifras, intenta tranquilizar los mercados y anuncia la posición de la institución con respectEn 2009 Estados Unidos tocó suelo con la crisis, la inestabilidad era máximao al tipo de interés. El tipo de interés es una cifra estrechamente relacionada con las inversiones, es lo que los bancos de inversión y holdings deben pagar a la FED a cambio de dinero. La situación es complicada: en el crash de 1929 se acusó a la Reserva Federal de inyectar poco dinero y subir demasiado los tipos de interés, cosa que hizo más fuerte la caída. Y a principios del 2000 se responsabilizó a Alan Greenspan, cuando bajó los tipos de interés, de inflar la burbuja tecnológica e inmobiliaria permitiendo circulación de dinero casi sin tener que pagar.
Por lo tanto, en la bolsa se espera con máxima expectación lo que diga el presidente de la Reserva Federal. Pase lo que pase habrá locura, grandes volúmenes de mercado y minutos frenéticos. Todas las televisiones norteamericanas especializadas conectan con la sala. En el último trimestre de 2009, Estados Unidos alcanza el momento más alto de su deuda pública, y la Reserva Federal ya no puede bajar más el tipo de interés, situado en el 0,25 %. Hay dos opciones: mantener o subir. El paro se acerca al 9 %, una cifra inusual para un país cuyos números normales suelen estar en el 6 %.
Ya minutos antes de la conferencia de prensa analistas, periodistas y economistas especulan sobre la decisión y las consecuencias que esta acarrearía. A corto plazo, la locura incontrolable de los mercados en el día a día (la figura conocida como trading) hace imposible cualquier predicción sobre lo que iba a pasar en los próximos diez minutos a las palabras de Bernanke. Dow Jones estaba en el punto más bajo, y sobre todo, las empresas financieras (Bank of America, las aseguradoras como AIG, u organismos como Freddie Mac) se encontraban en un punto extraordinariamente bajo debido a la desconfianza en este tipo de instituciones.
Arrastradas por ello, la mayoría de empresas bajan, excepto los dos o tres gigantes cuyos beneficios por implantación de marca son tan enormes que aguantan el golpe (Apple, Coca-Cola). Lo que diga Bernanke es de suma importancia, si en la actualidad las críticas a los estímulos de la FED y el gasto público estadounidense existen de forma abundante, en 2009 en que se llegó al punto máximo eran más todavía, pero también la crisis en ese país se encontraba en el punto más alto.
Cuando aparece el presidente de la FED, comienza a hacer el ya clásico discurso de apaciguamiento de mercados de todos los presidentes de Bancos Centrales. Las formas son más importantes que el fondo. Debe calmar a los histéricos inversores que habían perdido mucho dinero en la caída de las financieras y aseguradoras estadounidenses. Al final, anuncia que se mantienen los tipos de interés en el 0,25 %. El mercado no sabe cómo tomar esta medida, y se comienza a producir en las empresas financieras una compra y venta masiva, tanto que en apenas segundos, Bank of America sube casi quince céntimos su precio para inmediatamente bajar veinte.
La incertidumbre y la histeria en los mercados son máximas, pero allí los que mantienen la cabeza fría y saben cuando entrar hacen mucho dinero. La mayoría del día los mercados suelen estar en una tensa calma en la que a veces es complicado realizar operaciones, en especial las horas de 'descanso y ocio' de los inversores estadounidenses. La locura y el movimiento que se desatan cuando habla Bernanke, sobre todo en las grandes ocasiones en que se anuncia o se filtra algún tipo de medida, son similares a un barco llevado por las olas cuyo destino se desconoce, y que acaba con los pasajeros del interior mareados y desorientados. Es por eso que lo llamado mercado es tan difícil de analizar y predecir, habiendo tantos factores que es sumamente difícil moverse en esos momentos de locura.
Ahora mismo, cuatro años después, el paro ha bajado a un 7 %, las empresas financieras llegaron a su tope bajo en 2011 pero van recuperando y ahora mismo están un poco por encima de los niveles de 2009 y la Reserva Federal mantiene el 0,25 % de interés, aunque hay especulación y primeros movimientos a aumentar esto debido a la recuperación de algunas cifras macroeconómicas (que no a una recuperación de la economía real).