Paraíso fisco-terrenal, un ejercicio de cinismo mundial
Foto: (VALDRIN XHEMAJ/EFE)

Para las grandes fortunas sin fraude no hay paraíso posible, ni físico ni terrenal, mientras la mayor parte del planeta pasa miserias y tiene que pagar un alto precio por preservar sus derechos, que son fruto del sudor de su precario trabajo, existe un porcentaje que acumula toda la riqueza, ocultando gran parte de ella en paraísos fiscales. Se calcula que hay 18,5 billones de dólares no registrados, la concentración de riqueza llega a ser tal que los ricos tratan de ocultarla en marcos legales opacos.

Según un estudio de OXFAM un 10% de la población mundial posee el 86% de los recursos del planeta, mientras que un 70% sólo cuenta con el 3%. Por ello todo lo concerniente a los papeles de Panamá desprende el hedor de una economía mundial tan putrefacta como cínica. Y solo puede ser catalogada como cínica la actitud de los gobiernos cuando ‘sus listas negras recaudatorias’ dependen de las banderas de la conveniencia. Resulta vergonzoso comprobar la elasticidad moral de sus dirigentes, esos mismos que pregonan políticas de austeridad y han auspiciado una economía mundial en la que la catalogación de paraíso fiscal depende en gran medida de unos factores que se alejan definitivamente de la ética y se adentran en la indecencia. Es positivo que se identifique al defraudador, que la citada lista negra de los paraísos fiscales se amplíe exponencialmente,  pero hasta que los gobiernos no abandonen la gran farsa a la que tienen sometidos a sus pueblos, jamás se podrá combatir la cada vez más acentuada desigualdad.

Primer paraíso fiscal

El primer paraíso fiscal conocido es el de Las Islas Caimán, a fines del siglo XIX una flota británica encalló en un arrecife del Caribe y los pobladores de la isla más cercana socorrieron a los tripulantes. A modo de agradecimiento, el Rey Jorge III de Inglaterra prometió que la isla, Gran Caimán, nunca pagaría impuestos. Partiendo de este punto todos los gobiernos tienen sus listas negras, pero en la mayoría de ellas jamás se encontrarán países como Holanda, Suiza, Luxemburgo e incluso el Reino Unido.

La economía mundial, la que mueve el dinero está repleta de empresas fantasmas, y triangulaciones políticas a las que se les pierde el rastro,  grandes deportistas, actores, empresarios y dirigentes mundiales no dan un paso sin consultar a su asesor experto en el paraíso. Con ello contribuyen a que el Mundo para el resto sea una auténtica mierda;  mientras su delincuencia encubierta les asegura un retiro dorado, el ciudadano de a pie solo tiene acceso al paraíso fecal de su realidad, su rutina diaria. La consultoría Mossack-Fonseca es tan solo la punta de un iceberg que jamás saldrá a la superficie del agua, por lo que siendo positivo que los defraudadores paguen lo que les corresponde, la tan anunciada implacable regularización, no deja de ser un ejercicio de cinismo de nivel planetario. Es absurdo que los gobiernos se pongan medallas cuando dependiendo de sus intereses han ignorado y siguen ignorando sistemáticamente este tipo de actividades. La economía mundial es absolutamente esquizofrénica, y esta actividad delictiva sigue siendo oscura moneda común del sistema financiero y las élites mundiales.

El escándalo de los #panamapapers ha sido tan solo un pequeño desliz, una pequeña grieta en el sistema financiero internacional que los gobiernos pronto se encargarán de reparar para evitar futuras filtraciones. Mientras la capacidad de indignación del ciudadano crece, mientras Jean-Claude Juncker, jefe de gobierno y ministro de Finanzas de Luxemburgo, diseñaba duros planes de rescate para Grecia, Irlanda, Portugal y España, su país (Luxemburgo) se consolidaba como uno de los mayores paraísos fiscales del planeta. Mientras Barack Obama se escandaliza con los papeles de Panamá, cobija en sus fronteras los paraísos fiscales más atractivos del planeta: Delaware, Nevada, Wyoming o Dakota del Sur. La proliferación del dinero sucio es tan indecente como imparable, la insaciable y paroxística ambición de la élite jamás permitirá que se muevan los cimientos de la desigualdad, y todo aquel que descubra, denuncie o se rebele ante la gran farsa, será acusado de peligroso elemento subversivo y antisistema.

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