El debate en que está inmerso Japón es el mismo en que está todo el mundo: austeridad contra gasto. Tras sufrir una crisis durante los años 90, el primer ministro Shinzo Abe, quien acaba de ganar poder en el Parlamento japonés al ganar las elecciones de esta cámara el domingo, propuso una serie de medidas expansivas para tratar de crecer y sacar adelante una economía en pleno empleo pero con la deuda pública más alta de la historia de cualquier país. Es imposible ver si las medidas de Abe tendrán un efecto positivo a largo plazo o por el contrario serán negativas, lo cierto es que ha despertado opiniones de todos los gustos y colores, basadas en las teorías económicas ortodoxas. Pocas, por eso, tanto de un lado como de otro, tienen en cuenta el contexto del Japón como cultura y pocas tienen en cuenta la historia reciente del país nipón.
Un pequeño repaso a la historia
El crecimiento y expansión japonés no viene de las políticas e ideas aplicadas tras la Segunda Guerra Mundial. Durante la Primera Gran Guerra Japón ya tenía balanza positiva comercial y se había consolidado como una economía a tener en cuenta desde el punto de vista de las manufacturas. Ya no era el país agrícola en que los señores feudales discutían su poder entre sí mediante batallas de caballeros samuráis. Las conquistas japonesas anteriores a la Segunda Guerra Mundial aumentaron ese poder, por ejemplo, el Japón se hizo con toda la producción de arroz del sureste asiático. De hecho, la gota que colmó el vaso de las potencias occidentales fue el intento de Japón de conquistar la Indochina francesa, rica en petróleo, y la herramienta usada por Estados Unidos para presionar al Imperio del Sol Naciente fue un embargo de petróleo. La espiral de crímenes y barbaridades que supuso la Segunda Guerra Mundial trajo a Japón una dinámica de gasto militar exagerado, suponiendo ello una inflación descontrolada. No existía el comercio exterior ya que toda la industria estaba destinada a la guerra.
Tras la guerra, se produjo el llamado “milagro japonés”. Basado en un sistema educativo nuevo y que ofrecía los mejores resultados del mundo, Japón se transformó en una máquina industrial, creciendo a un ritmo exagerado entre 1953 y 1965, ya con plena autonomía tras los años de asesoramiento estadounidense (1945-52). La reconstrucción de lo destruido y las ideas de supervivencia tuvieron mucho que ver. La historia de Masaru Ibuka, un hombre que comenzó reparando radios destruidas por las bombas de la guerra, acabó siendo la de Sony.
Durante los años 70 la crisis del petróleo afectó a todas las economías mundiales, incluida la japonesa. En un mundo totalmente dependiente del petróleo, el embargo y subida de precios del petróleo por parte de los países exportadores supuso un frenazo al crecimiento. Sin embargo Japón se repuso a principios de los 80, de nuevo cambiando su industria. Ya no eran las manufacturas como a principios del Siglo XX, o los medios de transporte como en la Segunda Guerra Mundial, Japón supo encaminar su producción a las nuevas tecnologías y a la innovación, convirtiéndose en una potencia en ese aspecto.
La burbuja de 1989, inicio de la situación actual
En plena expansión del consumo, el gobierno japonés decidió incentivar el ahorro subiendo impuestos, incrementando tasas y aumentando el valor del yen. La bolsa de Tokyo se disparó y fue inevitable el efecto burbuja. La especulación hizo su presencia y la burbuja explotó, causando la caída de múltiples empresas y bancos, y disparando los miedos.
Durante los 90 se produjo la llamada “década perdida”. Cuando los bancos japoneses comenzaron a caer tras la burbuja, fueron recapitalizados por el Banco Central de Japón y el gobierno. Como debieron hacerlo con todos, muchos de ellos eran bancos insalvables. La cultura conservadoJapón sufrió una burbuja económica a finales de los 80ra y de ahorro japonesa permitió que el golpe no fuera tan duro. El tipo de interés bajó hasta el 0.1 %, pero como las expectativas eran negativas, los economistas “keynesianos” consideran que se cayó en trampa de la liquidez, es decir, cuando el tipo de interés es tan bajo que la gente pide prestado dinero, pero no para reinvertir en la economía. A mediados de los 90 el gobierno aumentó el presupuesto y el déficit para intentar revitalizar la economía, y el Banco Central buscó inflación para recuperarse, lo que chocaba con los ahorradores japoneses (recordemos que la inflación es un proceso negativo para los ahorradores, puesto que es gente que dejó de consumir en un tiempo en que los bienes y servicios estaban más baratos para hacerlo más adelante, pero si éstos suben de precio es obvia la pérdida). En menor medida, la aparición de China como elemento exportador principal de Asia de forma avasalladora y de las empresas tecnológicas y automovilísticas de Corea del Sur también afectaron.
La tasa de paro del Japón en los últimos años:
Curva de crecimiento del PIB:
Shinzo Abe y las Abenomics
Shinzo Abe llegó a ser primer ministro en 2006, pero dimitió un año después. Su popularidad había bajado. Había puesto a un experto en impuestos de Ministro de Finanzas y había subido las tasas. Intentó revisar el artículo 9 de la Constitución japonesa por la cual el Japón no podría tener un ejército propio y dio importancia a la defensa. En 2012 fue reelegido presidente del Partido Liberal Democrático, y anunció las medidas para reactivar la economía japonesa. Este paquetes de medidas son conocidas como “Abenomics”, y están basadas en tres flechas:
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Agresiva política monetaria. Esto es que el Banco Central compra muchos activos públicos propiciando dinero al gobierno. Una depreciación del yen que en teoría permite una mejora competitiva del sector exterior es la otra pata de la primera flecha. La devaluación del yen ha sido criticada por varios ministros de países como Alemania que han dicho que podría llegar a desatar una “guerra de divisas”.
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Gasto público. Japón es el país con el ratio deuda/PIB más alto del mundo, superando el 230 %. Es decir, para pagar su deuda, Japón debería dar más de dos años enteros de su producción total. Esto es debido a un gasto público muy fuerte en los últimos años para tratar de contener la crisis.
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La tercera flecha es una política de “crecimiento económico” basada en aumentar la renta per cápita. Esto se haría mediante un aumento de la competitividad del sector privado, la creación de nuevas industrias y mejora del mercado laboral. Una reforma del mercado laboral, de la sanidad, la educación y la estructura económica.
El precio a pagar
Estas reformas no serán gratuitas. Abe ha anunciado que plantea reducir la monstruosa deuda pública japonesa mediante algunos recortes. Por ejemplo, reabrir algunas centrales nucleares para ahorrar energía, introducir contratos temporales en las grandes empresas (que hasta ahora deben contratar por contrato indefinido) o subir el IVA de consumo del 5 al 10 % y el intento de conseguir un tratado de libre comercio en el Pacífico.
A corto plazo, se prevee un crecimiento de entre el 1.8 y el 2 % del PIB para este año, para el año que viene se pronostica un crecimiento del 1.2 o 1.4 %.
Lo cierto es que Abe, considerado una especie de antítesis de las políticas de Merkel en Europa, se encuentra en el momento clave, en el dilema de proponer medidas expansivas tras la “década perdida” de los 90, en pleno debate sobre las políticas austeras contra las políticas de estímulo.
FOTO 1: Tradingeconomics.com