Kurt Vonnegut le preguntó en cierta ocasión “¿Cómo se siente sabiéndolo todo?” Al parecer la contestación del científico fue “Inquieto”. Nadie en este mundo lo sabe todo, pero Asimov pudo ser uno de los pocos que dominaban “casi todo”. Y es que su forma de ser marcó claramente la línea argumental y temática de la mayoría de su obra de ficción. Llegado a Estados Unidos desde la Unión Soviética con apenas tres años e hijo de padres judíos, aprendió a leer a muy temprana edad prácticamente por su cuenta. Nunca habló en contra de ninguna religión, pero su forma de ver el mundo desde un ángulo racional hacía que se autodenominase ateo. Se graduó en bioquímica en la Universidad de Columbia aunque su opción inicial había sido estudiar medicina, pero varias universidades rechazaron su petición.
Su carrera profesional transcurrió entre laboratorios y clases hasta que su actividad como escritor, tanto de ficción como de obras de investigación científica e histórica, comenzó a dar frutos económicos suficientes para que pudiera dedicarse solo a escribir aquello que le apeteciese. Gracias a ello, hoy en día disponemos de más de 500 volúmenes de textos de divulgación y obras de ficción firmados por este autor.
Sagas como las “Fundaciones” o los “Robots” y obras como “El fin de la Eternidad” son claves para entender muchos postulados racionales que hoy en día se estudian en las Universidades.
"La mejor mentira es la verdad dicha en el momento oportuno"
Asimov era un hombre muy inteligente, de ahí su pertenencia al famoso club MENSA, esto le hacía plantearse su entorno constantemente. Sus otros coetáneos padres de la ciencia ficción como Arthur C. Clarke o Robert A. Heinlein destacaban en su obra aspectos más religiosos o políticos, pero Asimov se hacía preguntas y se contestaba a través de las conversaciones de sus personajes. La famosa frase “la mejor mentira es la verdad dicha en el momento oportuno” repetida en ocasiones en su saga de las “Fundaciones” sea posiblemente uno de sus más brillantes pensamientos aunque no el más conocido, sin embargo una frase tan aparentemente contradictoria se puede aplicar hoy en día a muchas acciones, la primera, la forma en que se divulgan las noticias, él posiblemente la acuñó cuando observó las tácticas electorales de su partido.
Asimov era demócrata pero su defensa férrea de la energía nuclear se ganó la enemistad de muchos de los demócratas más liberales. Sea quizá por cosas como ésta, su conocimiento de la política, su amistad con autores como Heinlein, que era totalmente opuesto a sus ideas, y ser consciente de que su mente estaba a otro nivel cognitivo, que hacía que valorase con más claridad que el contexto de aquello que se dice es más importante que la propia comunicación en si. De ahí que si alguien quiere tergiversar la verdad, solo tiene que exponerla en un momento en que su interpretación pueda dar lugar a equívocos.
La otra gran aportación de postulados racionales que hizo Asimov, mucho más conocida, son las famosas tres leyes fundamentales de la robótica:
- Primera Ley: Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
- Segunda Ley: Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto cuando éstas entren en conflicto con la Primera Ley.
- Tercera Ley: Un robot debe proteger su propia integridad, siempre y cuando esto no impida el cumplimiento de la Primera Ley y Segunda Ley.
Su obra “Yo, Robot”, la primera de la serie de “Robots” fue inspiración para una película del mismo título en 2004 y llevaba al extremo la racionalidad de los robots y la interpretación de las leyes según el contexto en que se aplican, dos de los fundamentos de la obra de Asimov. Si, según el raciocinio robot, el mayor peligro para el ser humano es el propio ser humano y la primera ley obliga al robot a proteger a los humanos de cualquier daño o a impedir que sufran, pero en ningún momento hablan de proteger su vida... la segunda ley queda anulada y si el robot puede defenderse matando al humano sin que éste sufra, se aplica la tercera sin que entre en conflicto con ninguna de las anteriores.
"Star Trek es el programa de ciencia ficción más inteligente que se hace para televisión"
Su otra gran aportación racional la hace replanteando la paradoja temporal. “En el Fin de la Eternidad” racionaliza la posibilidad de cambiar la historia solamente dentro de un determinado entorno temporal controlado. Sin embargo, tantos cambios constantes y complejos que hacen que unos pocos privilegiados jueguen a ser los dioses que controlan la vida y existencia del resto de los mortales, hace que surja en un momento determinado de la historia una etapa oscura en la que no pueden ver los efectos de sus cambios. Surgida la idea ya su cuento corto “Yo, yo mismo y yo” donde postulaba el gran efecto mariposa que implicaba pisar el bicho equivocado en el pasado, no reajustaba el tiempo generando una paradoja en la cual finalmente todo tenía que volver a suceder si no se producía el hecho cambiado que motivaba el regreso al pasado, sino que generaba una nueva línea temporal totalmente independiente de la primera, la cual desaparecía, dejando únicamente como recuerdo de sus existencia al individuo que había realizado el cambio a la par que a su nuevo equivalente en la nueva línea, en caso de que éste existiera.
Numerosos autores de ciencia ficción tanto en libros como en películas y series de televisión han aplicado estos postulados del viaje al pasado en el tiempo frente a la paradoja postulada por H.G. Wells. Los ejemplos más recientes y conocidos sean la nueva saga de “Star Trek”, o la serie “Perdidos”, dirigida la primera y producida la segunda por J.J. Abrams. Curiosamente Asimov dijo en una ocasión de la serie original de “Star Trek” que era “el programa de ciencia ficción más inteligente que se hace para televisión”.