Ahondamos en las profundidades del mar periodístico, en una de sus vertientes más literarias: el ensayo. De la mano del experto Enric González, analizaremos la silueta esbozada por el periodista concienciado socialmente, polémico por gusto y obligación. Os invitamos a un breve paseo, desde el nacimiento de la idea a la recepción en el público. Del título al debate.
Pregunta: ¿Cómo caracterizaría su estilo a la hora de escribir? ¿Cómo se adquiere ese tono rápido, humorístico…? ¿Se nace o se hace?
Respuesta: Creo que no tengo un estilo muy marcado, al menos no intencionadamente. Mi madre tiene mi primer artículo guardado [“La insinuación de unas caderas”, sobre la muerte de Elvis Presley] y escribía más o menos igual que ahora. Soy un periodista que lo pasa verdaderamente mal a la hora de escribir y necesito la presión de última hora. Supongo que eso hará que los textos tengan ese tono rápido. Lo que sí me marca es lo que Santi [Segurola] llama como “cortita y al pie”, es decir, abogo por la claridad y una estructura concisa.
P: ¿Cuáles cree que son sus influencias? ¿En qué modelos se fija? ¿Le influyó su padre al ser él periodista?
R: No, mi padre en absoluto, escribe de una manera totalmente distinta a la mía. Realmente no tuve ningún modelo fijo, iba leyendo a éste y al de más allá. Quizás sí me influyó Martín Gómez en mis primeros años en “El correo catalán”, porque de él aprendí a introducir breves puntos de ironía, suaves sarcasmos, a adquirir distancia crítica con el tema tratado, en definitiva. Luego, años más tarde viajé a Inglaterra y me impregné del periodismo inglés, que tiende a suavizar los temas y tratarlos sin tremendismos. Es clave escribir con cierta distancia, los ingleses lo hacen y yo me considero su discípulo, a lo mejor de manera pretenciosa, no sé. [Risas]
P: ¿Qué tipo de literatura lee? ¿Libro favorito? ¿Es otro foco de influencia? ¿Separa literatura de ocio y literatura formativa?
R: [Casi escandalizado] ¡No, no separo la literatura! Leo siempre por ocio y si saco algo de provecho, mejor que mejor. Tampoco creo que me dicten demasiado los pasos a seguir, aunque sí recuerdo que admiraba mucho a Borges en mi juventud y tomé de él algunos métodos de escritura. En cuanto a mi libro fundamental, de mesilla de noche: “Ulises” de James Joyce, aunque no tiene nada que ver con lo que escribo. También admiro a los grandes novelistas rusos, franceses e ingleses del siglo XIX, me fascina la capacidad que tienen para manejar una historia inmensa. Ah, y añadir otro escritor que me parece fantástico: Alberto Espinosa.
P: ¿Qué tipo de periodismo le gusta más ejercer? Porque en su carrera ha pasado por ensayo de opinión, reportaje, crónica, cine, deportes…
R: Sin duda yo me considero corresponsal. Es el puesto que más he ejercido a lo largo de mi vida y donde más cómodo me siento. La crónica prácticamente se escribe sola, para mí es el equivalente a la novela, cuentas una historia de la manera más entretenida posible, sin necesidad de aderezarla con adornos. La columna de opinión me costaba escribirla, como ya te dije antes, porque necesito la presión de la inmediatez.
P: En relación a los temas a elegir para el artículo, ¿los elige usted unidireccionalmente, le propone el periódico, le impone…?
R: Soy yo quién elige los temas. En determinadas ocasiones la editorial te dicta un camino a seguir, basándose en algunos ideales, pero normalmente en los artículos o columnas de opinión la elección corre a mi cargo.
P: Una vez elegido el tema, ¿cómo se enfrenta al folio en blanco?
R: Hay que tener en mente lo más relevante que quieres decir, sin embargo, hay que crear una expectación, llegar al meollo produciendo curiosidad. Por así decirlo, acercarse al tema desde un ángulo, no frontalmente. Recuerdo una película de un boxeador y un periodista [“Más dura será la caída”], que salía Humphrey Bogart en la escena final escribiendo un artículo y la cámara enfocaba las primeras frases. La película me encantó, pero en el comienzo del artículo desvelaba absolutamente todo el contenido. ¿Para qué ibas a seguir leyendo algo así? Es por eso que sigo un método inductivo.
[Por poner un ejemplo, en un artículo en el que habla de fútbol comienza así: “Los espartanos disponían de la mejor infantería de la antigua Grecia. Sus soldados eran valientes, austeros y disciplinados y dejaron en la memoria el sacrificio de las Termópilas. Tenían un defecto, sin embargo: cargaban con un tradicionalismo casi congénito que les impedía innovar sus tácticas”]
Como te comentaba, paso malos ratos al enfrentarme al folio en blanco y algunas veces puedo suplir mi bloqueo con adrenalina. Fue el caso del artículo “La caza de la ballena blanca” sobre la muerte de Bin Laden. Yo me encontraba en Jerusalén y como allí el reloj marca una hora más, los directivos decidieron que ya había dormido suficiente y me llamaron a las 6 de la madrugada, hora local. Me explicaron que el ejército estadounidense había matado a Bin Laden y que escribiera algo sobre el asunto. Antes del café, ya tenía escrito el artículo, gracias a la presión de la inmediatez necesaria.
P: Un rasgo común de sus títulos es su extrema brevedad, en muchas ocasiones constan de una sola palabra. ¿Trata de crear una expectación? ¿Cree que es necesario que el nombre sea conocido para que el lector se sumerja en un artículo del que prácticamente no sabe ni de qué va?
R: La razón principal suele ser la falta de espacio en la columna, no queda bien si el título supera la línea. También me gusta que el título sea una pista sugestiva a seguir, que el lector se sienta intrigado, aunque confieso que no me gusta titular. Además, soy hombre de pocas palabras, si puedo decir dos, no diré tres. En cuanto a la fama del nombre no creo que sea importante, a no ser que el lector sea fan incondicional de un autor, la intriga surgirá o no independientemente del anonimato del ensayista.
P: Llegamos a la pregunta de rigor: “Rodeados”. ¿Cambió algo para usted a la hora de seguir escribiendo críticamente? ¿Fue un punto de inflexión? ¿Le dieron aún más ganas de meter el dedo en la llaga?
R: Creo que el pequeño escándalo que se montó con aquello le dio más importancia de la que tiene. Lo cierto es que yo estuve tomando algo con unos alumnos de máster y hablando con ellos se me ocurrió el ensayo. En aquella época estaba muy quemado con las mentiras de la directiva de “El País”, sobre todo con Cebrián. Me acuerdo que el artículo empezaba hablando de algo banal, insustancial prácticamente [de “Se lo que hicisteis” y Telecinco, le matizo]. Pero el director [Javier Moreno] me llamó para decirme que tenía que suprimir la parte en la que acusaba de “ludopatía bursátil” a los dueños de algunas empresas, un término que no había acuñado yo. Asimismo, el título lo tomé de Manuel Vázquez Montalbán y las referencias eran genéricas. Aunque sinceramente, la directiva se dio por aludida con razón. Estaba escrito para ellos. Por aquel entonces yo ya estaba en su punto de mira y se revisaba con lupa mis textos, y más de una vez se dieron por aludidos cuando no era. Por supuesto, aquel encontronazo con la directiva no cambió mi manera de expresarme, pero si supuso una ruptura con la directiva. Me ofrecieron las corresponsalías de Berlín o Jerusalén y opté por la segunda, porque ya había vivido mucho las circunstancias europeas.
P: ¿Cómo se vive la competencia con otros periódicos y con sus propios compañeros? Al fin y al cabo, cada texto es una competición en la que tiene que ser elegido usted y no otro.
R: No siento ningún tipo de competitividad, supongo que será fallo mío [Risas]. Leo poca prensa española y no necesito el afán de compararme con el resto. Además, una vez adquieres la seguridad necesaria, la única competición es contigo mismo, en un intento de superación personal. No me siento a escribir pensando que el lector debe elegirme a mí y no a mi compañero de sección, solamente procuro dar un filamento de información, hacer que el lector se interese.
P: ¿Puede nombrar de memoria algún artículo, propio o de otro, que le llamara poderosamente la atención?
R: De mi producción recuerdo vagamente el primero que escribí para la sección del domingo, que estaba relacionado con los Martinis, allá por 2007 o 2008. Tardé dos días en escribirlo, primero hice una borrador, después una reescritura y finalmente tuve que recortar algunas frases.
De otros periodistas, recuerdo “Barcelona es el Titanic” de Félix de Azúa. Además de estar escrito excepcionalmente, provocó un debate general, trascendió, lo cual es vital en un ensayo. También son dignas de mención muchas de las crónicas de Arcadi Estrada, como la de los enanos que cito en “Memorias líquidas”.
P: ¿Cuál considera que es la función del ensayista? Dentro de su función, ¿su mayor logro sería conseguir un cambio? ¿Es algo utópico?
R: Un ensayista honesto persigue un fin muy definido: generar un debate. Nunca ha de ser un propagandista o panfletario, sino ser más sutil, dejar flancos por donde pueda iniciarse un debate, un contraste de opiniones. Hacer pensar y quizá sí dar pistas sobre algún cambio en la materia tratada, pero como en opinión suelen ser temas abstractos, únicamente se puede intentar lo ya comentado, crear un debate. Recuerdo un ensayo de Desmond Morris en los años 60, llamado “El mono desnudo”, el cual provocó un intensísimo foco de discusión e influyó perceptiblemente en la revolución sexual. Por lo tanto, causar un efecto en la sociedad mediante un ensayo no es utópico, es difícil. Lo imposible es generar un cambio de la nada, convencer al lector de manera “divina”, digamos iluminándolo. Siempre debe ser a través de la polémica.
P: Volvemos al colegio, le voy a pedir que ordene los siguientes conceptos del 1 al 5 en grado de importancia, siendo el 1 el más importante en un ensayo: autor, oportunismo del tema, investigación, estilo, ideas.
R: ¿Para mí o para las directivas?
Se busca trabajo usted solo…Haga dos listas [Risas].
[Risas] Está bien, para mí: 1. Ideas / 2. Investigación / 3. Estilo / 4. Autor / 5. Oportunismo. Para la directiva de un periódico, solamente puedo suponerlo, pero creo que sería: 1. Oportunismo / 2. Autor / 3. Ideas / 4. Investigación / 5. Estilo
P: Ya llegamos al final y es una pregunta de futuro. ¿Ve continuidad al puesto de ensayista? En un mundo cada vez más rápido, la gente quiere leer fugazmente, no pararse a reflexionar.
R: La figura del ensayista es algo que siempre [palabra que pronuncia con énfasis] va a existir. No es que avancemos a un mundo más rápido y por eso la gente no quiera reflexionar, siempre ha habido y siempre habrá una gran mayoría que renuncia al conocimiento. Es una pequeña minoría la que decide. El ensayista intenta remover las conciencias, hacer que el público reflexione. Sea cual sea la magnitud del recipiente pasivo, el ensayista estará allí para activar al mayor número de personas posible. Esa era la idea de la Ilustración, que el pueblo tuviera conocimientos, ideas, inquietudes. Y eso intenta trasmitir un buen ensayista.