"Yo soy Charlotte Simmons", best-seller del escritor estadounidense Tom Wolfe, retrata los ámbitos de poder de la sociedad norteamericana para después desmitificarlos. Si en su primera novela, "La Hoguera de las Vanidades", que llevó al cine Brian de Palma en 1990, retrató el mundo de las altas finanzas de finales de los ochenta con sus brókeres cínicos que trafican con el dinero de otros y tienen varias amantes, las insípidas mujeres de éstos, preocupadas por estar más delgadas que nadie, y sus exclusivas fiestas con todo lo que mueven a su alrededor, con magistral capacidad de observación y un sarcasmo cruel que le dio fama mundial.
"Yo soy Charlotte Simmons" centra su acción en una universidad de élite ficticia: Dupont, de la costa este norteamericana que bien podría ser Harvard, Yale (en la que el propio Wolfe estudió) o Standford, aunque ésta última esté en la costa oeste; lugares caros y codiciados donde premios nobel investigan y dan clases, y donde la asistencia a sus aulas resulta el trampolín perfecto hacia el éxito laboral y, especialmente, económico. De estas aulas saldrán los futuros presidentes de gobierno, políticos y brókeres que manejarán la economía y la política mundial. Es interesante la forma en la que Wolfe retrata a las nuevas generaciones de universitarios estadounidenses, jóvenes alejados de un movimiento de ideales como los estudiantiles de la década de los sesenta que el propio Wolfe vivió como periodista, y que más bien entienden los cuatro años de universidad como el tiempo de experimentación personal que no volverá a repetirse y no como el ingreso a una vida activa e independiente, jóvenes que no tienen filosofías comunes y se mueven única y exclusivamente por intereses individuales. En resumen, es una novela que retrata el desmoronamiento y corrupción del sistema universitario estadounidense que tiene relación con la pérdida de valores en la sociedad pero, a su vez, ese sistema corrupto acabará afectando a su protagonista que sólo necesitará de un año para convertirse en otra persona. Charlotte Simmons es una chica de pueblo, del medio oeste americano, cuya brillantez estudiantil le ha logrado una beca para una de las mejores universidades del país. Los personajes con los que tendrá que convivir durante su primer año universitario cambiarán su visión del mundo para siempre, pues la inteligencia y la formación no son lo principal para una vida profesional de éxito en una sociedad donde los intereses individuales pesan más que los colectivos.
Tom Wolfe se formó como profesional en la década de 1960, realmente convulsa para la sociedad occidental. Norteamérica estaba inmersa en una revolución cultural; el mundo de la cultura se convulsionaba ante las circunstancias sociales y políticas de las que eran testigos. La década se inaugura con la alineación del régimen cubano y la URSS que originaría la Crisis de los Misiles de 1962, y se cerraría con la llegada del hombre a la luna. A Wolfe se le considera el padre del llamado "Nuevo Periodismo" estadounidense, que nació en la ciudad de Nueva York, y en el que se mezclan elementos periodísticos con los novelísticos. Se trataba de salir a la calle y documentarse lo máximo posible, incluso introducirse en el ambiente, para luego escribir un relato con diálogos que reflejen el ambiente, de gran realismo y descripciones muy cuidadas, una de las claves está en el lenguaje. Wolfe se ha declarado admirador profundo de las gruesas novelas de los autores del Realismo y el Naturalismo europeo de finales del siglo XIX como Charles Dickens o Émile Zola; y cree que sus novelas se inspiran directamente en el Realismo. "La hoguera de las vanidades" se publicó por capítulos en la revista Rolling Stones como si fuera un folletín de finales del diecinueve, hizo lo mismo con los primeros capítulos de "Yo soy Charlotte Simmons".
El éxito editorial sin precedentes que consiguió con "La Hoguera de las vanidades" lo catapultó a la internacionalidad y dio lugar a que esta nueva novela,"Yo Soy Charlotte Simmons", fuese un éxito antes de salir al mercado. Se publicó simultáneamente en América y Europa y el propio autor ha asegurado que pasó unos años de incógnito en varias universidades de élite para documentarse como buen periodista e incluso llegó a asistir a alguna que otra fiesta universitaria, también dio el borrador de la novela a sus hijas universitarias para que lo aconsejaran sobre el lenguaje estudiantil. Además vuelve a tratar parte de los temas que ya aparecía en "La hoguera de las vanidades", la falta de integración de los negros en cualquier ambiente que no sea su gueto, la influencia del lobby judío en las esferas de poder cultural, pues casi todos los profesores, incluido el rector, son judíos y los ricos blancos que envían a sus cachorros a las mejores universidades para asegurarles la continuidad en las altas esferas de poder económico. Lo que Wolfe demuestra es como la sociedad supuestamente más libre del mundo clasifica a sus ciudadanos desde la cuna, los clasifica en cajitas de las que no pueden salir salvo excepciones y en la que sobreviven los más rancios prejuicios y el machismo más añejo. Pero todo esto encubierto porque si alguien se atreve a alzar la voz contra a alguno de los grupos peor situados: los negros, los judíos, las mujeres…enseguida los guardianes de la moral estarán dispuestos a denunciar el caso para el escándalo de todo el público. La universidad parece un ejemplo a escala del mundo real donde todo el mundo conoce su lugar y todo el mundo juega su papel. Todos conocen lo que se mueve debajo de la mesa y hacen la vista gorda en una universidad cuyas instituciones se encuentran corrompidas desde hace décadas.
"Yo soy Charlotte Simmons" no es el mejor libro de Wolfe, pero tiene su sello. Está bien narrado pero no consigue la incisiva sátira social que logró con "La hoguera de las vanidades". Sus personajes no tienen dobleces, son clichés, las chicas son demasiados tontas, Charlotte demasiado inocente, los deportistas son buenos chicos pero con poco talento, los intelectuales son feos pero inteligentes, los profesores son chiflados ególatras, los chicos populares son machistas y elitistas… todos son demasiado algo, sin embargo no es una pérdida de tiempo leerlo, sigue siendo muy recomendable porque encierra algo de verdad en su exageración.