Un ser fascinante que despierta los sentimientos más profundos y atávicos de la humanidad, corre sobre un maravilloso contraluz, lienzo a cuyo fondo estalla un ocaso de color rojo, sol líquido que en sus últimos estertores hiere los anaranjados corazones de todos aquellos que aguardábamos con impaciencia el momento de escuchar la envolvente, trepidante y enigmática sintonía de El hombre y la Tierra, serie documental de televisión que marcó a varias generaciones que quedaron atrapadas por la pasión del gran chamán de la naturaleza y la comunicación. Una poderosa y añeja voz surgida del alma de la Madre Tierra que atravesó la conciencia de niños y mayores, en cuya memoria de hiedra pervive su mensaje. El mensaje de un Titán de la comunicación por el que habló la naturaleza, naturista que entregó su vida por defender y mostrarnos que la torva y ruda imagen del LOBO, solo correspondía con la necesidad de comer de un animal salvaje cuyas fauces no hicieron otra cosa que responder a la intervención de un hombre que había invadido su hábitat natural.
Por las ondas de RNE un soliloquio sublime hace volar nuestra imaginación, los sueños nos devuelven la imagen de un hombre con pose de intrépido explorador decimonónico, en cuyo puño enguatado descansa y se clavan la poderosas garras de un ave rapaz que aletea con esplendorosa belleza. La sedosa perfección y ejecutiva eficiencia de un ave de mirada acerada y dolorosa hermosura capaz de labrar su propia mitología. Pues cuenta la leyenda que las mesetas y estepas de Castilla fueron cambiadas por un caballo y un azor. Y solo el Dr. Félix Rodríguez de la Fuente podía fundir la historia y el mundo animal para convertir un romance castellano en clase magistral de biología animal y ciencia de la naturaleza.
Nadie como él nos hizo ver el lobo a través de sus ojos, nadie como él nos hizo volar como un halcón peregrino que atraviesa el cierzo helado con sus plumas de acero, nadie como él pudo fundir su agreste infancia en la paramera de Burgos, desde la que preguntó a la línea del horizonte, con la febril y apasionada visión de un niño que a los once años descubrió la cetrería. Nadie jamás empleó más bella narración ni semejante oratoria para pintar paisajes con un lenguaje tan certero, prosaico y literario. Con una voz intensa y apasionada en la declamación, primorosa en la descripción del ser vivo palpitante que tanto amaba, relató con exactitud poética la nueva conciencia ecológica. Pues nadie encontró más hermosa singladura que Félix y su misión cumplida, que contra todos y contra todo hizo despertar la conciencia de millones de niños que fascinados por su hipnótica declamación crecieron con un profundo amor por la naturaleza.
La aventura de la vida comienza en Poza de la Sal, donde el Universo, las plantas y los animales se encarnaron en la figura de un niño que correteaba como un perdigón por la paramera de la vida. El inicio de una singladura vital que dibujó la agreste infancia de un niño despeinado con el rostro quemado por el sol y el alma iluminada por el vuelo del halcón. Chico de tardía escolarización pero enseñanza temprana, que creció en un ambiente intelectual y fue formado académicamente por su padre Manuel (notario del vecino pueblo de Briviesca). Un pequeño inquieto, que una buena mañana decidió que tenía que ser halconero y encontró en los roquedos y rincones donde anidaban halcones, águilas o azores, la buhardilla de sus sueños.
Colgado de aquella buhardilla natural creció Félix, que la edad de diez años tuvo que hacer un forzoso paréntesis, pues fue ingresado en un internado en Vitoria, donde dicen que contaba los días que le quedaban para su regreso a la paramera burgalesa, lugar en el que se alzaba como viejo bergantín uno de los más favoritos teatros de sus operaciones infantiles. Y allá en la lagunilla, el cuello verdoso, los picos anaranjados y los espéculos azules de los patos viajeros que nadaban en formación angular, hacían volar su imaginación hacia las tierras lejanas en las que discurrió su intrépida vida. En aquel maravilloso paraje quedó impactado por la belleza salvaje del halcón peregrino, que cayó como un bólido con sus alas metálicas sobre el cuello fracturado de un pato que había sufrido el ataque de un bellísimo proyectil.
Felisón, el niño solitario de la paramera helada comprendió entonces la naturaleza cazadora del depredador y la maravillosa cadena natural de una vida a la que deseaba entregar su existencia. Por entonces el niño rebelde solo tenía que alzar el vuelo como un pato salvaje un instante antes de la caída picada del halcón, pero aquel ave de presa le había dejado fascinado, despertando definitivamente su ávida y febril necesidad de hacerse amigo del depredador. Félix había descubierto el arte de la cetrería, el joven burgalés fue un destacado atleta pero el deporte que con más intensidad amó fue el de la cetrería, deporte favorito de los caballeros feudales.
Pese a su apasionada vocación por la cetrería y la etología, inició en 1946 sus estudios de Medicina en Valladolid. Félix no era muy buen estudiante, solía dejar para el final la preparación de los exámenes, pero cuando exponía con aquella maravillosa oratoria e imaginación, dejaba embelesados a todos. Como había soñado su padre, se licenció en medicina, especializándose en estomatología y odontología en 1957, llegando a ejercer en una clínica durante dos años. Precisamente la muerte de su padre, en 1960, marcó un punto final y de partida en su vida, pues a partir de ese momento Félix alzó el vuelo hacia tierras lejanas y encauzó su singladura vital hacia la cetrería, aquella que había sido su gran pasión. En 1961 publicó su primer libro "El arte de la cetrería" y pronto se convirtió en uno de los mayores divulgadores de la conciencia naturalista y en el posiblemente más brillante comunicador de su generación.
Su aparición en Televisión Española con un halcón en el puño enguantado y su fabulosa exposición narrativa ante las cámaras de televisión, marcó a millones de televidentes que reclamaron nuevas apariciones en pantalla de aquel magnífico orador, por el que el popular periodista Joaquín Soler Serrano llegó a solicitar un puesto en la Real Academia de la Lengua por ser "el español de mejor prosodia". Sus colaboraciones en televisión fueron cada vez más numerosas y brillantes, Félix comenzó a ganar batallas diarias, en 1966 consiguió la protección en España del halcón peregrino y de las rapaces nocturnas, convirtiéndose en el mayor referente de la época de una nueva conciencia natural. Como articulista y documentalista aumentó considerablemente la tirada de la revista Blanco y negro de ABC, aquel loco burgalés comenzaba a agitar conciencias y a rebelar lo que él mismo llegó a definir como “la verdad del lobo”. Félix salvó a Sibila y Remo, dos lobeznos que iban a ser apaleados en un pueblo y los crío junto a su mujer en los montes aledaños al barranco del río Dulce, en la localidad de Pelegrina, donde el etólogo y lobo alfa demostró una realidad histórica. Aquella que puso de manifiesto el pacto entre dos de los más poderosos depredadores de la cadena trófica, que llevó hace 30.000 años a la domesticación del lobo, perro y amigo del hombre que luego tornó en enemigo cuando los humanos domesticaron a los herbívoros para entrar en el Neolítico hace 10.000 años.
Félix como lobo alfa se negó a ser domesticado por la sociedad con la que tuvo que pelear, ese fue uno de sus más poderosos mensajes. Nos dejó como legado la película Alas y garras, sus programas Fauna, y Vida Salvaje (1970). Planeta Azul surgió de sus entrañas, Félix que jamás quiso someterse al sistema, tuvo que recurrir a poderosos aliados para divulgar su gran obra. En una España en la que apenas existía el movimiento ecologista, su trabajo despertó conciencias y desmesurados detractores que no comprendieron el sentir sociológico y biológico de un adelantado a su tiempo en el que muchos identificaron erróneamente a un ser anclado en el pasado. Félix era un tipo con una personalidad arrolladora, que para indignación de sus detractores, encontró en el período pre-neolítico, en aquellos pueblos primitivos de cazadores, recolectores y nómadas, el estado ideal de la humanidad.
Su forma de pensar chocó frontalmente con la del sistema social imperante, su apasionada defensa de la naturaleza y de los predadores, le generó más de un problema, pues entonces eran considerados nocivos y se premiaba al cazador por depredador abatido. Adelantado a su tiempo, ejerció como analista de la humanidad pasada, presente y futura. Si con Planeta Azul le llegó el reconocimiento internacional, con El Hombre y la Tierra, consiguió su consagración mundial. Durante las décadas de los 60 y 70 llegó a hacer más de 570 programas de televisión y la mítica serie de El Hombre y la Tierra fue emitida en más de 40 países, siendo vista por unos 800 millones de personas. Su grandilocuencia, sus relatos rebosantes de vida e imágenes ilusionaba a televidentes y oyentes, que hipnotizados por las técnicas de Sófocles y Esquilo que llegó a emplear, acababan atrapados por una embriagadora catarsis.
A bordo del tobogán de emociones que desprendía en la declamación comprendimos que el pez grande se come al chico, pero que muy pocos animales han conseguido 'ser grandes'
A bordo del tobogán de emociones que desprendía en la declamación comprendimos que el pez grande se come al chico, pero que muy pocos animales han conseguido 'ser grandes'. Y que pese a aquella grandeza, solo un ser pequeño como un hombre con un rifle puede poner en peligro la existencia de un paquidermo o un cetáceo de pesaje descomunal. Para muchos de los niños que crecimos hipnotizados por su voz fue nuestro amigo Félix, el amigo de los animales, un héroe que salvó al lince, el lobo y el oso ibérico, pero que por encima de todo nos enseñó a respetar y amar a los animales, sentirnos responsables de la salud de nuestro maravilloso Planeta Azul.
Por ello aquel fatídico 4 de marzo de 1980, cuando conocimos que la avioneta en la que viajaba junto a su equipo se había estrellado sobre la cresta de una montaña nevada de Shaktoolik, en un maravilloso lugar para morir, un doloroso y enigmático vacío de soledad se apoderó de nuestros corazones, que inquietos galoparon frenéticamente hacia una angustiosa cuestión: ¿Quién cuidará ahora de los animales?
La respuesta como nos enseñó Félix estaba y estuvo en todo momento delante de todos nosotros, en nuestro interior, en forma de poderoso mensaje de un genio de la comunicación que cambió para siempre la conciencia ecológica de varias generaciones. Aquellas que comenzamos a ser educados en La Aventura de la Vida y jamás olvidaremos a Sibila y Remo, dos maravillosos aullidos lanzados hacia una Luna llena llamada Félix, lobo alfa y agitador de conciencias.
Foto 1: http://elrincondelturboleta.blogspot.com.es/
Foto 2: http://medomed.org
Foto 3: forestman.espacioblog.com
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