En verano se cumplirá el sesenta aniversario de la firma del armisticio que puso fin a la Guerra de Corea, tiempo más que necesario según el dictador norcoreano para pactar un acuerdo de paz definitivo con Estados Unidos y Corea del Sur. Este tratado garantizaría a Corea del Norte reconocimiento internacional a la vez que sería la ayuda necesaria para llevar a cabo reformas institucionales además de potenciar su economía.
Durante estas más de seis décadas de control de la dinastía Kim el país se ha mostrado firme a sí mismo, basándose en los principios básicos de autosuficiencia económica, fortaleza militar e independencia política. Todo lo contrario a su vecino del sur, que apoyado por EEUU se ha convertido en uno de los países más desarrollados económicamente del mundo.
El aliado de Corea del Norte por antonomasia ha sido China, y en esta ocasión temen que las amenazas del gobierno de Pyongyang sean reales, por esto instan al diálogo de todas las partes implicadas. A pesar de lo que plantea China, Corea del Norte continúa con sus amenazas enviando el siguiente comunicado: "Corea del Norte informa oficialmente a la Casa Blanca de que usará medios nucleares de alta tecnología más pequeños, ligeros y diversificados"
Este comunicado y que el ministro surcoreano de Defensa Kim Kwan-jin ha confirmado que Pyongyang ha desplazado un misil balístico a la capital surcoreana, son los principales motivos por los que el mundo teme que no sean simplemente amenazas verbales. De hecho de ser lanzado podría alcanzar Corea del Sur, Japón y Guam. Por estos motivos Estados Unidos está planeando tomar medidas militares preventivas para estar preparado ante un posible ataque.
Por otro lado, las embajadas extranjeras en el país van a continuar allí, a pesar de las advertencias de que las autoridades hayan advertido de que la guerra es inminente y no pueden garantizar la seguridad de éstas. Sin embargo empresas e inmigrantes surcoreanos en Pyongyang han decidido abandonar el país por miedo a un ataque contra ellos.
