A nadie le sorprende leer que el periodismo pasa por un momento de crisis. La económica, no se puede elegir, llega. La gravedad reside en la crisis de valores, de identidad; que se extiende sin freno en los cada vez más envejecidos palacios de esta bella y apasionante profesión. El periodismo, en algunos casos, ha perdido el rumbo que tan ilustres predecesores marcaron. Tal y como pasa en todas las crisis, entre el desconcierto general unos pierden, pero pocos ven que siempre hay gente que, por ende, gana.
En los momentos de debilidad económica, la mala praxis asoma como opción más cómoda para alcanzar los objetivos de forma poco honrosa. Sin embargo, hay periodistas a los que ese valor no les dice nada y olvidan que el periodista no forma parte de la noticia, es el camino y nunca el caminante. Debe ser el nexo de unión, el encargado de desmenuzar la información, tratarla y ofrecerla al interesado, nunca de crearla. Se ha pervertido la profesión arrastrando con ello a culpables e inocentes.
El oscarizado Aaron Sorkin estrenó hace unos meses The Newsroom, una crítica ácida a la profesión en la que se deja entrever lo que para el guionista es la forma adecuada de actuar. Dentro de la imperfección humana, Sorkin señala unos valores que promueven lo que debería ser y no es, deja en evidencia la forma de tratar las noticias y de contrastar las informaciones. Al final, todo lo que propone en la serie no deja de ser eso, una serie. ¿Ficción?. En el panorama nacional, lamentablemente, las masas se han acostumbrado a ver periódicos despidiendo entrenadores, intentándolo y lográndolo.
La propaganda es una herramienta muy antigua. Usada para influir e inducir creencias en las masas. George Orwell nos habló con maestría en “Rebelión en la Granja” (“Animal Farm”, 1945) de la forma en la que se maneja a la multitud, lo sencillo que es inculcar un pensamiento y movilizar. Tristemente, ejemplos hay muchos y con las peores de las consecuencias. De este modo, Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda e Información entre 1933 y 1945 en la Alemania de Hitler, usó el periodismo para sus objetivos. La información, o desinformación, tiene mucha fuerza si se sabe cómo tratar. “Solo la credibilidad debe determinar si los materiales de la propaganda han de ser ciertos o falsos”.
La propaganda sirve para influir en los pensamientos de las masas
Entonces, se usaba la radio, se lanzaban panfletos desde aviones. Hoy, el canal es Internet siendo un medio altamente expansivo y con una capacidad inmensa de llegar a las masas e influir. Se está perdiendo el rumbo y el periodismo, y sus periodistas, son increpados públicamente. En la noche del sábado, los presentes en el Santiago Bernabéu tuvieron que aguantar como algún espectador cercano a la zona de redactores, les increpaba durante todo el encuentro. Insultos y vejaciones continuas que los presentes tuvieron que soportar estoicamente, mientras los increpadores aprovechaban cada acción positiva de Cristiano para mentar a Leo Messi en dirección a los periodistas.
El compañero de la Cadena COPE, Antonio Ruiz, fue uno de los que más tuvo que aguantar y tragar, sin ser merecedor de un trato que es consecuencia de una propaganda que inicia algún medio sin medir las consecuencias. Ante los continuos ataques, algún compañero tuvo que salir al paso para pedir respeto, tras lo cual fue el objeto de los bombardeos lingüísticos con escaso nivel de profundidad y variedad. No hay que olvidar que no todos los periodistas forman parte de un saco que avergüenza al gremio y le lleva a una pérdida de reputación continua. Lamentablemente, un soñador del futuro periodismo, tiene razón cuando asegura que “la prensa de masas es un oligopolio intelectual”.
Ese mismo soñador, en Maldito oficio, nos trajo una reflexión que da que pensar. Algo se está haciendo mal en el periodismo y el polaco Kapuściński ya fue capaz de anunciarlo años atrás, “en el buen periodismo, además de la descripción de un acontecimiento, tenéis también la explicación de por qué ha sucedido; en el mal periodismo, en cambio, encontramos sólo la descripción, sin ninguna conexión o referencia al contexto histórico”.
"Para ser periodista, hay que ser buena persona"
El proceso de la imparcialidad es algo difuso, inconcluso e inmedible en algún caso. Sin embargo, el periodista debe abstraerse de sus impulsos a la hora de llevar una noticia al interesado. En el Real Madrid, algún periodista se encuentra incómodo por el papel que toma José Mourinho. En estas líneas no se trata de defender si el trato del portugués a la prensa es adecuado o no, se trata de señalar que 'Mou' incomoda a un sector del periodismo ya que este no les baila el agua. Es un encantador de serpientes.
Hace muchos meses se inició una guerra mediática en la que algún medio intenta desestabilizar sensaciones, criticando hasta el extremo. En muchas ocasiones se pierde el norte, las masas tienden a posicionarse. O estás con la prensa o estás con Mourinho y el Real Madrid. El entrenador ha demostrado ser un gran comunicador y propagandista. Sabe poner a la gente que quiere de su lado y quien no está de ese, está contra él. En ese bando, el público cree que está la prensa.
Nada más lejos de la realidad. Los periodistas no están de un lado o de otro, lo están algunos profesionales con gran difusión que con sus informaciones consiguen que el aficionado se sienta atacado y sitúe al periodista como enemigo. El periodista no es enemigo, no debe formar parte de ninguna batalla. Unos parecen jugar a un juego, mientras otros tratan de defender la honestidad y la objetividad. Se trata de usar ese punto para cambiar el periodismo deportivo, atrofiado por años en los cuales el oficio se ha unido sin remedio al negocio. Su negocio es seguir y alcanzar una serie de objetivos que no comulgan con las raíces del periodismo.
El buen periodista es aquel que en las buenas alaba a José Mourinho, y en las malas sabe estar a la altura realizando críticas coherentes y argumentadas. El error está en creer que todos los periodistas son iguales, que todos los medios se apoyan sobre los mismos cimientos del negocio obviando la lucha de algunos por dignificar una profesión. El camino no es el insulto, no es la difamación, ni la violencia. Todo eso no es periodismo, va en contra de sus propias raíces. Un cáncer que se expande y que puede destruirlo, pero el periodismo es más fuerte que todo eso. En ningún caso, se puede sacar una conclusión grupal, porque ésta profesión es corporativa, no gremial. Por suerte, aún quedan periodistas honestos capaces de dignificar algo que siempre soñaron ser. Volviendo a parafrasear a Kapuściński , “para ser periodista, hay que ser buena persona”. Quizá ahí radica el origen de todo.