Una de las noticias que más han resonado en las últimas horas ha sido el despido de la periodista Ana Pastor como Directora de ‘Los Desayunos de Televisión Española’, argumentando desde la cima que la decisión procede desde el propio Gobierno de España. Resolución desacertada para muchos amantes de esta profesión que no terminamos de creer lo que ha supuesto ser la mayor fatalidad periodística de los últimos tiempos. Por un lado política, por otro periodismo, o al menos así lo ha dejado patente la competente madrileña a lo largo de su exitosa carrera profesional, sin que una cosa quede ligada a la otra y marcando la objetividad como matiz clave.
Para muchos su osadía, atrevimiento, determinación o capacidad para tratar a algunos políticos españoles en varias entrevistas no ha quedado desapercibida, ni por asomo, sino todo lo contrario. Ha sido precisamente su manera de ejercer y entender el periodismo lo que ha despertado la vocación para muchos que todavía estamos en la línea de partida, en el comienzo de una actividad que nos seduce y nos fascina, de la que aprendemos con el día a día. También con el ‘escaparate’ de una programación asidua que nos ayuda a asimilar y comprender mejor las cosas, con otra perspectiva, y en este caso con la supuesta “libertad” que parecía simbolizar Televisión Española, la televisión pública por excelencia de un país que sigue tecleando la palabra ‘democracia’ a través de varios medios de comunicación dispares.
No obstante, muchos recuerdan la parafernalia y ‘función’ que ha manifestado la principal cadena televisiva con el nombramiento de algunos periodistas que han ejercido de títeres a lo largo de los años, respaldados por el gobierno central, aunque desiguales entre sí mismos. Recordando los años de María Antonia Iglesias, coincidiendo con el mandato de Felipe González, o de Alfredo Urdaci con el de José María Aznar. Más insolentes algunos e imparciales otros, aunque para eso ya están los teleespectadores que tienen crítica y argumento propio para deliberar. Dudo mucho que podamos vincular aquello con lo que ha vivido Ana Pastor desde sus comienzos en TVE, ya que tanto en debates nocturnos como en entrevistas matinales, ha sabido tratar y atender con notoriedad y equidad a los diferentes líderes políticos que ha tenido como invitados.
Algunos tales como José Bono, José María Aznar, Esperanza Aguirre, Alfonso Guerra, María Dolores De Cospedal o Rosa Diez, diferentes en cuanto a ideología pero idénticos en cuanto a la relación recibida. Por eso, y más, se hace muy arduo comprender y explicar el porqué de su cese en tiempos vivos de democracia, de libertad de prensa y sobre todo de reconocimiento a una periodista vitoreada y aplaudida por la gran mayoría de ciudadanos españoles, que son los que costean la cadena. Recordando el trabajo histórico y reseñable que realizó en Irán, entrevistando al líder Mahmud Ahmadineyad, con velo incluido y con la audacia e intrepidez suficiente para exponer la verdadera situación por la que atravesaba el pueblo iraní en aquellos momentos.
Retratando la realidad española tal cual, la que realmente quieren conocer los ciudadanos de a pie que viven a diario con la influencia desmesurada y procedente de varios medios de comunicación. Imparcialidad y objetividad para preguntar y ofrecer la mayor cantidad de información posible. Eso es periodismo, o así lo entiende un joven que sigue soñando con dedicarse a esto a largo plazo, con todos los peros añadidos y existentes. Sin embargo, no dudo en ver de nuevo, pronto, a Ana Pastor al mando en una cadena de televisión u otro tipo de medio informativo. Lo merece y este país lo necesita.