"De forma neutral la propaganda es definida como una forma intencional y sistemática de persuasión con fines ideológicos, políticos o comerciales, con el intento de influir en las emociones, actitudes, opiniones y acciones de los grupos de destinatarios específicos mediante la transmisión controlada de información parcial (que puede o no basarse en hechos) a través de los medios de comunicación masiva y directa." Richard Alan Nelson, Cronología y glosario de la propaganda en Estados Unidos (1996).
El coliseo romano y la fe
No hay nada mejor para el poder que un baño de multitudes. La masa eclipsa por completo las aspiraciones individuales de los sujetos que la conforman. La razón es desbordada por la pasión. Este hecho, resulta muy provechoso para instrumentos políticos, religiosos, comerciales o ideológicos, como comprobarían con éxito en la curia romana. El Imperio Romano utilizó la propaganda para perpetuar su poder y ampliar fronteras. Mientras las tropas imperiales guerreaban por todos los terrenos conocidos, el populacho pedía a gritos a su César la muerte de tal o cual gladiador en el Coliseo. Así, delegaban en el poder la responsabilidad de dar o quitar la vida a alguien. Concentración absoluto de poder con la complicidad del pueblo. Maniobra perfecta. El pueblo se distraía viendo como esos hombres, tras duros entrenamientos, desplegaban su fuerza, velocidad, astucia y técnica.
Con el paso del tiempo, fueron necesarias introducir nuevas ideas, incluso contradictorias a las predicadas anteriormente. Roma se convirtió en la capital de la Iglesia Católica y perfeccionó su estrategia propagandística, expandiendo el modelo romano con la evangelización. Una nueva era llegaba y se hacía imprescindible el control de las masas, para hacerlas afines al mensaje que, por otra parte, era incongruente con lo expresado anteriormente. Reducir el Panteón de dioses a uno solo, concentrar el poder espiritual, no se presumía tarea fácil puesto que el sentimiento religioso se considera intrínseco de la persona, una fe inquebrantable. Los resultados de aquella campaña propagandística siguen dando frutos hoy día.
Sherlock Holmes y la guerra
Justificar una guerra es imposible. No hay razones para que el ser humano se aniquile, desde el punto de vista moral. Sin embargo, sin guerras, la industria armamentística sería inútil, la industria farmacéutica perdería millones de heridos con los que comerciar y la esperanza de que la vida eterna es infinitamente mucho más placentera que la terrenal pasaría a un segundo plano. Aquí entra en juego la propaganda, como medio para manipular a la población y hacerla afín a movimientos belicistas.
A principios del siglo XX se desarrollaron, paralelamente, el Marketing como ciencia y los medios de comunicación de masas. Hablamos de la Edad de Oro del periodismo. Resultado de esta unión se modificó el oficio y la industria.
Los periódicos gozaban de una popularidad inédita. Aumentaron sus páginas para hacer un hueco a la publicidad, los espectáculos y las columnas de opinión. Nació el concepto de opinión pública. Tomó especial importancia lo relacionado al ocio y como consecuencia recobraron especial interés los acontecimientos deportivos.
En los Juegos Olímpicos de Londres de 1908, el Daily Mail mandó a su más afamado periodista para cubrir la maratón, Sir Arthur Conan Doyle, mundialmente conocido por ser el autor de las aventuras de Sherlock Holmes. No fueron las novelas policiacas las que le hicieron merecedor del título de Caballero del Imperio Británico, sino su gran aportación a la propaganda belicista británica. La Guerra de los Bóer o Guerra en el sur de África: causas y desarrollo, justificaban intelectualmente la intervención militar. Sir Arthur es el mejor ejemplo a principios de siglo XX de lo que significaba la propaganda: novela serial de gran popularidad, épica deportiva y campaña belicista a favor del imperio. La guerra como solución y el sentimiento olímpico como distracción.
La insaciable voracidad expansiva de los nacionalismos llevó al mundo a la guerra total, la mayor catástrofe que la humanidad había conocido. Los contendientes se afanaron desarrollar el aparato mediático para ponerlo al servicio de reclutamiento. La imagen del Tío Sam volvió a escena (su origen se remonta a la guerra anglo-estadounidense de 1812), con su barba blanca y su uniforme de barras y estrellas, para pedir el sacrificio de los más jóvenes en favor de las bondades que se podrían conseguir en caso de ganar la guerra.
Supremacía y medallas
Ganaron la guerra, enseñando al enemigo su arma más valiosa, la propaganda. Aprendieron la lección los alemanes. Ahogados por las asfixiantes condiciones impuestas por los vencedores, el pueblo teutón se aferró a quien les prometió librarles de las cadenas financieras que les obligaban a pagar la factura de la contienda, Adolf Hitler.
El aparato nazi se preparaba para la venganza en los años previos a la Segunda Guerra Mundial e instauró uno de los regímenes más manipuladores la Historia. Josep Goebbels fue su cerebro y los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 su escenario perfecto. Siguió el ejemplo del padre del fascismo, Mussolini. El Mundial de Fútbol de 1934 en Italia fue todo un éxito para el dictador italiano, que hipnotizó a la opinión pública de su país consiguiendo la copa. Querían sustentar su teórica superioridad racial con victorias deportivas. La ceremonia de inauguración fue un baño de multitudes para Hitler y no perdió la oportunidad de hacer gala de su potencia militar, el dirigible Hinderburg sobrevoló el estadio olímpico minutos antes de la aparición del dictador.
Pese a las memorables victorias de Owens (atleta afroamericano ganador de 4 medallas de oro), Hitler se mostró satisfecho puesto que su país se alzaba en el primer puesto del medallero (tras la novena posición en Los Ángeles 1932) y la población alemana festejaba las victorias orgullosos de su nación.
“Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan” Joseph Goebbels
.A día de hoy, resulta sonrojante comprobar cómo la comunidad internacional fue cómplice de la propaganda nazi. España fue una excepción, negándose a participar en los mismos. Goebbels, fiel a su famosa frase:” Una mentira repetida mil veces se transforma en una verdad”, instauró la tradición de llevar el fuego olímpico a la ciudad sede de los juegos, convencidos de que la Antigua Grecia era la predecesora aria de la Alemania Nazi.
La propaganda se modernizó en el bando nazi pero entre los aliados aún se trabajaba con los instrumentos de principios de siglo. Curiosamente, durante la Segunda Guerra Mundial, en Estados Unidos, se emitió una serie radiofónica titulada “Las nuevas aventuras de Sherlock Holmes”. De nuevo, el excéntrico investigador, se encargaba de entretener a la audiencia en un medio de comunicación de masas mientras el mundo estaba en guerra.
Barcelona y Bahrein
Desde Goebbels, monarcas, políticos, dictadores, empresarios de diversas industrias y líderes religiosos se han retratado junto a deportistas. El poder siempre ha estado al lado del deporte. Los acontecimientos deportivos a nivel mundial se han localizado en lugares “políticamente estratégicos” y económicamente rentables para las industrias interesadas. Sin ir más lejos, nadie duda del peso del presidente brasileño Lula, en la elección de Brasil para organizar el Mundial de Fútbol o los Juegos Olímpicos.
La utopía del espíritu deportivo es un regalo que la propaganda concede a su audiencia masiva, mientras perpetúa dictaduras, emprende guerras y negocios fraudulentos. Este fin de semana, dos acontecimientos deportivos centraran la atención mundial: el Clásico y el GP de Bahréin de F1.
Por motivos aparentemente bien distintos, ambos países (España y Bahrein) tienen en la actualidad un clima social conflictivo. La monarquía se perpetúa mientras el pueblo sale a la calle demandado una democracia real, donde los ciudadanos puedan hacer uso efectivo de la soberanía popular. Me refiero a Bahrein. https://www.vavel.com/formula1/148246-descubre-el-gp-de-bahrein-de-formula-1-2012.html
El duelo entre los mejores jugadores de fútbol del mundo y el circo de la velocidad entretendrá a la opinión pública occidental, aquella que tiene voz. Los mudos, sufrirán las consecuencias en forma de olvido.
La conexión árabe entre estos dos acontecimientos estará en el palco y en las camisetas locales. Sentados entre las autoridades, Adil al Ayyar (embajador de Kuwait) y Hissa Abdullah Ahmed (embajadora de los Emiratos Árabes Unidos), patrocinando los presumibles goles de Messi, Qatar. Los españoles nos olvidaremos durante 90 minutos de los recortes. Que callen los mudos y se entretenga el resto. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan” Joseph Goebbels.