En aquella atalaya ionizada de la belleza, tan cercana a las estrellas y a los dioses perdidos de la comunicación, se expresa y materializa el silencio más sabio y puro de la existencia, a través de la reflexión de un maestro de las ondas de radio que junto a Rienzi prepara su gaceta silenciosa.
Aquella en cuya ausencia de sonido descansa el silencio de un Dios que nos libra de la polución sonora de estos tiempos. Un metafórico recuerdo en cuya ausencia y virtud nos topamos con la voz de Muriedas, de Camargo. El vehículo sonoro que llevó a la leyenda a un cántabro ilustre que nació y murió con la voz de la radio en su barriga. Racinguista de corazón y santanderino de convicción, con sangre segoviana corriendo por sus venas. La voz de un niño que sintió rozar el infinito cuando con tan solo 6 años dio vida y personalidad a una de las voces del cuadro de actores infantiles de la SER. Aquel niño que desde el norte más rústico soñó con conquistar las ondas de radio de todo un país.
Un santanderino que comenzó a perfilar su sonora grandeza en Radio Intercontinental, en Cadena Azul de Radiodifusión y en Radio Juventud. También en la agencia Alfil, en la que un joven pionero soñaba con ser corresponsal de la leyenda y el deporte partiendo de la hoja en blanco de su imaginación.
Y en la expresión del sabio silencio de las ondas, ausentes de ruido y polución, en aquel estado antecesor a la creación, encontró Juan Mago…zalo, su conexión con el cosmos y sus oyentes. Aquel don de la voz y la palabra con el que construyó tropos y sendas hacia el infinito desde que allá por 1970 llegó a Radio Nacional para cambiar los conceptos sonoros de las retransmisiones deportivas.
Su 'Radiogaceta de los Deportes', y su inolvidable ‘Tablero Deportivo’ ejercieron el decanato de la radiocomunicación española desde 1989 hasta el año 2007, cuando un expediente de regulación de empleo escenificó el punto y final a una clase magistral de dieciocho temporadas de radio repletas de valentía, raza y pasos adelante, pero sobre todo ausentes de polución.
En su estilo personal e intransferible encontramos al hombre que rompió moldes, coloreó el sonido de la radio y el deporte a través de su rasgada voz, vehículo de la crónica sonora, brillante e infatigable, una voz que presentó batalla hasta el último de sus días a una cruel enfermedad. El timbre legendario y la entonación rotunda de aquel que contó once Olimpiadas desde México 68, diez mundiales y 14 vueltas a España. El perfil de un hombre de vasta cultura polideportiva, con una capacidad única para conocer la historia de las estrellas del deporte casi mejor que ellos mismos. Un profesional que hasta el último de sus días se preocupó por buscar en el servicio de documentación los pocos datos históricos que le quedaban por archivar en la enciclopedia polideportiva que poseía en su privilegiada cabeza.
El alma del fútbol sala español, impulsor de este deporte y encargado de adaptar sus normas junto a Joan Camps y Antonio Res. Cincuenta años convirtiendo la radio en pura magia y goles, metáforas sonoras con nombre y apellidos: Juan Mago…zalo y Juanma Golazo o viceversa. Juanma Gozalo, hechicero de la tradición oral deportiva, notario de la prensa escrita y vehículo de la transmisión deportiva y cultural. Un visionario que muchos años antes de deleitarnos a todos en sus últimos días de vocación periodística en Radio Marca, habló de una cadena de radio capaz de amalgamar la música y la crónica deportiva.
Y en aquel paradójico silencio de un hombre testarudo, entrañable y viva voz, la metáfora silenciosa de la Gaceta precede a la palabra y a la obra eterna. Una obra eterna a la que puso fin y colofón un miércoles 7 de abril desde el salón de su casa, con el micrófono de Radio Marca en sus manos, y escoltado por dos bombonas de oxígeno que le dieron el último hálito legendario a su ya débil hilo de voz: "Muchas gracias a todos, un abrazo y que el deporte os resulte gratificante y alegre".
Una frase precedida por el silencio y un silencio que precedió a la genialidad, silencio, metáfora y silencio. Seis largos meses pasan ya desde que la silente ausencia de su voz dejó paso al ruido mientras allá arriba, en la ionosfera de las ondas, en su silencio genial, una voz susurra muy cerca de las estrellas.
Es la voz de un todoterreno llamado Juanma y apodado Kubalita, que tras narrar con la radio en la barriga una jugada genial de Leivinha por las nubes de su imaginación, se despide desde el paraíso de la radio con una frase inmortal: "Sed moderadamente felices y haced amigos".
El silencio de las ondas se apodera de nosotros y la polución sonora de estos tiempos nos amenaza una vez más con convertir a un espejo y periodista genial tan solo en un mero recuerdo.